Revista Cambio

Actuar para no dejar de ser niña

Por Javier Pérez

Aunque ya tenía algunas participaciones en papeles pequeños en otras películas, fue a partir de Lucía y el sexo (2001), de Julio Medem, que la española Paz Vega (1976) se dio a conocer no solamente en España, donde ganó el Goya como actriz revelación, sino en el mundo. Tres años después su nombre relucía en Espanglish, una mediana comedia hollywoodense al lado de Adam Sandler –ya con Sólo mía, Carmen y un papel pequeño en Hable con ella en su filmografía–, y poco después en Dame 10 razones (2006), junto a Morgan Freeman. Desde entonces, Paz Vega, una actriz de brillantes ojos oscuros y con un marcado acento en el que a veces se le pierden las consonantes, ha continuado su trabajo en diferentes países y acaba de filmar la segunda temporada de la serie La hermandad, recién estrenada en la plataforma streaming Claro Video, en la cual interpreta a Luisa Salinas, fiscal española encargada de investigar la corrupción en el departamento de policía.

Sentada en un salón del Hotel St. Regis de la Ciudad de México, con el pelo tan corto como el de su personaje, Paz se siente contenta con la respuesta de público hacia la serie dirigida por Carlos Bolado y Humberto Hinojosa. “Para mí como actriz es maravilloso tener un personaje que puedo ir moldeando en cada episodio, en cada temporada”. Y actuar en series que puedan verse en cualquier momento, sostiene, es un reflejo de lo que ocurre en nuestro planeta.

“Antiguamente tú vivías en tu país y en la tele abierta veías historias sólo de tu cultura, de tu gente. Pero ahora eso no pasa porque en el mundo no pasa. Tú te vas a Estados Unidos y es multicultural, vas a España y es multicultural, vienes aquí y es exactamente igual. Es un reflejo de la realidad. Y obviamente en una serie que se emite en una plataforma digital en diferentes países, pues se agradece que estén representadas la mayor cantidad de nacionalidades”. Le parece que eso se enriquece con la diversidad cultural, que es al mismo tiempo un punto de unión y un elemento de contraste.

Paz se toma un momento antes de responder cuál cree que es la herramienta más importante que tiene como actriz. “Es el corazón, son tus sentimientos, es tu pensamiento”. Está convencida de que un actor o una actriz echa mano de varios recursos que no necesariamente se ven en los personajes, no obstante, sí ayudan a su construcción. “Al final lo que se ve, que es una imagen, cambia con cada personaje que uno interpreta, unas características, un pelo, la ropa. Sin embargo, lo que realmente hace memorable una actuación es la emoción que le pongas, la verdad, que le llegue a quien la está viendo en su casa o en la sala de cine. Y eso es todo lo que está dentro del caparazón”.

Aunque sabe que todo parte de un juego consciente. “Todos los actores tenemos un punto de que somos muy niños y cuando dices jugar es realmente jugar: jugamos a ser policías, jugamos a ser lo que sea, el ladrón, el asesino. Sé que jugamos de una manera consciente, pero al final es un juego y esa capacidad de ser niño nunca la pierde un actor”.

Por eso Paz asegura que los actores son sólo cómicos, y no entiende por qué se presta tanta atención a lo que piensan y lo que hacen. “No somos tan importantes, yo no salvo una vida. Importante es el médico que salva una vida, importante es el señor que se levanta a hacer pan durante la mañana y lleva un jornal a su casa. Eso es importante. Aunque por otro lado también veo que desde nuestro trabajo podemos ejercer una influencia positiva en la gente que nos ve y hay de alguna manera una responsabilidad de enseñar, de educar. Yo misma como espectadora he crecido, y mucho de lo que soy me lo han enseñado las películas, no mi familia, ni mis amigos, no mi experiencia. En ese sentido hay esa responsabilidad, no sé si sea la palabra educar o no, pero sí motivar a la gente joven. Ando en esa dualidad: por un lado creo que no somos importantes, por otro creo que sí tenemos algo de importante”.