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Lucas Alamán, político mexicano

2 junio de 1853, murió Lucas Alamán, político conservador que pensó y buscó como pocos el desarrollo económico del país.
02 de Junio 2020
Alaman_Lucas_2
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De nombre completo Lucas Alamán y Escalada, nació en la ciudad de Guanajuato, Guanajuato, el 18 de octubre de 1792. Fue descendiente de una de las familias de abolengo más ricas y conservadoras de esa región, los ancestros de su madre se remontaban al siglo XVI. De temprana formación humanística y científica, inició sus estudios en el Colegio de la Purísima Concepción, para después trasladarse a la ciudad de México, en donde realizó una parte importante de sus estudios de Mineralogía en el Real Seminario de Minas, en el que obtuvo el título de perito en Minas en 1814. Posteriormente partió hacia Europa; en España, Alemania, Suiza y Prusia profundizó sus estudios en explotación de minas. En la Universidad de Gottinga estudió el griego, mientras que en París lo hizo con la química y las ciencias naturales.

Todavía muy joven vivió el inicio del movimiento independentista, y le tocó atestiguar una de sus más dramáticas y significativas acciones: la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Este hecho le marcó definitivamente, y le hizo abrazar un conservadurismo enemigo del pensamiento liberal, pronunciándose por imponer y restablecer el orden. Católico ferviente, pedía a un sacerdote bendecir cada comida, y rezaba el rosario al acostarse; creía que la religión ayudaba a extirpar los malos hábitos de los pobres: la renuencia a ahorrar para tiempos difíciles, la embriaguez y el desaseo. Consideraba a la propiedad como la base de la sociedad; sin seguridad para sus dueños, la sociedad no podría existir. Creía que era un riesgo educar a los indios, porque, una vez que aprendieran a leer y escribir, podía caer en sus manos literatura subversiva que despertara su espíritu latente de rebelión.

Otro hecho que influyó en su carácter fue que la guerra de independencia consumió buena parte de la riqueza familiar, que lo llevó a estar casi en la pobreza. Fue entonces cuando partió a estudiar a Europa.

Tras pasar algunos años en el extranjero, Alamán regresó a la Nueva España en 1819. Entonces fue el virrey, conde de Venadito, el primero en utilizar su talento para el servicio público al designarlo secretario de la Junta Superior de Sanidad. En 1821 fue nombrado diputado a las cortes de España por la provincia de Guanajuato, por lo que, para cumplir con tan alto encargo, tuvo que viajar a la península ibérica. Durante su estancia española escribió un importante texto, Ensayo sobre la causas de la decadencia de la minería en la Nueva España. El documento provocó que en 1821 la Junta Provisional Gubernativa emitiera algunos decretos que buscaron beneficiar a la actividad minera del país.

En aquellos años Alamán propuso que la Corona española, para su engrandecimiento, debería constituirse en un imperio, en el que los infantes o príncipes españoles asumirían los tronos de México, el Perú y la Nueva Granada. Esto tuvo tal resonancia que el propio gobierno real le propuso un cargo en la corte, lo que fue rechazado por Alamán, quien decidió continuar sus viajes. De esa forma se trasladó primero a París y más tarde a Londres; en esta última ciudad fundó la Compañía Unida de Minas, la cual inició la explotación del cerro del Mercado, en Durango. Ya desde entonces Alamán gozaba de un gran prestigio.

Volvió a México hasta marzo de 1823, en el momento en que el imperio de Iturbide había caído y su lugar había sido ocupado por una Junta Provisional de Gobierno integrada por Nicolás Bravo, Pedro C. Negrete y Mariano Michelena. Debido a sus valiosos antecedentes de trabajo en el extranjero, a sus treinta años de edad Alamán fue designado ministro de Relaciones Interiores y Exteriores por esa Junta. En ese cargo trató de fijar los límites entre México y Estados Unidos conforme al Tratado Adams-Onís y se opuso a la colonización de Texas; promovió el acercamiento con los países hispanoamericanos frente al expansionismo norteamericano. Desempeñó ese cargo hasta septiembre de 1825, y además de las tareas gubernativas, se dedicó a la organización del Archivo General de la Nación, y a establecer el Museo de Antigüedades e Historia Natural. Asimismo, logró para México el reconocimiento de Inglaterra y promovió en el Congreso el reconocimiento de Guatemala.

Tras lo anterior regresó a la vida privada, a hacerse cargo de la Compañía Unida de Minas y de la primera fábrica de fundición en México después de la guerra de independencia (1825); también fue nombrado por el duque de Terranova y Monteleone como encargado para la administración de sus bienes en la República, que consistían en el antiguo marquesado del Valle de Oaxaca.

