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Razones de sobra

Netflix lo vuelve a hacer y ahora es la serie 13 Reasons Why la nueva tendencia en redes sociales
02 de Mayo 2017
Especial
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Al ver el primer capítulo de 13 Reasons Why, la más reciente serie de Netflix, parece que estamos frente a un thriller que promete horas de suspenso. Clay (Dylan Minnette) es un adolescente promedio en una preparatoria promedio de Estados Unidos. Luego del suicidio de una de sus compañeras de escuela –Hannah Baker (Katherine Langford)– Clay recibe en su casa un misterioso paquete: siete audiocasetes (aquel formato que los millennials nunca conocieron) grabados de viva voz por la propia Hannah justo antes de morir.

Cual si se tratara de una radionovela de terror, Hannah explica que en esos audios contará las razones por las cuales cometió suicido y advierte que todo el que esté escuchando es culpable, en menor o mayor grado, de su decisión.

La sorpresa y el morbo mueven tanto a Clay como al público para continuar enganchados y escuchar la crónica puntual, narrada por la misma Baker, de cómo es que inició la frustración adolescente que la llevaría a tomar ese camino. Cada lado de cada casete está dedicado a uno de sus compañeros y es, a su vez, un capítulo de la serie. En ellos se reparten culpas en un despliegue de angustia adolescente que va de lo ridículo a lo intenso.

Netflix no suele revelar cifras de audiencia de sus productos pero, a juzgar por la efervescencia en las redes sociales, todo parece indicar que estamos ante otro gran éxito de la empresa. Apenas una semana después de su lanzamiento, el pasado 31 de marzo, 13 Reasons Why habría alcanzado hasta 3.5 millones de menciones en Twitter, además de un intenso debate entre profesores, terapeutas y padres de familia alrededor de los importantes temas que aborda: bullying, abuso sexual, comunicación con los adolescentes y más.

Los primeros capítulos cumplen con enganchar a la audiencia. El recurso de los casetes es efectivo tanto por la nostalgia hipster que decanta como por el misterio que en sí mismo encierra. Cual novela de Agatha Christie, estamos frente a un clásico who dunnit? (¿quién lo hizo?) donde todos son sospechosos y todos son culpables en potencia. La serie presume una estructura visual atractiva donde el presente y el pasado se mezclan de manera orgánica en tomas sin cortes. La narración en off lo mismo puede suceder en el presente y sin parpadear nos regresa al pasado en un efectivo juego de cámaras mezclado con un soundtrack muy eficaz que incluye a The Cure y hacereferencias a Joy Division.

Pero no todo lo que brilla es oro. El encanto se desvanece con el correr de los capítulos. Las “razones” de Hannah no parecen tener suficiente peso, la serie se estanca en sí misma, la historia no avanza y la trama se vuelve reiterativa hasta el hartazgo.

Lo que inicia como un thriller de suspenso pronto muestra su verdadero rostro: un machacante panfleto “con mensaje” (literalmente, porque se incluye un bono donde los actores, directores, guionistas y productores hablan del problema y su postura ante él) que busca advertir y hacer conciencia sobre el bullying y los muchos peligros a los que se enfrentan los adolescentes en la escuela, incluso el suicidio.

No digo que sea un tema menor, al contrario, según cifras actuales, el suicidio es la segunda causa de muerte entre niños y jóvenes de 10 a 24 años, de acuerdo con datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EU. Sin embargo, a la serie le sobran al menos la mitad de los capítulos (uno puede saltar del tercero al noveno sin perder esencia alguna de la historia) y aunque estén bien actuados y la producción sea de primera, estamos en los terrenos de las “series con mensaje”, lo cual no la hace tan distante de productos como La rosa de Guadalupe, entre otros similares.

El viejo adagio “Si quieres enviar un mensaje no hagas una película, mejor manda un telegrama” aplica a la perfección en este caso. Como panfleto, 13 Reasons Why es efectivo, genera discusión y deja abierta la puerta incluso para una segunda parte. Pero como serie resulta olvidable, tediosa, sobrepoblada en personajes y con un tono regañón y hasta cierto punto conservador que no es sino una reedición del añejo “Y usted, ¿sabe dónde están sus hijos?” 

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