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Objetos de culto

La lucha libre mexicana es más 
que un espectáculo, y con el paso de los años se ha convertido en el alimento de varias disciplinas artísticas, como el cine, la fotografía e incluso obras plásticas
17 de Septiembre 2017
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Geoffroy Plantier, director de la organización parisina de promoción artística La Rutile, vive a escasos 15 minutos del Museo de Louvre, uno de los recintos artísticos más importantes de todo el mundo. Pero si tuviera que escoger entre ir una vez más al hogar de la Mona Lisa o a la Arena Coliseo de la lucha libre mexicana, no duda: iría a las luchas.

“Las luchas libres mexicanas son más que un espectáculo, son un objeto de culto y de cultura popular”, dice Plantier.

A las arenas de lucha libre van niños, ancianos, hombres y mujeres por igual. Ahí está la porra tepiteña, vestida del mismo color, al igual que la de la Doctores. Cada bando tiene sus luchadores favoritos, y fuera del ring ellos también viven su propia lucha: la de las porras e insultos más divertidos, más creativos. Las carcajadas al final de cada vociferación son inevitables y los resentimientos no tienen lugar. Su creatividad indiscutible los convierte prácticamente en poetas del pancracio.

Fue hace unos 15 años que las luchas libres se convirtieron en un polo de atracción para los extranjeros que desean conocer el underground capitalino.

Jimmy Pantera, de nacionalidad belga, comenzó a asistir a las luchas libres hace más de 20 años, y en 2009 publicó el único libro sobre el tema en lengua francesa: Los tigres del ring, que en 2012 editó en México el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

“La lucha libre mexicana es interesante para muchas personas de diferentes países y culturas porque constituye un universo misterioso y exótico, desde el estilo de los luchadores con sus máscaras y llamativos trajes. La lucha libre es alimento de varias disciplinas artísticas, como el cine, fotografía, obra plástica, lo que la hace todavía más rica”, dice Jimmy.

“La lucha libre me permitió existir como artista”, afirma desde Bélgica, y es que Los tigres del ring le permitió empezar una nueva vida y marcar nuevas metas. No pasa un solo día sin que alguien lo consulté sobre el libro. Además, le dio la oportunidad de organizar exhibiciones.

La receta mística

Los narradores de la lucha libre dicen que como la mexicana no hay dos. De entrada, parece una exageración, aunque varios extranjeros les dan la razón.

“Cuando vas a ver un partido de futbol o un concierto, en cualquier parte del mundo, es relativamente igual o similar. Lo que ofrece el espectáculo no cambia mucho. En cambio, cuando ves las luchas libres mexicanas, no hay algo que se le parezca”, dice Pablo Cavada, un chileno que vivió en México entre 2008 y 2010.

Y es que la lucha libre mexicana se distingue de las del resto del mundo por las  máscaras de los luchadores, las cuales les dan identidad y los acercan a la idea del héroe enmascarado. “Los gringos tienen a Batman, pero nosotros tenemos al Místico”, dice un señor desde la tribuna.

Los luchadores mexicanos no poseen cuerpos atléticos o particularmente musculosos, lo que dista del prototipo del superhéroe. Sin embargo, al subir al ring se convierten en semidioses y todos los que están en la tribuna, en sus fieles seguidores, quienes, a su vez, componen el tercer ingrediente de la lucha libre: la pasión de la afición.

“Cuando vas a la lucha libre en México, vas entregado a formar parte del espectáculo, a dejarte llevar. Para cuando sales, te sientes más ligero. Eres otro”, dice Pablo.

COLECCIÓN première

La primera vez que Geoffroy asistió a la Arena Coliseo fue hace 15 años –tenía sólo 19–, desde entonces ha ido más de una veintena de veces. Muchas de ellas, acompañado por otros extranjeros que, como él, descubren en la mística de las luchas mexicanas un efecto imposible de copiar en cualquier otro espectáculo.

Como especialista en expresión artística, Geoffroy pronto descubrió un valor artístico y de colección en las máscaras que portan los luchadores. Comenzó a viajar a México una o dos veces al año para comprar diferentes artículos mexicanos, que más tarde vendía a boutiques parisinas, como las máscaras de luchador, que en las calles de París se cotizan en alrededor de 30 euros (casi 600 pesos mexicanos), mismas que en nuestro país adquiere por una décima de ese precio.

“Los luchadores de plástico que en México cuestan 20 pesos la docena, en Francia se venden en 25 euros”, dice Plantier.

El reconocido ilustrador francés Pakito Bolino inaugurará en Marsella, en diciembre, la exposición La révolution graphique, en la cual diferentes artistas europeos y mexicanos –entre estos últimos Dr. Lakra, hijo de Francisco Toledo– exhibirán, entre otras piezas, nuevos diseños de máscaras de luchadores.

“El diseño de las máscaras de los luchadores tiene un arte gráfico muy efectivo visualmente hablando”, dice Bolino.

Y aunque la lucha libre no está exenta de modas y tendencias, con casi un siglo de existir en México, sus raíces son cada vez más profundas; sin duda constituyen una parte importante de la cultura popular mexicana y, por supuesto, del mundo.    

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