Alamán perteneció al grupo de políticos integrado por altos funcionarios civiles y militares, españoles y criollos, mineros, comerciantes, abogados y la mayoría del clero, que se agrupaban en la logia masónica escocesa, y que trataban de conservar las instituciones coloniales: una sociedad dividida en estamentos y con grupos privilegiados; religión católica única e iglesia propietaria encargada de la educación, asistencia y control de la población; fueros militares y eclesiásticos; Estado fuerte y centralista; mantenimiento de la estructura agraria y proteccionismo y fomento a la industria; alianza con España e Inglaterra contra la amenaza del expansionismo norteamericano.

Así, como señala Luis Aarón Patiño Palafox (Una aproximación a la historia de las ideas filosóficas…): “Alamán tomó partido por el grupo de mexicanos que encontraban el origen del país en la conquista de México –tal vez sería él quien mejor articulara este discurso-, considerando a los indígenas como un grupo superado por la historia, al cual sólo pudieron ver como la gran masa que apoyó a Hidalgo, masa que a consideración de Alamán, había destruido lo más valioso del periodo novohispano“.

Alamán regresó a la vida pública cuando el presidente interino José María Bocanegra fue depuesto por el general Anastasio Bustamante en diciembre de 1829, la presidencia de la República recayó en el presidente de la Suprema Corte de Justicia don Pedro Vélez, y en dos asociados, Luis Quintanar y Lucas Alamán, de acuerdo al Plan de Jalapa en 1829.

La Junta fue disuelta cuando Bustamante ascendió a la presidencia de la República, pero el nuevo mandatario nombró a Alamán ministro de Relaciones, en el que fungió de enero de 1830 a mayo de 1832. En esa etapa Alamán desarrolló una intensa como importante labor: logró la delimitación de la frontera con los Estados Unidos, así como la declaración de libertad a los esclavos negros fugitivos del país del norte que lograban pasar a territorio mexicano. Y tuvo que resistir las amenazas del embajador estadounidense Anthony Butler para mover la frontera norte de México más al sur, quien le advirtió que si los colonos norteamericanos tuvieran que retirarse de Texas exigirían compensación por las tierra que abandonaran, y además, estos mismos colonos podrían defenderse con las armas, por lo que era preferible la venta de Texas a su gobierno. Asimismo logró establecer una relación pacífica con Guatemala.

Su labor no se limitó a las actividades políticas, sino que se extendió a las actividades económicas: fomentó la industria textil algodonera en la zona de Veracruz, Puebla y Guanajuato; apoyó la diversificación ganadera para la obtención de lana, introduciendo a México ganado extranjero; también fundó escuelas de artes y agricultura.

En esa misma época, en 1830, Alamán, un político conservador de gran capacidad, se dio cuenta que las ideas librecambistas de Adam Smith eran veneno para la economía nacional, que el liberalismo que la independencia trajo consigo agregaba perlas a la corona británica y paralizaba los obrajes textiles y metalúrgicos de México, Puebla y Guadalajara. Por eso, a iniciativa suya, se fundó como institución estatal el Banco de Avío, con el que se buscaba fomentar la industria textil. El país disponía de materia prima, contaba con energía hidráulica más barata que el carbón y podía formar operarios rápidamente. Asimismo, el Estado contrataría expertos extranjeros en la técnica textil y lo más importante, Esteban de Antuñano, también fundador del banco, proponía la fabricación de maquinaria para contrarrestar “el egoísmo europeo”. Los recursos para comprar en el exterior las maquinarias y los medios técnicos para la fabricación nacional de tejidos de algodón los proporcionaría un impuesto a los tejidos extranjeros. Nacido con un capital de un millón de pesos, el banco funcionó mientras Alamán fue ministro de Relaciones; empero, a partir de 1832 el banco dejará de recibir apoyo político y comenzará su declive debido a los préstamos forzosos del gobierno federal, a las presiones de los comerciantes ingleses y franceses y sus poderosos socios nacionales afectados por las políticas arancelarias proteccionistas de Alamán, y a las reducidas dimensiones del mercado interno, todo lo cual lo llevará a su desaparición en 1842.

Las exportaciones inglesas, de alrededor de dos tercios de lo que los mexicanos compraban en el exterior, aplastaron a la industria local, técnicamente atrasada e incapaz de competir. Fabricantes, comerciantes, banqueros y navieros ingleses consolidaron su victoria a expensas de los fabricantes nacionales. Por eso Alamán afirmaba que el libre comercio, la panacea de Mora y sus liberales, ahogaba el desarrollo del país.

