Como toda buena historia, esta comienza con cerveza. Pablo Ahuja, un biólogo marino de la Universidad de California en los Ángeles, y que vive en La Paz, Baja California Sur, estaba con cuatro amigos más –todos biólogos– frente a una alberca un domingo de julio de 2015. La plática amena comenzó a subir de tono porque “siempre que juntas a biólogos nos comenzamos a quejar de todo y sobre todo del mar y de cómo está empeorando la situación. Hay menos peces y menos de todo, pero siempre hay basura, el mar siempre está impactado por la basura que hay”, me cuenta.
Mariana, Pepe, Ronaldo y Pablo platicaban aquella tarde sobre el arrecife San Rafaelito, el más cercano a La Paz y, por ende, el más afectado por la pesca. Cualquier persona con un barco llega a esa zona y pesca. La plática continuó hasta que Pablo se enfadó, tomó su celular, obligó a los otros tres a sacar el suyo y fijó el 22 de julio con el fin de visitar el lugar, aunque no precisamente para pescar, sino para limpiarlo.
Esa misma noche Pablo compartió el plan en su Facebook; al lunes siguiente, amaneció con la respuesta de más de 12 buzos que querían ayudar, e incluso varios prestadores de servicios turísticos estaban dispuestos a proporcionar pequeñas embarcaciones y la gasolina que estas utilizaran.
Llegó el 22 de julio, y la convocatoria fue un éxito. 50 buzos, 8 pangas y un velero los esperaban.
“Fue una gran respuesta. No éramos cuatro, sino que mucha gente de la zona y que, aprovechando sus habilidades, estaban dispuestas a limpiar el lugar”, cuenta Pablo. Debido a que eran tantas personas, acudieron a una segunda zona, a la Isla Gaviota, donde también recogieron mucha basura.
La limpieza fue un éxito, y a propuesta expresa se dijo que lo podrían realizar una vez al año, pero surgió una idea mejor: “Debemos pagarle una renta mensual a la Pachamama. Hay cosas que hacemos cada mes. Pagamos el teléfono, la luz, el agua, la renta. Todos esos pagos que hacemos son mensualmente ¿por qué no hacemos una paga a la Pachamama, a la naturaleza?”; y así determinaron que lo harían cada mes. Además, el proyecto adquirió el nombre: Mar Libre, rescatando nuestros arrecifes y manglares.
En tres años –suman ya 36 limpias–, el proyecto no se ha limitado a la limpieza de arrecifes, también trabajan en playas y manglares. Porque no todas las personas que los ayudan son buzos, también hay ciudadanos comunes o personas que dominan el kayac o que saben esnorquelear. Todas las habilidades son bienvenidas a la hora de limpiar.
En su segunda limpia acudieron a un lugar que se llama El Mogote, frente a La Paz, donde hay muchos manglares. Pablo me cuenta que en ellos puedes encontrar todo tipo de basura, incluidos televisores y refrigeradores y sí, máquinas de fax. “Muchos lo utilizan como un relleno sanitario. Van ahí y tiran todo ahí porque una vez que lo dejan, queda fuera de su visión, ya no es su problema”.
ECOSISTEMAS COMPLETOS
Los arrecifes y los manglares son elementales para la vida marina. Los primeros cuentan con una estructura tridimensional muy compleja en la que habitan miles de especies. De acuerdo con la doctora en Ecología Marina, Jenny Rodríguez Villalobos, prácticamente todas las especies marinas, en alguna etapa de su vida, tienen relación con el arrecife de coral.
Además, en términos de biodiversidad, se pueden comparar con las selvas tropicales, los lugares con mayor diversidad en el planeta. Otro punto a su favor, además de la belleza visual que nos pueden ofrecer, es que los corales están asociados siempre con un alga y esa alga secuestra al CO2, uno de los grandes responsables del cambio climático. Una vez que este ha sido secuestrado, se integra al organismo del coral y fabrican esqueletos.
Y económicamente, ¡ufff!, expresa Jenny, “millones de personas alrededor del mundo dependen de los arrecifes, ya sea por turismo o por pesca”.
Mientras que los manglares protegen a las ciudades de inundaciones y de huracanes, por decir lo menos, también fijan el carbón más que cualquier otra planta. Es un lugar donde viven aves y peces, y por cierto, miles de especies de peces van a dar a luz ahí porque las raíces de los manglares protegen a los alevines. También es un lugar donde los delfines les enseñan a sus crías cómo cazar.
Hace cuatro años, Jenny y Arturo Ayala Bocos fundaron ECO: Ecosistemas y Conservación, una organización no gubernamental que se dedica a la conservación de ecosistemas marinos y terrestres en La Paz. Ambos son biólogos marinos por la Universidad Autónoma de Baja California Sur, con sumo interés en los arrecifes. Por ello, decidieron capacitar a las personas, buzos profesionales o gente común como pescadores o ciudadanos de la región para que sepan identificar los cambios en el ecosistema marino.
