Revista Cambio

Vivir a ritmo de claqueta

POR JAVIER PÉREZ

Los personajes de Tenoch Huerta (1981) suelen estar atormentados. Ya sea como el policía de Días de gracia (2012), papel para el cual estuvo algunos meses en la policía de Ecatepec y por el que ganó un Ariel, o el de Gavilán, un hombre que regresa a buscar a su padre con el propósito de saldar cuentas del pasado en Vive por mí, recién estrenada el pasado 21 de julio, a Tenoch le viene bien mostrar la desazón interior de sus personajes.

Sin embargo, no busca papeles de hombres perturbados ni ensimismados. De hecho, no le importan ni el tema ni el personaje por sí mismos. “Me pasa algo muy particular: cuando estoy leyendo un guion y conforme voy avanzando, lo voy imaginando, me emociono y a veces hasta me paro y actúo cosas. Quiere decir que me atrapó y ya le entro”. Aunque eso no es todo. Le parece importante que, además de un guion bien escrito, haya un equipo comprometido, lo que incluye al director, productor y actores que sostienen la historia. “Si no les apasiona su chamba, qué hueva; si no les hierve la sangre por hacerlo, si no están todo el tiempo nada más pensando en eso, si no son weyes que van a su casa a darle vueltas y vueltas y están: claro, esta palabra se tiene que decir así por esto y por esto, no me interesa trabajar con ellos”.

Tenoch tiene una carrera relativamente corta, y bastante prolífica. Su trabajo en el cine lo ha posicionado como un actor sólido que lo mismo puede hacer un filme como Güeros que una serie como Blue Demon. Ya lleva poco más de 30 películas, que incluyen trabajos no sólo en producciones mexicanas, sino también de Estados Unidos y España. En fecha todavía por confirmar, se estrenará Bel Canto, película estadounidense en la que comparte créditos con Julianne Moore, Noé Hernández y Ken Watanabe; en noviembre, se estrenará la producción española El autor, del conocido director Manuel Martín Cuenca. Y desde junio trabaja en la serie Aquí en la tierra, producción de Fox y Gael García Bernal. Además, acaba de terminar temporada de la obra Exiliados, la única que escribió James Joyce, que dirigió Martín Acosta.

De entre todos los medios, Tenoch se siente más cómodo en el cine. “Cada vez que me dicen que los verdaderos actores están en teatro, digo que la neta es que no. Los verdaderos actores están en todos lados y un medio no es superior a otro, de ninguna manera. Cada medio tiene sus particularidades, cada uno tiene sus exigencias, sus maneras y tú como actor te vas adaptando a cada una de ellas. Yo no creo que el teatro sea superior al cine”.

A él la actuación lo hace sentir bien, lo alegra y desahoga. “Es complemento a mi terapia en el psicólogo, a veces es el pretexto para ir al psicólogo. Me da de comer”. Además, dice, no sabe hacer otra cosa mejor que actuar. “Me parece una profesión bastante generosa. Mi vida cambió completamente al volverme actor y me emociona. Siempre he dicho que el mejor momento de mi vida transcurre entre que gritan acción y corte. Esos momentos son los más chingones para mí. Son el nirvana”.

Tenoch está convencido de que el arte es la medicina del alma. “En el mundo tecnócrata neoliberal en el que vivimos está muy desestimado todo lo que no es cuantificable. Si no se puede cuantificar, entonces no sirve para una chingada. El arte es eso, lo intangible. Hay gente que si se hubiera permitido llorar un poco más en su vida, tal vez no se hubiera suicidado. Si hubiera habido gente más abrazada en su vida, hubiera tenido menos conflictos.

“Y creo que el arte te sensibiliza precisamente hacia eso. Te hace empatar con lo que ves en la pantalla, te hace empatar contigo mismo y te sensibiliza, te ayuda a valorar, a llegar, a abrazar. Digamos que el arte es un ablandador: tenemos el corazón demasiado duro y el arte nos permite ser seres humanos sensibles y eso siempre va a ayudar a una sociedad, más en un momento como el que estamos viviendo en este país, que la gente se está deshumanizando muy cabrón. El arte nos devuelve la dimensión humana”.