El mayor mérito del ciclo industrializador de Alamán y de Antuñano, señala Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina) “reside en que ambos restablecieron la identidad ‘entre la independencia política y la independencia económica, y en el hecho de preconizar, como único camino de defensa, en contra de los pueblos poderosos y agresivos, un enérgico impulso a la economía industrial’. El propio Alamán se hizo industrial, creó la mayor fábrica textil mexicana de aquel tiempo (se llamaba Cocolapan; todavía existe) y organizó a los industriales como grupo de presión ante los sucesivos gobiernos librecambistas. Pero Alamán, conservador y católico, no llegó a plantear la cuestión agraria, porque él mismo se sentía ideológicamente ligado al viejo orden, y no advirtió que el desarrollo industrial estaba de antemano condenado a quedar en el aire, sin bases de sustentación, en aquel país de latifundios infinitos y miseria generalizada.”

Tras el asesinato de Vicente Guerrero, Alamán fue detenido por Juan Álvarez, acusado de haber participado en la preparación del crimen. Tras una buena defensa, fue absuelto de tal acusación en 1834.

También fue diputado y ministro de Relaciones Exteriores en algunos periodos de los gobiernos del general Antonio López de Santa Anna. Asimismo, trabajó con José María Luis Mora en diversos proyectos, base de la reforma científica educativa del presidente Valentín Gómez Farías en 1833. Fue Director de la Junta de Fomento de la Industria (1839- ).

Alamán también fue un participante destacado en la fundación del Partido Conservador. Desde ahí pugnó a favor de las ideas monárquicas, por lo que se convirtió en el crítico más relevante de la independencia mexicana.

En 1843 Alamán envió una representación dirigida al gobierno, en la que insistió en la necesidad de defender la industria nacional por medio de un sistema de prohibiciones y fuertes gravámenes contra la competencia extranjera: “Preciso es recurrir al fomento de la industria, como única fuente de una prosperidad universal. De nada serviría a Puebla la riqueza de Zacatecas, si no fuese por el consumo que proporciona a sus manufacturas, y si estas decayesen otra vez como antes ha sucedido, se arruinaría ese departamento ahora floreciente, sin que pudiese salvarlo de la miseria la riqueza de aquellas minas”. Comenta Eduardo Galeano: “La profecía resultó certera. En nuestros días, Zacatecas y Guanajuato ni siquiera son las ciudades más importantes de sus propias comarcas. Ambas languidecen rodeadas de los esqueletos de los campamentos de la prosperidad minera”.

En 1845 Alamán incitó al general Mariano Paredes a levantarse en armas en contra del gobierno del presidente Herrera con el propósito de establecer un gobierno interino que preparara la instauración de una monarquía con un príncipe español. Así podría detenerse el expansionismo de Estados Unidos con la ayuda de las casas reinantes europeas e impedir la pérdida definitiva de Tejas, que estaba negociando, sin disparar un solo tiro, el presidente Herrera. En esta conspiración tomó parte el embajador español en México, Salvador Bermúdez de Castro. El general Paredes se sublevó, triunfó y nombró una junta que lo designó presidente interino, pero se declaró republicano, sin tomar en cuenta las recomendaciones monárquicas de Alamán y de Bermúdez.

En 1849 ganó, por el Partido Conservador, las elecciones para presidir el Ayuntamiento de la Ciudad de México del 22 de julio al 2 de diciembre. Además colaboró en diversas publicaciones de filiación conservadora, tales como El Tiempo y El Universal. En sus artículos expuso opiniones tan polémicas como su propuesta de que la religión católica fuera la única permitida, o la de que la mejor forma de gobierno para México era la monarquía, ya que consideraba a los europeos superiores para el manejo político de las instituciones.

En 1853, tras escribir y enviar un documento en el que proponía soluciones para las crisis del país al presidente Santa Anna, fue llamado por éste para que se hiciera cargo del ministerio de Relaciones, el que ocupó el 20 de abril.

Desde ese cargo, Alamán restableció el ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio; impuso la utilización del Sistema Métrico Decimal, que ya era usado en casi todo el mundo. Además ordenó hacer una revisión de lo que se cobraba de aranceles o impuestos de productos que se introducían al país. Comenzó a redactar una ley de imprenta. Al hacer sus propuestas para estas cuestiones se acercó más al liberalismo que al conservadurismo.

Respecto al ámbito político, Alamán fue un pensador conservador y monárquico de primera línea. Esto lo dejó ver en muchos artículos, informes y estudios; sus textos históricos (como las Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana desde la época de la Conquista que los españoles hicieron a fines del siglo XV y principios del XVI de las islas y continente americano hasta la Independencia y su Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente) son obras importantes del conservadurismo mexicano.

