Cuando el 20 de julio de 1969 el hombre llegó a la Luna, fue por supuesto un gran paso para la humanidad, sin embargo, en términos reales fue la culminación de una lucha entre dos potencias: Estados Unidos y la ahora ex Unión Soviética. La rivalidad entre estos dos países dio pie a hazañas científicas, a toda una serie de hostilidades en diversos campos (el deporte, las artes, la tecnología, etc.) y a la Guerra Fría.
Esa “guerra” terminó con la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la URSS, pero incluso hoy día, la rivalidad existe y renace, esta vez en el terreno del cine.
Sarik Andreasyan es un director ruso que a sus escasos 33 años presume de tener en su filmografìa tres cintas en el top 3 de taquilla en la historia del cine en Rusia. Parece cualquier cosa, no obstante, hay que recordar que tras el declive de la Unión Soviética, las salas de proyección se cerraron y no fue sino hasta 2002 (bajo el primer mandato de Vladimir Putin) que la cinematografía rusa regresó con la apertura de nuevas salas y apoyos a la producción.
El cómic y los superhéroes no son un género muy conocido allá, “no va incluso con nuestra idiosincrasia”, comenta el director, sin embargo, la llegada del cine de Hollywood le mostró a los rusos una forma diferente de entretenimiento sumamente llamativa. Era cuestión de tiempo para que sus creadores alzaran la mano y dijeran “nosotros también podemos”.
El primer obstáculo, por supuesto, son los recursos. Andreasyan consiguió 330 millones de rublos, el equivalente a 6 millones de dólares, gracias a apoyos del gobierno y la iniciativa privada. Una bicoca si pensamos que la primera Avengers (2012) contó con un presupuesto de 200 millones de dólares.
Otro inconveniente es la falta de estrellas. La cinta es protagonizada por un puñado de actores que incluso no son muy famosos en su tierra natal. Sin el músculo que te da contar con superestrellas, el proyecto era aún más difícil de vender.
No obstante, el reto se logró, los apoyos llegaron no porque hubiera fe en la película, sino por la osadía que representa: se trata de un director ruso que quiere filamar una película de superhéroes en rusia, con actores de la región y en el idioma local. Una locura.
Zashchitniki (Guardianes, por su nombre en español), narra la historia de un grupo de metahumanos que adquirieron poderes luego de una serie de experimentos científicos clandestinos auspiciados por el mismo gobierno como medida precautoria en caso de una guerra contra los Estados Unidos. Al finalizar la Guerra Fría, este grupo de élite se refugia a lo largo de todo Rusia. Cuando un viejo científico de aquella época (también con superpoderes) domina la milicia, el gobierno se da a la búsqueda de estos metahumanos bajo el código Guardianes.
Visualmente no hay reparo. Guardianes es una cinta que se ve más cara de lo que es, con un cuidado diseño de producción (al que le faltó más soltura, ya que todo se ve calculadamente puesto en su lugar) y con una cámara bastante efectiva por parte del cinefotógrafo Maksim Osadchiy-Korytkovskiy.
El guion a seis manos, escrito por el mismo director y dos colaboradores más, carece de profundidad. Los diálogos resultan casi pueriles y hasta cursis, dándole a la película una textura parecida a las viejas cintas tipo B (B movies) donde lo que importaba era la acción y no tanto la historia. Y en ese sentido la película cumple, la acción está bien filmada y los efectos son llamativos, aunque es claro que faltaron algunos millones a invertir en procesadores a fin de alcanzar texturas aún más finas. La historia claramente abreva en los Cuatro fantásticos y X-Men, aunque con una densidad que a la larga resulta ridícula. Los rusos se lo toman demasiado en serio, y no dejan espacio para algo de humor. Esto último, más que un defecto, probablemente sea una característica de los rusos mismos.
Pero lo interesante aquí no es la trama ni las actuaciones ni los efectos, lo interesante es ser testigos de la osadía, de cómo un joven de 33 años logró filmar una cinta de este género en medio de una industria que apenas va renaciendo luego de años de estar muerta. Es también un acto de amor al cine, un atrevimiento de un país que sigue en guerra consigo mismo y con el pasado. Si lograron hacer esto con 6 millones, qué podrían hacer con doscientos.
Ficha
Dirección: Sarik Andreasyan.
Guion: Sarik Andreasyan, Andrey Gavrilov y Gevond Andreasyan.
Producción: Vladimir Polyakov, Aleksey Ryazantsev, Gevond Andreasyan. Rusia, 2017.
Fotografía: Maksim Osadchiy-Korytkovskiy.
Edición: Georgiy Isaakyan.
Diseño de arte: David Dadunashvili.
Con: Alina Lanina, Valeriya Shkirando, entre otros.