El Cerro de Guadalupe, el Valle de México, la Barranca del Muerto, San Ángel, la Alameda y la cañada de Metlac, son lugares que inspiraron a José María Velasco para enriquecer su obra paisajista de los siglos XIX y XX, y en la que comparte sus conocimientos de arquitectura, antropología, botánica, geología y paleontología.
A 180 años de su natalicio, la obra pictórica de José María Velasco (1840-1912) es recordada por hacer del paisajismo un lugar de celebración de la riqueza natural de México, a la cual supo incorporar, de manera visionaria, imágenes del proceso transformador de las zonas urbanas y rurales del país constituyéndola en patrimonio y símbolo de identidad nacional.
La Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través del Museo Nacional de Arte (Munal), recuerdan al pintor, dibujante y docente, cuya obra es tema de reflexión este lunes 6 de julio a las 18:00 horas con la conferencia virtual Velasco y la modernidad. Paisaje y progreso material, a cargo del curador Víctor Rodríguez Rangel.
La transmisión en vivo estará disponible en redes sociales del Museo Nacional de Arte (Facebook Live), en la cual se hablará de la actividad del artista plástico mexiquense como paisajista e ilustrador durante el periodo comprendido entre la República restaurada y el gobierno porfirista, etapa en la que proyectó, a través de su pintura, los símbolos del progreso transformador. En su ponencia, Rodríguez Rangel compartirá cómo la obra de Velasco es testigo de los cambios que el paisaje mexicano ha registrado a través del tiempo.
Su pintura, una celebración
A José María Velasco y Gómez-Obregón, originario de Temascalcingo, Estado de México, donde nació el 6 de julio de 1840, se le reconoce como el mayor exponente del paisajismo mexicano del siglo XIX.
En su formación artística destaca su ingreso a la Academia de Bellas Artes de San Carlos, en la cual fue alumno de Santiago Rebull, Pelegrín Clavé, Manuel Carpio y del italiano Eugenio Landesio. A los 18 años ingresó como profesor de Perspectiva en la Escuela Nacional de Bellas Artes y cuatro años después ya era titular de la clase de Paisaje. Además fue inspector de Dibujo y Escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1910).
Se estima que durante 44 años creó cerca de 300 pinturas al óleo, así como acuarelas, litografías y pinturas en miniatura, obra en la que destacan sus paisajes del Valle de México y con la que logró que la pintura mexicana alcanzara reconocimiento internacional.
Entre los reconocimientos que obtuvo destacan: Medalla de Oro de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (1874 y 1876); medalla en la Exposición Internacional de Filadelfia (1876), primer premio de la Academia Nacional de México (1878), la medalla de la Exposición Universal de París (1889), la Medalla de Oro del Centenario de Colón (Madrid, 1893) y la medalla de la Exposición de Bellas Artes de Puebla (1900).
Sin embargo, el legado del artista no se limita al género del paisaje, también comprende las ciencias naturales y sociales. Velasco tuvo inclinación por materias como arquitectura, antropología, botánica, geología y paleontología, además de crear una serie de estampas sobre la evolución de la flora y fauna terrestre y marina, que convirtió en fuente de estudio de la ciencia en México, por lo que en 1881 fue nombrado presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural.
Cabe señalar que el Diario Oficial de 8 de enero de 1943 decreta Monumentos históricos toda clase de obras plásticas de José María Velasco, debido al excepcional valor artístico que la Comisión de Monumentos del INAH otorga a la obra pictórica del pintor mexiquense.
Acervo en el Munal
El Museo Nacional de Arte del INBAL cuenta con varias obras del maestro mexiquense que incluyen paisajes y estudios botánicos y anatómicos, en las que destacan: Cardón, estado de Oaxaca; Cascada del Rincón Grande; Castillo de Chapultepec; Bahía de la Habana; Evolución de la vida continental en el globo terrestre. Estudio geológico y Cañada de Metlac, esta última de importancia debido a la presencia de una locomotora, símbolo del progreso material realizado durante el gobierno de Porfirio Díaz. Uno de sus cuadros más famosos es La Alameda de México (1866), pintado durante el Segundo Imperio Mexicano.