De la mano de ECO, Jenny aprovechó su conocimiento sobre las enfermedades en los organismos arrecifales, con el propósito de fundar la Red de Informantes Submarinos, una iniciativa creada para conocer el estado de salud de los organismos arrecifales. En un inicio, se creó con el objetivo de llenar un vacío de información sobre este ecosistema en el Pacífico de México; sin embargo, gracias a la participación de personas de todo América, se tiene información de otros lugares del Pacífico americano.
Inicialmente, esta red estuvo conformada por amigos y colegas dedicados a las ciencias marinas; no obstante, con el paso del tiempo, esta red se abrió para todos los interesados en conservar el ecosistema coralino y que se encuentren en contacto con él. No es necesario ser investigador o estudioso del mar si se desea participar. El único requisito es ser buen observador para detectar cuando algo ande mal bajo el mar.
A través de ECO se capacita a los buzos con la finalidad de que detecten anomalías en los arrecifes, pero es con la Red como se llega a personas más comunes, como turistas o prestadores de servicios turísticos, que incluso pueden pasar más tiempo en el mar que los propios investigadores.
ENSEÑAR A TODOS
El equipo de Mar Libre también está consciente de que eliminar la basura de los arrecifes no es suficiente, se debe cambiar el chip. “Si no cambiamos la perspectiva de la gente, vamos a seguir limpiando el mar por el resto de nuestras vidas”, sentencia Pablo.
En la jornada de limpieza de octubre de 2015 aprovecharon para tomar imágenes y videos para luego reproducirlos en escuelas ante niños, niñas y adolescentes. Hasta ahora más de 18 000 menores de edad de La Paz y comunidades aledañas han presenciado las pláticas de Mar Libre.
Pablo sabe que este método puede funcionar porque la educación ambiental en otras ciudades y otros países ha funcionado mucho, sobre todo con los niños. “Ellos siguen siendo muy sensibles con los animales y si se educan ellos, educan a sus papás, además de que luego serán los niños los que van a cuidar el medio ambiente. Nosotros como adultos difícilmente vamos a cambiar nuestros hábitos, por ello es más fácil enseñarles a los niños y que ellos pasen el conocimiento a sus papás al punto de que cambien su comportamiento”.
BASURA DE NUESTROS ABUELOS
En los años 90, estuvo de moda crear arrecifes artificiales cerca de las costas. En la Isla Gaviota hundieron un velero lleno de llantas, con esta intención; sin embargo, con el tiempo, el velero desapareció y sólo quedaron fragmentos de fibra de vidrio; las llantas ahí seguían, sin formar un arrecife porque este no se pega al hule. Lo peor: con el movimiento de la marea, las llantas se mueven y rompen los corales.
En abril de 2016 acudieron a esta zona y sacaron 100 llantas, un trabajo nada fácil para los buzos; participaron cerca de 25, más los capitanes de los botes, así como 30 personas en tierra y otras más con tablas un poco más anchas que las de surf.
Pero esta no es la única historia en la que han tenido que limpiar la basura de nuestros abuelos, como le llama Pablo a aquellos desperdicios vertidos muchísimos años atrás.
En la Isla Cerralvo, hay un arrecife llamado Parvo vía o La Tira. En septiembre de 2015 fue la primera visita a esta zona. Sacaron 100 kilos de piola, o línea de pesca. Al año siguiente, en el mismo mes, acudieron nuevamente 18 buzos y extrajeron 10 kilos. En 2017 regresaron: únicamente hallaron un kilo de este material.
“Estamos sacando la basura de nuestros abuelos. No se está acumulando basura de nuestra generación. Este año ya no iremos. No tiene caso meter a 18 buzos para sacar un kilo de piola”, cuenta Pablo.
¿A DÓNDE VAN LOS RESTOS?
Lamentablemente, en La Paz no hay una muy buena cultura del reciclaje, lo único que se recicla es el PET, pero si está limpio, sin algas o arena, por lo que la mayoría de la basura que sacan del mar y de las playas termina en rellenos sanitarios.
Sin embargo, eso no los detiene ni los detendrá; incluso, están orgullosos de que su proyecto comienza a replicarse en otros lugares. En Guatemala, un grupo de personas los contactó con el propósito de hacer algo similar en un lago. En Ensenada, varios buceadores también comienzan a retomar estas limpias. En Loreto fueron a capacitar a personas para que hagan lo mismo. También saben que en Acapulco y Tulum comienzan a reproducir este método de limpieza.