Revista Cambio

Venom

Ignoro cuál sea su historia en los cómics, pero en lo que a cine basado en superhéroes se refiere, Venom (personaje del universo de Spider-Man creado por el muy talentoso dibujante y escritor Todd McFarlane) tiene el dudoso honor de ser uno de los villanos que mató la franquicia de Spider-Man allá por 2007.

Luego del éxito en crítica y en taquilla de Spider-Man 2 (Raimi, 2004) –cinta que continúa junto con The dark knight en el Top3 del cine basado en cómics–, los siempre oportunos ejecutivos de Sony tuvieron a bien meter de más la mano en Spider-Man 3, la secuela de la que, por supuesto, esperaban recaudar aún más millones. Para ello obligaron al director, Sam Raimi, a incluir en el guion a Venom, villano que no era del agrado de Raimi (quien por cierto era muy fan del Hombre Araña) pero tuvo que meterlo con calzador en una cinta que ya contaba con otro villano (El Arenero, interpretado por Thomas Haden Church).

Total, que el resultado fue un amasijo horrendo de tramas y subtramas sin sentido que hicieron de aquella una de las peores películas de superhéroes de todos los tiempos, y en el centro de la tragedia estaba Venom, una de las más infames creaciones en la historia de las gráficas hechas por computadora.

Casi diez años después, y luego del éxito de Marvel y su Universo Cinematográfico, Sony revive a Venom ya no como un villano de Spider-Man, sino como protagonista de su propia cinta. Dirigida por Ruben Fleischer (Zombieland, 2009), el filme narra cómo el rudo y comprometido periodista de TV, Eddie Brock (Tom Hardy, con más entusiasmo que pericia) se expone por accidente a una especie de parásito del espacio exterior (un simbionte, le llaman) que le confiere poderes. Este ente alienígena (el Venom del título) puede controlar las acciones del portador, pero todo el tiempo habla con él en una relación simbiótica donde nunca quedan claras las reglas sobre cuándo manda uno o el otro.

Utilizando la ley de mínimo esfuerzo, los guionistas de la cinta (un nutrido grupo compuesto por cuatro escritores) no se quiebran la cabeza y montan la clásica historia del científico loco que en su búsqueda por apoderarse del mundo libera una bestia que destruirá el planeta. El giro inesperado es que esta bestia, de color negro, de forma flexible y que se fusiona con la persona portadora, termina siendo una especie de antihéroe que junto con Brock, buscarán detener los planes del empresario y científico Carlton Drake (Riz Ahmed), responsable de que los peligrosos simbiontes hayan llegado al planeta.

El tono pueril de todo el entramado nos hace pensar que los responsables de esta cinta estuvieron atrapados veinte años en una cueva y nunca se enteraron del cine de Nolan, del Universo Cinematográfico de Marvel o del cine de M. Night Shyamalan. Y es que la trama y la manufactura de esta cinta nos recuerdan poderosamente a aquellas cintas ochenteras de bajo presupuesto, llenas de lugares comunes y prácticas que pensamos superadas, como el científico loco, el villano converso, las gráficas por computadora mal hechas, las persecuciones inverosímiles, los diálogos inanes y una estrella de la música que interpreta el tema final (Eminem componiendo una canción nueva para esta película).

Lo curioso es que a pesar de lo inútil del ejercicio, el interés no decae, tal vez por la única fuerza positiva de la cinta: un Tom Hardy con mucho ímpetu, aunque no convence del todo en este ejercicio de actuación sin red de protección, donde la mayoría de las escenas se resuelven con un Hardy que tiene que actuar ante la nada y con el propio cuerpo como escenario. Se le aplaude el tesón, pero no alcanza para convertir esta decepcionante película en algo digno de ser visto.

 

Dirección: Ruben Fleischer.

Guion: Scott Rosenberg, Jeff Pinkner, Kelly Marcel, Will Beall, basado en el personaje creado por Todd McFarlane.

Producción: Avi Arad, Stan Lee, Amy Pascal, Matt Tolmach. EU, 2018.

Fotografía: Matthew Libatique.

Edición: Alan Baumgarten, Maryann Brandon.

Con: Tom Hardy, Michelle Williams, entre otros.