POR TANIA PÉREZ / DISONANTES.MX
Ya lo dijo Zac Efron: para que los invitados en una fiesta conecten “el DJ debe conseguir que salgan de sus cabezas y entren en sus cuerpos”. Esta es una de las líneas de la película We are your friends donde el cantante y estrella de cine que interpreta un joven DJ que evita a toda costa una vida ordinaria y godín.
Dentro del personaje de Cole Carter, Efron resume en una escena de escasos cinco minutos una realidad científicamente comprobada: la música es capaz de provocar respuestas físicas instintivas o inconscientes. ¿Por qué?, porque es un estimulante.
Si alguien escucha con cierto grado de concentración una canción, esta provoca cambios medibles en sus ondas cerebrales y la frecuencia de los latidos de su corazón. Esto no lo dice sólo un Dj en un filme hollywoodense, sino cientos de estudios médicos y científicos de todo el mundo.
Estas alteraciones en el sistema nervioso y circulatorio causan una inquietud física en el escucha que, bien encarrilada, lo incita a bailar.
Dichas respuestas corporales pueden darse de forma masiva y al mismo tiempo, por eso se cree que en la era primitiva la música era esencial en los rituales y ceremonias sociales pues genera conexiones y una sensación de unidad. Actualmente esto se da entre público-artista y también entre público-público; al salir de un buen concierto solemos describir el ambiente con frases como “había buena vibra” o “se sentía la energía de la gente”.
Así pues, la música inteligentemente seleccionada puede ser la motivación que nos hacía falta para rendir más, pues como estimulante psicofísico, la música es el perfecto acompañante al ejercitarnos.
No hace falta leer todas las publicaciones o entrevistas del doctor Costas Karageorghis (un referente mundial por ser uno de los principales investigadores en este tema) para entender los efectos ergogénicos que tiene la música en nuestros cuerpos mientras realizamos actividades deportivas, basta con darnos una vuelta por Spotify.
En su sección “Géneros y estados de ánimo”, esta red social tiene un apartado de playlists para hacer ejercicio. Allí hay listados dedicados a motivar, calentar o energizar, y estos se dividen según la intensidad de la actividad que se realice.
Las pulsaciones normales de un corazón adulto van de 60 a 100 por minuto, sin embargo, aumentan su frecuencia considerablemente cuando el cuerpo se activa mental o físicamente, por un susto o por subir escaleras a prisa, causando picos en las lecturas cardiacas. Evitar estas alzas repentinas y mantener un ritmo de latidos acelerado pero constante es una de las características de los atletas, y aquí es donde entra la música.
Para calentar, Spotify propone un bonche de canciones con 130 BPM (beats per minute o pulsos por minuto) como “So what” de P!nk o “Glad you came” de The Wanted, con el fin de acelerar un poco el ritmo cardiaco y dejar el cuerpo listo para el ejercicio real.
En el listado de 140 BPM pueden escucharse “I see a darkness” de Acid Pauli, y “Scary monsters and nice sprites” de Skrillex; mientras que para subir las pulsaciones a 145 por minuto, recomienda canciones como “Here it goes again” de OK Go, y “1901” de Phoenix.
Así es como se van creando las listas sin importar tanto el género. Puedes correr con Nirvana, Outkast o Lil Wayne en tus audífonos, todos ellos tienen canciones con 150 o más pulsaciones por minuto, lo importante es que lo que escuches mantenga de manera inconsciente la regularidad de tu ritmo cardiaco.
Que la selección musical que se haga coincida con el latido del corazón funciona si el atleta lleva su atención hacia la música y no al agotamiento, así su cuerpo se deja llevar en cierta medida por lo que escucha, como cuando en una fiesta no quieres pararte a bailar pero te descubres en algún momento moviendo el pie al ritmo de la música, sólo que mientras te ejercitas mueves más que una extremidad.
Así como la música tiene mucho que ver con la activación física, la activación física a su vez está relacionada con la felicidad, por eso muchas de las canciones consideradas como las más felices de la historia tienen en común un BPM de 150 o más, por ejemplo “Don’t stop me now” de Queen, con aproximadamente 156, o “Happy” de Pharrel Williams, con 160.
Entonces, cuando el ritmo correcto va acompañado por letras positivas, motivantes o divertidas como los ejemplos anteriores –o algunos mexicanos como “Todo va a estar bien”, de Meme, “Más fuertes que antes” de Marino, “Vivir con valor” de Adan Jodorowsky–, tenemos una oda a la felicidad al alcance de un clic si contamos con un reproductor de bolsillo.
*Tania Pérez forma parte del colectivo Disonantes.mx, personalidades discrepantes e inconformes unidas por el gusto a la buena música. En 2015 crearon un website con el propósito de dar a conocer sucesos musicales en la región Bajío, pero sobre todo para documentar y describir cambios silenciosos que forman y deforman la escena musical.
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