Todavía en su cargo, murió de una pulmonía el de 2 junio de 1853 en la ciudad de México.

En general, Alamán fue un político conservador que pensó y buscó como pocos el desarrollo económico del país. Como señaló Jesús Silva Herzog: “en materia económica puede clasificarse como progresista, en tanto que en materia política es menester clasificarlo como típicamente reaccionario en el más estricto sentido del vocablo.”

Desde esta perspectiva, he aquí una muestra de sus conclusiones sobre la independencia y el destino de México, tras nuestra derrota en la guerra con los Estados Unidos:

“En el estado comparativo con que termina este capítulo, puede notarse a un golpe de vista, todo lo que México como nación ha perdido desde que se hizo independiente: más de la mitad de su territorio; una deuda extranjera de 52 millones; la nacional, si no aumentada, subsistente la que en aquella época tenía, aunque debería estar muy disminuida con los muchos negocios en que se han dado créditos como dinero; las rentas reducidas a la mitad y el ejército a la nada.

Esta es la triste convicción que se saca del examen de este documento, en el que todo es positivo como que no presenta más que números, y éstos tomados de las memorias anuales de los ministros, en que no puede haber duda alguna.

Esta obra de destrucción comenzada con la misma independencia, recibió un grande impulso en los años de 1827, 28 y 29; se contuvo en los de 1830 y 31, pero volvió a tomar un aumento rapidísimo desde el de 1832: desde aquella época se ha casi doblado la deuda exterior; se han creado más de 30 millones de nueva deuda interior; las rentas que habían llegado a restablecerse sobre el pie en que se hallaban antes de la independencia, han vuelto a decaer; el ejército ha desaparecido y desde entonces y por causas que entonces si no nacieron se aumentaron, se ha efectuado la pérdida de territorio. Síganse desperdiciando los elementos multiplicados de felicidad que la Providencia divina ha querido dispensar a este país privilegiado; sígase abusando del gran bien de la independencia en lugar de considerarlo como base y principio de todos los demás; llámese aventureros armados a los estados más distantes y de más difícil defensa, para que se hagan dueños de ellos; prodíguense por los estados ricos los recursos que abundan, invirtiéndolos en empresas innecesarias; gástense por el gobierno general los pocos con que cuenta en cosas superfluas, mientras carece de ellos para las atenciones más indispensables para la defensa de la nación; continúen los escritores adormeciendo a ésta con ficciones lisonjeras, haciéndole desconocer su origen, y presentándole por historia novelas, en que disculpando o disimulando las malas acciones y aun ensalzándolas como buenas, se induce a volverlas a cometer, y privando de la gloria que le corresponde al autor de la independencia y a los que con él cooperaron a hacerla, se atribuye ésta a los que, cualquiera que sea el motivo, no fueron los que la consiguieron; prosígase consagrando este injusto despojo, este acto de ingratitud con una fiesta nacional; considérese como mal ciudadano al que dice la verdad y téngase éste por un crimen que la nación no perdonará jamás, según ha dicho un escritor en estos días; mírense como hasta aquí, con indiferencia los negocios más importantes del Estado; abandónese su manejo a manos ineptas o infieles: el resultado es seguro, y el cuadro quedará brevemente concluido recibiendo las últimas pinceladas.

México será sin duda un país de prosperidad, porque sus elementos naturales se lo proporcionan, pero no lo será para las razas que ahora lo habitan, y como parece destinado que los pueblos que se han establecido en él en diversos y remotas épocas, desaparezcan de su superficie dejando apenas memoria de su existencia; así como la nación que construyó los edificios del Palenque y los demás que se admiran en la península de Yucatán, quedó destruida sin que se sepa cuál fue ni cómo desapareció; así como los toltecas perecieron a manos de las tribus bárbaras venidas del norte, no quedando de ellos más recuerdo que sus pirámides en Cholula y Teotihuacan; y así como por último, los antiguos mexicanos cayeron bajo el poder de los españoles, ganando infinito el país en este cambio de dominio, pero quedando abatidos sus antiguos dueños: así también los actuales habitantes quedarán arruinados y sin obtener siquiera la compasión que aquéllos merecieron, se podrá aplicar a la nación mexicana de nuestros días, lo que un célebre poeta latino dijo de uno de los más famosos personajes de la historia romana: stat magni nominis umbra: “no ha quedado más que la sombra de un nombre en otro tiempo ilustre.”

Efeméride. Nacimiento 18 de octubre de 1792. Muerte 2 junio de 1853

 

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