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Nobel en activo

La activista Jody Williams tiene algo claro: 
la gente con poder es capaz de apretar cualquier botón con tal de conservarlo o incrementarlo, 
pero ella lucha contra esto
02 de Octubre 2017
Especial
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Por Javier Pérez

“Ya después de casi cinco décadas, qué más puedo hacer”, me dice Jody Williams (1950), una activista estadounidense que en 1997 recibió el Premio Nobel de la Paz por haber trabajado en la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersonales. “Después de haber estado metida en estas luchas, cómo puedo no seguir. No me caería bien si no lo intentara. Si yo hubiera intentado hacer una vida sin hacer nada, ¡uf!, me daría asco. No estaría bien conmigo misma”.

Un Nobel en apuros

Jody habla en un español claro al que se le cuela de repente la estructura gramatical del inglés. Las primeras protestas en las que participó fueron contra la guerra de Vietnam, en 1970, cuando era una estudiante universitaria. En ese tiempo, recuerda, había una división tajante entre quienes tenían una postura a favor y quienes la tenían en contra. “Era imposible vivir en Estados Unidos sin meterse de una forma u otra sobre la cuestión de Vietnam. Hoy en día la gente intenta esconderse en su vida particular y los activistas no aprendimos mucho de esa época, pero el Ejército sí: intenta ya no mandar a los hijos de la clase media”. Es una forma de evitarse problemas y reclamos.

Un legado zombi

“Se supone que el Ejército de mi país es voluntario, aunque la gente que se mete es la que no tiene nada, la que no tiene opciones. ¿Quién va a enlistarse para ir a Irak o Afganistán y volver traumatizado? Por eso la población puede fingir que no hay conflictos. Es mentira que la gente que va a los conflictos quiera estar porque el Ejército es voluntario. Y yo quiero que el Ejército cambie, que, como antes, todas las familias de mi país manden a sus hijos al Ejército. En la actualidad no hay discusiones cuando el país va a matar a otra gente, pero si mi hijo tuviera que enlistarse, entonces prestaría atención”.

Agenda binacional

Ella tenía el sueño de ser Papa, sin embargo, pronto se decepcionó: le explicaron que era algo a lo que no podían aspirar las mujeres. Eso y muchas otras circunstancias que la ponían en una situación de desigualdad. A finales de los ochenta fue a El Salvador, donde había un conflicto bélico muy fuerte. Desde entonces le quedó claro que la gente que tiene poder es capaz de apretar cualquier botón con tal de conservarlo o incrementarlo.

Papás luchones (y no es meme)

“Si yo entiendo que por medio de la religión puedo dividir y ganar más votos o lo que sea, lo voy a usar. Y eso no tiene que ver con religión, sino que sé que puedo manipular a la gente por medio de ella o por medio de racismo, o por las preferencias sexuales y decir que un homosexual no vale nada. Pero la gente que es capaz de ser manipulada no entiende eso”.

Y eso no es todo. “La forma más potente de manipular a la gente es por medio del miedo. Y desde que mi país inventó el terrorismo musulmán, manipula muy fácil a la gente. Estuve en Portugal hace unos meses, y Edward Snowden nos habló precisamente de eso: que él filtró la información a los periódicos porque sabía que el Gobierno estaba no solamente espiando sino usando la información para provocar más miedo. De ahí vienen los conflictos”.

Ciberespionaje en la pantalla

Cuando Jody estuvo en El Salvador 
–llevaba a los niños heridos a los hospitales estadounidenses–, fue violada por un ex miembro de los escuadrones de la muerte. Ella no denunció ni dijo nada hasta muchos años después. Superar el miedo, buscar justicia, le llevó tiempo.

Se ha manifestado contra los feminicidios que en México y Centroamérica tienen una incidencia muy alta. Aumenta el número, explica, porque toda la región está en conflicto, como la relación entre los políticos, los militares y los cárteles en México, por ejemplo. “Cuando una población siente incertidumbre, hay más violencia. Porque si soy macho, soy el hombre y siento que no puedo controlar la situación, y tengo ansiedad, ¿contra quién voy a lanzar mi agresión? La mujer, porque es mía. Para mí están aumentando los casos por la impunidad”.

Siguiente destino: México

Explica que si un hombre se da cuenta de que otro ha matado a su mujer y no pasa mucho, porque es un crimen de pasión, entonces siente que él también puede hacerlo. “Es la impunidad. Y eso viene también del poder de los hombres: el sistema político en el mundo es de hombres; ellos tienen el poder económico, político, religioso, todo. Y las mujeres somos propiedad de esos hombres”.

Cuando le pregunto a qué atribuye el incremento de la derecha y la intransigencia que conlleva, dice: “Con los cambios mundiales hay una tensión entre el pasado no tan lejano y un futuro que todavía no entendemos. Por ejemplo, mucha gente que apoyó a Trump lo hizo esperando que él pudiera devolver el trabajo digno a los hombres de clase trabajadora. Entienden que el mundo está cambiando pero no entienden que nunca va a volver a hacer como hace dos décadas. Podemos ver ya que las compañías están inventando varios tipos de robots para hacer el trabajo que los seres humanos hacían. Entonces, ¿cómo puede devolver su posición a los blancos, y además dicen que quieren ver un gringolandia blanco, que nunca ha sido blanco, cuando hay tanta incertidumbre en el mundo? Es una locura. Y si pasa eso hay más violencia en la casa, en la calle. Cuando la gente no entiende lo que va a pasar, hay tensión. Es feo, pero normal”.

Arte vs Trump

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