POR JAVIER PÉREZ
Son casi treinta jóvenes sentados alrededor de Carla Herrera y Anthony Graves, artistas que desde 2005 trabajan bajo el nombre de Camel Collective. Los jóvenes, todos con un gafete en el que se lee “Enlace”, escuchan atentamente en un pequeño espacio de una enorme sala en la segunda planta del edificio de concreto y cristal que alberga el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Están aquí para cuestionar sobre la videoinstalación La distancia entre Pontresina y Zermatt es la misma que la de Zermatt a Pontresina, la cual se presenta en la sala tres de este museo hasta el próximo 23 de julio.
Preguntan por la forma de trabajo de los artistas, por las intenciones de la pieza de 26 minutos conformada por dos canales de video y cinco de audio, dan algunas interpretaciones y buscan encontrar las razones que llevaron a estos artistas, ella mexicana y él estadounidense, a crear esta obra cuyo punto de partida es el intercambio epistolar entre los filósofos Herbert Marcuse y Theodor Adorno ocurrido en 1969. Una discusión con puntos de vista encontrados sobre los movimientos estudiantiles de Estados Unidos y Alemania.
Los jóvenes tratan de entender por qué Camel Collective, por ejemplo, recurrió a dos actores ciegos para que leyeran en braille las cartas y por qué empleó a los Gavira, quienes se encargan de crear los sonidos incidentales de una película. Tratan de ir a fondo. Estos jóvenes son el enlace del MUAC con sus visitantes; por eso están aquí, para empaparse del tema. A veces irán a profundidad. No somos filósofos, les dirán Carla y Anthony en algún momento. Y me lo repetirán a mí cuando, más tarde, conversemos mientras bebemos café en medio del trajín del restaurante del lugar.
En la sala tres del MUAC, una pieza escultórica en resina que representa los objetos utilizados por los Gavira para crear sonidos, da la bienvenida a los visitantes. Lo que se ve en los videos es a dos actores ciegos leyendo en braille las cartas, en los Estudios Churubusco, donde los Gavira sonorizan dos caminatas que hacen los mismos actores: uno, el que lee las misivas de Adorno, por el Bordo de Xochiaca; el otro, que lee las de Marcuse, por el Centro de la Ciudad de México. Los artistas crearon un diálogo con una selección de siete de las aproximadamente 20 cartas que intercambiaron estos filósofos.
“Adorno y Marcuse tocaron cosas muy serias sobre la relación entre el pensamiento y la práctica o la teoría y la práctica, o lo que podría ser el arte y su efecto social –dice Anthony casi en un murmullo–. Son preguntas que nos hemos hecho desde siempre, la relación entre nuestras investigaciones y lo que producimos a partir de ellas, donde no puedes separar los elementos conceptuales de los materiales con los que se da forma a algo”.
Dice Carla que las cartas son un encuentro donde los filósofos, a quienes ellos admiran y que han inspirado otras obras, no pueden resolver su diferencia de punto de vista. Que hayan elegido como locaciones el Bordo de Xochiaca y el centro de la Ciudad de México responde a que son lugares reconocibles y táctiles. Además, como una de sus preocupaciones es el tema de la producción, ambos sitios responden a ese discurso. En el centro precisamente está el foco de la producción social de la Ciudad de México. En cambio, el Bordo representa el punto final de la producción social. Y haber traído a colación estos textos es, dice Carla, para crear arte. “No somos filósofos”. Anthony complementa: “No intentamos explicar ningún concepto o sus posiciones, las preguntas que se plantean son preguntas que como artistas nos hemos planteado muchas veces”. Carla agrega: “Nosotros tampoco tenemos la respuesta, somos igual de ciegos que cualquier espectador”.
Por eso la ceguera adquiere representación simbólica. Por un lado, representa la incapacidad de los filósofos por aceptar, o ver, el punto de vista del otro. Por otro, vuelve físico lo que no es. “Además está la relación entre el actor y el Gavira: el Gavira siempre busca en la imagen, es seducido por ella, trata de reconciliarla con el sonido para volverla perfecta, hacerla realidad”, dice Anthony. Y los actores, provenientes del Teatro Ciego, están seducidos por el sonido. Camel Collective hizo dos desmantelamientos en su video: presentó el lado humano del filósofo y puso en evidencia el proceso de creación de la imagen.
“Apuntamos a la construcción misma de la pieza –asegura Carla–. Algo parecido a lo que Brecht decía: hacer una interrupción para regresar al espectador a considerar cuáles son los mecanismos que hacen posible que esta imagen exista”.
La ceguera de los actores lleva a otro nivel de experiencia: el de la artificialidad. Se lee sin vista y se escucha una recreación del que podría haber sido el sonido de una caminata. La palabra “desmantelar” reaparece como un anuncio luminoso. Hacen collage, dirá Carla, al tratar de juntar estructuras o sistemas no necesariamente compatibles; sin buscar la unión homogénea, sino la distinción de cada elemento. “Es la estrategia de la desmitificación y revelación del aparato, una estrategia estética marxista de los años treinta”, dice Anthony. Uno de los jóvenes de la enorme sala había llegado más o menos a esta conclusión. Carla, emocionada, comentó que si el público lograba ver eso, su misión como artistas estaba cumplida.
¿De dónde sacaron el título?, les pregunto. Es una frase de Marcuse. Pura ironía filosófica.