Francisco Villa firma el acta de su rendición, pactada un mes antes. Después del ataque a Columbus, que provocó la intervención norteamericana, Villa perdió fuerza y prácticamente regresó a su antigua condición de guerrillero.
El presidente interino Adolfo de la Huerta pacta con él los Tratados de Sabinas, por los que depone las armas, se retira a la vida privada con una escolta de cincuenta hombres, conserva su grado militar y de la hacienda de Canutillo de veinticinco mil hectáreas, al resto de su ejército se le indemniza.
Ya en la hacienda, Villa actuará como jefe de familia y comenzará a hacer realidad su sueño de una colonia militar; construirá casas, bodegas, escuela, tienda, consultorio médico; adquirirá maquinaria y disfrutará de la prosperidad. Pero seguirá pensando que la Revolución aún no cumple con lo ofrecido a la mayoría de los mexicanos.
El 20 de julio de 1923, será asesinado y poco después, su hacienda será incautada
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