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Los juegos de Valerian y Laureline

Más allá de la temporalidad, la concepción de futuro que refleja el cine de Luc Besson transita por el camino de las ideas con toques de humor porque, tal como lo deja ver en Valerian, su más reciente filme, a este cineasta francés ponerse serio no le va bien
14 de Agosto 2017
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POR JAVIER PÉREZ

Luc Besson es un cineasta al que siempre le ha interesado el futuro. Desde su ópera prima, Le dernier combat (1983), ese tema ha sido constante en sus historias. Más allá de la temporalidad, su concepción de futuro transita por el camino de las ideas. La femme Nikita (1990) y Léon (1994) son ejemplo de ello. Historias sobre asesinos entrenados como máquinas letales a los cuales les ha sido arrebatada la identidad, ambas películas hablan sobre personajes sin posibilidad de futuro. A esta visión ciertamente decadente, que le dio fama internacional por la violencia explosiva con que la acompañó y por el carisma de sus actores (en especial la de Anne Parillaud de Nikita y la de Natalie Portman en Léon), Besson añade un elemento esperanzador, pues sus personajes principales están dispuestos a sacrificarse por la construcción de un futuro aun cuando este no sea para ellos mismos.

En Le cinquième élément (1997) regresa a hablar abiertamente del futuro. Su postura es distópica, aunque no comparte una paleta grisácea, sino una llena de colores llamativos que se volverá su sello, una temática ambientalista en una historia protagonizada por Bruce Willis y Milla Jovovich y un juego sexual, sensual y amoroso que parece explotar en cualquier momento. La película impresionó porque, como el trabajo anterior de Besson, se ponía de frente con Hollywood en géneros altamente comerciales. Además, se tomaba con buen humor una estrambótica película de acción, aventura y ciencia ficción con múltiples referencias fílmicas.

De hecho, el humor se convirtió en elemento fundamental de las cintas de Besson desde sus primeros trabajos. Y cuando lo ha suprimido, como en Joan of Arc (1999), los resultados han sido desastrosos para un cineasta al que suele tildarse de comercial y poco profundo.

Después de ese fracaso comercial y estético, el director hizo un video para Madonna en el que volvió a su colorido universo, y dos años más tarde, en 2006, inició su serie de aceptables películas animadas: Arthur et les Minimoys (las continuaciones fueron de 2009 y 2010, solamente interrumpidas por Les aventures extraordinaires d’Adèle-Blanc) pasando antes por una desangelada Angel A (2005).

Ponerse serio no le va bien: The Lady (2011) fue un fracaso, pero The Family (2013), una comedia negra con Robert De Niro, tuvo mejor fortuna. Aunque Lucy (2014), su thriller de ciencia ficción protagonizado por Scarlett Johansson, lo regresó a las aventuras coloridas, las elaboradas coreografías de acción y a su postura crítica con respecto a la humanidad.

Esos elementos reaparecen en el que hasta el momento es su proyecto más ambicioso en términos técnicos: Valerian y la ciudad de los mil planetas (2017), película que adapta el cómic Valerian et Laureline de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières y que recién se ha estrenado en México. Un blockbuster bien trabajado en el que Besson deja en claro que las distopías ambientalistas, los juegos sexuales, sensuales y amorosos e inclusive el humor no le restan nada a una película fantástica. Por el contrario, Besson humaniza esta historia ubicada en un futuro lejano, se pone a la vanguardia y no duda un segundo en mostrar sus referencias.

Incluso dividió a los equipos de efectos especiales en Avatar (James Cameron), Alien (Ridley Scott) y Star Wars (George Lucas) con el propósito de hacer un trabajo minuciosamente especializado que le llevó algo así como tres años.

Sin embargo él, sostiene categóricamente, no se deja arrastrar por la tecnología a pesar de que al crear su película tuvo que rodear a sus jóvenes actores –Dane DeHaan (Valerian) y Cara Delevingne (Laureline)– de innumerables efectos visuales. “Para mí la tecnología es una herramienta. Empezamos haciendo películas en blanco y negro y sin sonido, luego llegó el sonido y después el color. Y James Cameron con Avatar creó numerosas herramientas que usamos ahora en efectos especiales. Somos muy afortunados de poder usar eso. Pero no soy una persona tecnologizada del todo. No tengo una cuenta de Twitter y cada vez que lo digo creen que es una broma. Escribo mis guiones a mano y mi asistente los pasa a computadora. No quiero que la tecnología limite mi mente, quiero que la tecnología me acompañe y me ayude a contar la historia”.

Eso se nota en su universo fílmico: a ratos ingenuo, a ratos violento, a ratos sexual, a ratos fallido, a ratos incluso inverosímil, aunque siempre abordado desde una perspectiva lúdica y humorística. Por cierto, es memorable la escena de Rihanna donde homenajea a la Liza Minnelli de Cabaret (1972). Imperdible.

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