Revista Cambio

El neoperreo tiene voz femenina

POR GIOVANNA FRANZONI

Aunque muchos han criticado la hipersexualización femenina e incluso la cosificación de las mujeres en los videos de los principales exponentes de este género, lo cierto es que el reggaetón destapó una nueva revolución sexual dentro de la música comercial y nosotras nos hemos ido apoderando de este tipo de música tanto como lo han hecho los hombres, pero en escenarios menos visibles.

La cuestión es que las manos masculinas que mueven la industria han hecho un molde de mujer pop superestrella que no están dispuestos a romper y en el que no caben las verdaderas reggaetoneras. Esa falta de reflector comercial sobre las precursoras del género es la principal razón por la que en el imaginario colectivo la relación entre reggaetón y mujeres aún se mantiene endeble.

Sin embargo, ese reggaetón que permaneció en las calles, alejado de las grandes disqueras, ayudó a forjar una nueva generación de artistas femeninas que usan la música para hablar de sexo sin tapujos, mover las nalgas con verdadera libertad y empoderarse con la ayuda de ritmos sincopados.

Siguiendo las huellas que han dejado las mujeres dentro del género, las siguientes líneas plasman, a grandes rasgos, el trayecto que han recorrido las reggaetoneras, su legado y tal vez ayuden a encontrar la razón por la cual todavía no existe una exponente del reggaetón que pueda batirse en un duelo de popularidad con J Balvin.

IVY QUEEN: LA DIVA

Con uñas postizas largas como garras, la puertorriqueña Ivy Queen firmó su primer contrato con Sony en 1997 con el objetivo de publicar En mi imperio, un disco debut que no significó un gran bust para la reggaetonera en los charts de popularidad, pero sí la convirtió en la primera mujer referente del género en firmar con una disquera masiva.

Durante el 2003, un año antes de que “Gasolina” de Daddy Yankee incendiara el mundo, Ivy ya tenía tres discos bajo el brazo y un sencillo titulado “Yo quiero bailar”, que hablaba de restregar las nalgas en la pista de baile sin la obligación de irse a la cama con nadie. Uno de los primeros himnos feministas desde las trincheras del perreo.

“Yo quiero bailar” llegó rápidamente a las listas de popularidad e Ivy por fin se coronó como la reina de género entre una jauría de hombres que intentaba hacer lo mismo.

FUERA DEL JUEGO

Arrancaba el siglo XXI y a Ivy le siguió Lorna con “Papi chulo” y Marlene Romero Demphra como líder de La Factoría, un grupo panameño que saturó las discotecas de América Latina con “Todavía”, pero que al igual que a Lorna, el éxito le duró lo mismo que dura la espuma del mar sobre la arena.

A la par (y apadrinados por la industria) artistas como Daddy Yankee y el dúo Wisin y Yandel acaparaban las listas de popularidad sobre las que luego construirían su imperio.

Fue así como, con más dinero, canales de distribución y exposición al ojo público, los grandes representantes masculinos del género dejaron infértil el terreno comercial para las mujeres, quienes tiraban hacia el lado contrario de lo que se alardeaba en el reggaetón a sus comienzos: sexualidad retratada por pupilas machistas y sumisión femenina.

Desde entonces, las reggaetoneras pasaron a un segundo plano dentro del género. Fueron reemplazadas por artistas placebo como Becky G o Jenny La Sexy Voz, esas que respetan el molde de la industria y no cruzan la línea de lo permitido. ¿Su papel? Simple acompañamiento para el reggaetón masculino o generadoras de tracks de pop al estilo “niña buena” disfrazados de ese ritmo nacido en Panamá, que ha hecho visible a la comunidad latina a nivel mundial.

SALVACIÓN UNDERGROUND

La falta de mujeres haciendo reggaetón en los charts de popularidad no significa que el género no sea cocinado por mujeres dentro del terreno urbano actualmente. Y a diferencia del lado A –el de la industria– que muestra un rostro casi carente de reggaetoneras, el mundo musical tiene un lado B –ese que todavía pertenece a las calles– que cuenta con mujeres como Tomasa del Real, Planta Carnívora, Mariel Mariel, La Goony Chonga o Ms Nina, que están poniendo bien en alto a las mujeres dentro del perreo.

