No es extraño entrar a alguna función del Festival Internacional de Cine de Morelia y encontrarse con que, a pesar de tener un boleto pagado, la sala esté completamente llena. Ante la situación solo hay dos opciones: abandonarla o suelo.
En la esperadísima función de RAW (Grave, por su título en español), la gente optó por el suelo.
No era para menos. La película en cuestión –ópera prima de la francesa Julia Ducournau– viene precedida por un entusiasmo que pocas veces se ve en el trabajo de una debutante. Y es que varios medios reportaron que en Cannes hubo ambulancias atendiendo a la gente que se desmayaba o vomitaba al ver la película. Si eso llegara a suceder en esta sala, atestada de gente, el vómito de uno seguramente le caería en la cara a otro.
Lo cierto es que si bien hay mucho de exageración en esos supuestos reportes, que suenan más a publicidad, RAW no es una película convencional. La historia, que entraría en el subgénero del body horror, es sobre Justine (extraordinaria Garance Marillier), una adolescente que recién entra a la universidad para estudiar Veterinaria.
Ella y todos los alumnos de recién ingreso son sometidos a toda clase de castigos en forma de novatada, uno de ellos consiste en comer vísceras de algún animal. Más allá de lo asqueroso del asunto, Justine tiene un problema para cumplir con el reto: es vegetariana, toda su familia lo es, a un nivel casi religioso.
Pero la presión social es mucha, incluso su hermana mayor, que estudia tambié ahí, la obliga a comer la carne de animal. Mala idea. A partir de ese momento, Justine empieza a desarrollar un apetito inusual hacia la carne: primero en forma de hambre voraz, luego en el asalto desesperado al refrigerador, luego en apetito por carne cruda, y luego… mejor descúbralo usted en la pantalla.
Alguien podría argumentar, con mucha razón, que esto ya lo habíamos visto antes en cintas como Ginger Snaps (Fawcett, 2000) o Suspiria (Argento, 1977). Pero el show en esta película no está propiamente en su historia, sino en la manera admirable en que su joven directora, la francesa Julia Ducornau, resuelve todos y cada uno de los retos que el guion le va plantenado.
El rapport entre las dos hermanas, el ambiente tenso de peligro constante en la escuela, las fiestas universitarias como bacanales de perdición absoluta, el despertar sexual de Justine –obvia referencia al Marqués de Sade–, episodios de canibalismo, terror, suspenso, al parecer no hay nada que Ducornau no pueda concretar mediante todos los recursos disponibles: planos secuencia, ralentí, primeros planos, close-ups, todo ello con la cámara extraordinaria de Ruben Impens y la impecable actuación de Garance Marillier, cuya actitud a prueba de balas le proporciona una personalidad particular a todo el filme.
Ducornau sabe manejar atmósferas, espacios, actores. RAW es una de las óperas primas más impresionantes y energéticas que hemos visto en mucho tiempo. El manejo tan depurado que tiene de todos sus recursos hace ver a esta debutante de apenas 33 años como si fuera toda una veterana.
RAW es una grata sorpresa: visceral, sangrienta, sexual, pero sobre todo filmada con el pulso energético de una cineasta sobre la cual solo podemos esperar grandes cosas. Esto es apenas el inicio.