Por Miriam Canales
Todos hemos sentido odio por algo o alguien, y es que este sentimiento solemos manifestarlo con quejas o, peor, haciendo daño; sin embargo, recordemos que también se puede manifestar a través de diversas vertientes, como con música, donde hay infinidad de canciones que desfilan en todos los idiomas y géneros. El desamor y la ira han encontrado cabida aquí desde décadas atrás, y despotricar contra la religión o el sistema siempre ha sido deleite y catarsis de oídos y gargantas enardecidas que alimentan la polémica, la censura y, por supuesto, las listas de popularidad.
Jarmush y el milagro minimalista
¿De qué otro modo hubiera brotado hace 40 años el punk de no ser por la inconformidad y el descontento contra la política del Reino Unido, por ejemplo? Aunque en los años posteriores se contagió a otros países y aún subsiste, no ha sido el único género que derroche furia y rechazo, el heavy metal es otro ejemplo que provoca incomodidad y prejuicio en quienes lo desconocen; de igual modo, la grupera, el rock y el pop meloso. No obstante, lo que hoy reina sin lugar a dudas es el reguetón o “urbano”, una corriente que no pretende poner en entredicho a la política o ser contestatario, sino hacer “perrear” a sus oyentes mientras sus detractores lo acusan de frívolo, vulgar y promotor del sexismo.
“Yo he recibido llamadas telefónicas, mensajes y correos electrónicos de radioescuchas quejándose acerca de un tema que se encuentra en la programación de la radiodifusora. Considero que líneas temáticas como la religión, el sexo, la política han estado presentes en la lírica musical desde siempre”. Quien habla es Felipe Perales, programador radiofónico de una popular cadena nacional asentada en la ciudad de Torreón, Coahuila. Entre su trabajo destaca elegir los contenidos que marcan la pauta y vigilar los variados, y a veces impredecibles, gustos de la audiencia. Rock, pop y grupera desfilan por su acervo y todos levantan ámpula de un modo u otro.
Se le ama o se le odia
Mientras que las jóvenes huestes cantan y bailan embelesadas ante el llamado “nuevo pop” y rinden pleitesía a Maluma, J Balvin o Daddy Yankee, otros detestan su ritmo y lírica. Recordemos la reciente declaración de Aleks Syntek quien dijo que esta música “de simios” lo tenía “hasta la madre”. “Carece de valor musical y poética”, fue una opinión de Pablo Milanés. Lo que es un hecho es que polémicos y lucrativos temas como “Cuatro Baby’s” o “Safari” han sido leyenda y congregan masas. Ni que decir de “Despacito”, que ha sonado hasta el hartazgo en 2017.
Sus adversarios los tildan de machistas y de cosificar a la mujer. “No es el reguetón, no es la música; somos nosotros, nuestra cultura y nuestros consumos. La música es un vehículo y nos dice que eso ahí está. “ Cuatro baby’s en un desenfreno sexual. Quizá para muchos el oír eso les resulte incluso hasta catártico porque es algo que posiblemente no se atreverían a hacer o hablar acerca de”. comenta Perales ante la disyuntiva de obedecer a este redituable género y enfrentar a sus maldicientes. “Creo que somos medio cobardes, ‘mochos’ o inmaduros al censurar eso cuando internamente quizá nos excite o nos haga fantasear. Siendo honestos ese ‘lado oscuro’ está en todos nosotros, y en lugar de reconocer su existencia, asumirla y procesarla nos la pasamos buscando justificaciones moralinas y divagando haciéndola de juez y parte”.
El personaje actual más odiado y poderoso por antonomasia es Donald Trump, blanco de ataques y celebraciones. El grupo mexicano Oxomaxoma –uno de los secretos mejor guardados del rock underground desde hace más de 30 años– le compuso en 2016 un tema de forma independiente llamado “¡Donald Trump, chinga tu madre!”. No se trata del “estilo Molotov”, es una diatriba muy sui géneris disponible sólo en Soundcloud. Consideran su ego su arma más peligrosa y, a la vez, lo que le resta mayor seriedad en el campo político. “La música cumple como válvula de escape desde todos los estilos existentes. Recordemos los cánticos de guerra, la música de protesta. Mientras exista alguien que va contra los intereses o bienestar de la mayoría, estará presente la denuncia ya sea en voz escrita o como canción”, menciona al respecto José Álvarez, miembro fundador de la banda. “Hay varios personajes y situaciones por las cuales no manifestar odio sino inconformidad. En las presentaciones de Oxomaxoma queda clara nuestra postura ante las injusticias y lo expresamos con energía y fuerza”. Otros de sus dardos han sido dirigidos contra Enrique Peña Nieto y el irresoluto caso Ayotzinapa. José tampoco soporta el reguetón ni a los grupos comerciales de Televisa.
“Se siente bonito cantar una canción que te recuerda que te la hicieron, pero que lo superaste”, afirma Andrés Haro, productor e integrante primigenio de la banda tapatía de culto El Personal, quien habla de su proceso creativo con respecto al odio. “Es mejor que ir y reventarle los sesos a alguien”. Si bien, en su clásico repertorio no destacaron canciones agresivas, el sentimiento nunca quedó exento y se impregnó en temas como “Mi mejor amigo”, dedicada a un amigo traidor que rompió una relación de pareja, o “Te va a ir muy mal”, con su otra agrupación, Andrés Haro y Los 7k. “En general no me gusta la música mal hecha, del género que sea. Me molesta también que le asignen valores que no le corresponden, como ‘música para correr, para el gym, para hacer el amor’. Me parece una estupidez”.
En una breve encuesta en las redes sociales, algunos usuarios nombraron las siguientes canciones populares, donde encontraron un nicho de oportunidad a su odio personal: Para dedicarle a una suegra repudiable destaca “Tu mamá no me quiere”, de Charlie Monttana; para el desamor, “La papa sin cátsup”, de Gloria Trevi, y “Mean” de Taylor Swift o “Ya pasará”, del grupo Morbo. “Las rancheras son las mejores para hombres mexicanos”. Menciona Luis, un joven abogado quien recordaba a una exnovia con el tema de “Volver”, de Vicente Fernández.
Es así como el odio continúa presente en el imaginario, y cómo grupos, géneros y canciones encuentran, y seguirán encontrando, súbditos y opositores. Una historia sin punto final.