POR MIRIAM CANALES
En estos tiempos modernos al estilo Black Mirror, las posibilidades de esconder un amor son amplias. Algunos recursos son los sitios que se han convertido en una obviedad, como Ashley Madison, Adult Friend Finder, Badoo y Tinder que con todo y sus polémicas, hackeos y vulnerabilidades técnicas, todavía son muy recurridos para el match. Incluso, Black Mirror ha presentado en su cuarta temporada un episodio de un amor prohibido muy sui géneris titulado “Hang the DJ”, aludiendo a todas estas “celestinas geeks”. Pero hay otras voces que confiesan cómo han abordado sus amores o encuentros furtivos actuales y cómo solían ser en tiempo pretérito. Con dispositivos y nuevas prácticas por doquier, el amor y el sexo son otros componentes que se transforman.
“En la secundaria no tenía acceso al teléfono directamente, a veces ni en casa. Había que usar uno público y llamar a la hora planeada y no por mucho tiempo, o mandar mensajes en papelitos. Un día alguien encontró el papel antes que la destinataria”. Esto suena a la prehistoria, pero Daniel (usamos nombres falsos con la finalidad de proteger la identidad de los protagonistas de estos relatos), de 40 años y aficionado al sexting, rememora sus días de cortejo adolescente cuando ocultaba sus primeros amores de sus compañeros de escuela o de los padres de ambos.
Del papel al smartphone, en su proceso de separación matrimonial posterior, su exesposa le encontró algunos mensajes comprometedores en el celular: “Estando muy ebrio le envié a ella un par de mensajes que eran para otra chica con la que estaba coqueteando. Como no borré mi buzón, en una revisada me cachó más. Lo que le molestó fue que no había esperado ni siquiera a terminar de firmar los papeles. Mi respuesta fue que de todos modos ya iba de salida”.
“De chavo nunca tuve un problema. Hubo un caso de una chica que tenía un hermano que contestaba las llamadas. Me quedó la duda si era en realidad su hermano o novio. Él me cuestionaba vía telefónica acerca de la relación que teníamos, como el típico papá que te interroga. Nos dejamos de hablar”. Esta es una de las muchas historias extenuantes en la que una figura masculina busca imponerse sobre una chica en una incipiente relación juvenil, como fue el caso de César, de 48 años, cuando también cursaba la secundaria.
Siendo adulto, el tiempo lo llevó a explorar otras posibilidades tecnológicas mediante POF o Badoo, donde los mensajes de texto y el intercambio de imágenes y palabras candentes eran la constante –algunas veces aprovechaba los pequeños descansos de la jornada laboral o el baño de la oficina–. Hasta hace un par de años, en una de sus tantas aventuras por Tinder, tuvo un hallazgo con una chica mexicana que pasó 13 años en el extranjero y al igual que él, deseaba un compromiso serio. Hoy viven en unión libre. “Cuando yo le entré no buscaba sexo, pero hay muchos chicos que eso es sólo lo que quieren. Yo tuve la idea de algo más; una novia, sin saber que se iba a dar. Tampoco he sido de revisar teléfonos. No me he preocupado por eso, ni veía bien que me revisaran el mío”. Dejando a un lado el prejuicio de un hombre hambriento de carne femenina, él cumplió su cometido de formalizar una relación.
Sin embargo, el asunto del ligue moderno puede adquirir otros matices imprevistos, clandestinos, sofisticados e impersonales. Por ejemplo, una joven usuaria de Twitter describe la manera de concretar encuentros casuales en el metro de la Ciudad de México con sólo conectarse al Bluetooth y usar una serie de palabras clave en cualquier estación. La suya ocurrió en la línea 1 a las 7 de la noche, una de las horas de mayor afluencia:
“Los hombres incluyen descripciones de su ubicación o lo que llevan puesto, y te mandan mensajes por si quieres algo con ellos. Puedes poner algo sugerente, como: ‘Hola chaparrita del abrigo rojo’ y ver si contesta. La clave es ver quién va checando el cel y pues pueden ser varias personas. En mi caso, como identifico mi cel con mi nombre, el que me quiso contactar lo vio, y zas, a ver si contestaba yo. Es un poco un volado. Puedes buscar otros equipos que lo tengan encendido y cambiar tu nombre de dispositivo. Una vez que identificas el equipo con el que quieres conectar le mandas un mensaje”.
Quien escribe estas líneas investigó esta peculiar técnica de conquista. Con sólo googlear “ligue metro DF” es posible ver el modus operandi. Inclusive, en uno que otro tutorial de YouTube se describen palabras clave para cambiar el nombre del teléfono a otro más sugestivo. Ejemplos: :M, soy mujer, :H, soy hombre, /BNO: busco novio, /BSCH: busco sexo casual con hombres, /BSCM: busco sexo casual con mujeres, /BSCMOH: busco sexo casual con hombres o mujeres, R-A: respondo ahorita, R-D: respondo después. Al usarlas hay que añadir el número del teléfono para entablar comunicación por WhatsApp.
Esta reportera acudió a la estación Hidalgo durante una noche en hora pico; cambió su nombre y fotografía, activó su Bluetooth y encontró otro tipo de usuarios en esta red inalámbrica, pero al mostrarse como un “BSCH” encontró a otro con el alias “BS-551” y este se vinculó sin poder desanclarlo ya. Se movió en diferentes direcciones de este mismo sitio y permaneció largo rato; intentó con otras descripciones como :M /BNO… sin embargo, no obtuvo la misma respuesta como con el engañoso alias previo.
No importa el medio sino el fin; los métodos cambian, pero no las intenciones humanas. Tanto las intensas pasiones como el amor genuino oculto en medio de circunstancias adversas han fluido desde siempre aunque, actualmente, la tecnología y sus ocurrencias nos han permitido encauzarlos, facilitarlos o ponerlos en evidencia, ya sea para un auténtico romance o para un simple affaire.