Por Rogelio Segoviano
De acuerdo con Platón, el célebre filósofo griego, existen dos tipos de locura entre los hombres: la enfermedad mental que es considerada una desgracia personal, y la “locura divina”, que es aquella que padecen artistas, poetas, místicos y creadores. En otras palabras, la “locura divina” es algo así como un trance o arrebato mediante el cual algunas personas son capaces de alcanzar los valores más puros para realizar obras artísticas de verdadera trascendencia.
Con esos antecedentes, la soprano Luz Angélica Uribe, de la mano del director Esteban Castellanos, presenta el monólogo operístico Heroínas transgresoras, obra en donde nos cuenta la última etapa en la vida de Cunegonda, una perturbada y decadente cantante de ópera que vive en permanente conflicto con ella misma y vaga por los rincones de un viejo y abandonado teatro en el que, en otra época, alcanzó sus momentos de gloria y hasta recibió ovaciones de pie.
A través de su propia tragedia, Cunegonda –personaje de la ópera Candide, de Leonard Bernstein–nos llevará a conocer la historia de otras seis mujeres que, como ella, también fueron consideradas por la sociedad de su época como peligrosas y desequilibradas mentalmente, cuando lo único que hacían (o intentaban hacer) era transgredir las normas sociales establecidas.
Así, con el desventurado relato de cada una de las seis mujeres que habitan su mundo, “la magnífica Cunegonda”, como le gusta ser llamada, interpretará (acompañada por el pianista Mario Alberto Rodríguez) un fragmento de un aria de ópera que, además de ayudarnos a conocer mejor a cada personaje, servirá para la perfecta construcción de una atmósfera enrarecida y lúgubre, las más de las veces.
Una suerte de fantasma en vida que deambula por el teatro, Cunegonda nos recordará a cada momento sus enredos amorosos y la enferma relación de dependencia creativa que mantenía con Lorenzo, su esposo y maestro de canto, a quien termina por dar muerte, de esta forma cumple “con la secreta y perversa fantasía de todas las mujeres: asesinar al marido”.
De acuerdo con la propia Luz Angélica Uribe –quien también es autora del monólogo, el cual está enriquecido con reflexiones en torno a la condición femenina y la pérdida de la razón de Simone de Beauvoir, Jacques Lacan, Sigmund Freud y Francis Fukuyama–, la puesta en escena está planteada a manera de una exploración para comprender cómo ha tratado la ópera a la mujer transgresora de los convencionalismos sociales.
“En la literatura romántica, la locura femenina sería algo así como el castigo que recibían las mujeres transgresoras por semejante atrevimiento”, dice Luz Angélica, quien agrega que aquellas que olvidaran “su sagrado rol de madres y vírgenes solo tenían como opción desaparecer del mundo recluyéndose en un convento o enloqueciendo víctimas del ostracismo. Perdida su posición social, arruinado su valor para procurar riqueza a su familia mediante un matrimonio ventajoso, la transgresora no debía permanecer viva, pues con su mal ejemplo podría influir en la conducta de las vírgenes núbiles y corromper la sociedad”.
Vale señalar que Heroínas transgresoras cuenta con una poderosa estética visual que, a pesar de rayar en el minimalismo, remite y evoca la magia de los cuentos fantásticos mediante el uso de escenas oscuras o tenuemente iluminadas por la flama de una vela o por luces a ras de suelo, todo lo cual genera un ambiente de penumbra acorde con la demencial condición que envuelve a las protagonistas.
Además de cantar, actuar y escribir, Luz Angélica Uribe interpreta también cuatro instrumentos musicales nada comunes, aun en las salas de concierto: el waterphone (depósito con agua rodeado de varillas utilizado para escenas de horror); el theremin (caja con dos antenas que se ejecuta acercando o alejando las manos de las antenas sin tocarlas); la dulcetina (armonio portátil con fuelle y teclados); y el cromorno (instrumento de viento, cuyo sonido recuerda al de una gaita).
Los trágicos relatos que presenta Cunegonda pertenecen a Lucía, de la ópera Lucia de Lamermoor (Donizetti); Margarita, de la ópera Mefistófeles (Arrigo Boito); Doña Elvira, de la ópera Don Giovanni (Mozart); Mónica, de la ópera La médium (Gian Carlo Menotti); Chiang-Ching, de la obra Nixon in China (John Adams) y Charlotte, de la ópera The Elephant Man (Laurent Petitgirard). De acuerdo con la soprano, se trata de composiciones que representan un reto importante debido a que exigen una gran extensión del registro vocal, volumen y alto nivel interpretativo.
Este proyecto escénico tiene como antecedente el disco Heroínas transgresoras: la locura femenina en la ópera, presentado por la propia Luz Eugenia Uribe en 2015 con el sello Tempus Clásico.