Ellas tomaron lo que Ivy Queen sembró, lo hicieron propio y lo colgaron en Internet, de donde brincó a las fiestas de barrio para luego dar el salto hasta los bares hípster, y de ahí a los muy consumidos festivales de música que han compensado la falta de reflectores sobre estas artistas femeninas.

“La mercancía”, track publicado por la cantante chilena Mariel Mariel el año pasado, es un buen ejemplo de cómo las mujeres dentro del ambiente alternativo se han apoderado del reggaetón. Las letras hablan de sexo desde una perspectiva feminista, una que es sincera, que plasma cómo verdaderamente vivimos y gozamos el sexo las mujeres latinas.

Aunque su carrera artística es relativamente corta (2015) Tomasa del Real es una reggaetonera que también ha ayudado a cimentar el feminismo que tanto le hacía falta al perreo. “Barre con el pelo”, track que la cantante y tatuadora chilena publicó a finales de abril de este año, reafirma por qué sus melodías pegajosas la convirtieron en la reina del neoperreo, subgénero que nació con la carrera artística de Tomasa y que es dominado por las mujeres hasta ahora.

INTERNET QUIERE PERREAR

A diferencia de cómo se percibía el reggaetón en su inicios –música de barrio que había de bailarse a escondidas– ahora se vende como similar del pop a nivel internacional, y artistas como J Balvin han popularizado el reggaetón a tal grado que las señoras de las Lomas que antes se persignaban cuando escuchaban “La gasolina”, ahora mueven las nalgas junto a sus hijas de 13 años sin tapujo alguno.

Eso se debe en parte al Internet que, poco a poco, le ha dado foco a las minorías; entre ellas la comunidad latina, sus raíces y lo que la hace única. Eso, sumado a que nuestros vecinos del norte comenzaron a embarrar el género de matices pop para comercializarlo masivamente, provocó que mover las nalgas no sólo fuera socialmente aceptado, sino que mutara a ser algo aspiracional.

Duetos como el de Justin Bieber con Daddy Yankee y Luis Fonsi en su particular versión de “Despacito” o el de Beyoncé con J Balvin en “Mi gente” son muestras irrevocables de la necesidad del ritmo, de la comercialización del género y del gusto que en todo el mundo hay por perrear.

Y LA DIOSA MUNDIAL ¿CUÁNDO?

Sí, artistas de la talla de Shakira y Kali Uchis se han trepado al reggaetón a fin de pegar en los charts, aunque de eso a que exista una representante femenina del género a nivel mundial hay un abismo de diferencia.

Desde Ivy Queen y hasta hora, no ha habido una mujer que venga a la par de Bad Bunny o tenga un track respuesta a la misoginia que se esconde en las letras de “Cuatro babys” de Maluma.

Tal vez sean los hombres de la industria quienes, como en muchas otras áreas del entretenimiento, le han hecho mucho más difícil el éxito a las mujeres, sin embargo, también tiene que ver con la doble moral que se esconde entre las costumbres de las culturas latinas y los prejuicios machistas que han recaído sobre las mujeres desde antes de que la Biblia fuera escrita.

La avalancha de prejuicios recae sobre la misma idea: el sexo nosotras lo hacemos como ellos quieran y somos malas si al hacerlo no sentimos pena. Por eso “Despacito” es un hit, porque Daddy Yankee y Luis Fonsi marcan la pauta de cómo perrear… des-pa-ci-to.

Afortunadamente, así como el reggaetón nació en los barrios con la finalidad de migrar a los grandes top charts, el género ahora ya tan manoseado por la industria está regresando a sus lugares de origen para volver a echar raíces, pero ahora, feministas.

Y si el empoderamiento femenino sigue su curso como hasta ahora, la verdadera diva del perreo a nalga tendida no tarda en venir a desmitificar en todo el mundo el papel que juega, por decisión propia, la mujer en el sexo.

Es entonces que, a fin de que las siguientes generaciones de morritas gocen de mover las nalgas al ritmo de un himno reggaetonero feminista viral con millones de reproducciones en Youtube, como ahora tiene Balvin con Nicky Jam, nosotras debemos seguir perreando sin tapujos para reafirmar nuestra libertad y autonomía.