Las obras del ruso Antón Chéjov, escritas hace más de un siglo, siguen vigentes. Una versión de Las tres hermanas, dirigida y adaptada por Diego del Río, se presenta desde el 10 de diciembre en el Teatro Milán en una temporada corta y vertiginosa. Arcelia Ramírez, Maya Zapata y Emma Dib interpretan a las hermanas (Masha, Irina y Olga, respectivamente).
La obra arranca un año después de la muerte de su padre, y transcurre aproximadamente en cinco años; aunque la relación entre las hermanas es cada vez más complicada, afectada por secretos de familia, sueños incumplidos y la pérdida del legado de los padres. Es una adaptación basada en cuatro transcripciones al inglés del libreto original de 1901.
Versión libre que Diego del Río redujo a nueve personajes, su intención es desnudar “la teatralidad, quitar el tema del artificio, que se abra el telón y entre el actor, para encontrar la simplicidad del autor que en su momento buscaba un teatro cercano a lo vivo, a lo real, con diálogos que fluyen con naturalidad a partir de esa inmediatez, sencilla aparentemente, y que en el proceso de traducción se va perdiendo”.
La actriz Maya Zapata, quien recientemente participó en la serie biográfica sobre la cantante Selena, sostiene que “lo mejor que tenemos en este país es el teatro que hacemos. Todos los creadores trabajando por un mismo propósito, como ocurre en una obra, suelen ser los mejores equipos”. Ella, cuyo trabajo actoral está íntimamente ligado al cine, pensó que para hacerlo tenía que pertenecer al mundo del teatro, pues en los años ochenta y noventa los clásicos parecían exclusivos de intelectuales. “Era un teatro raro, extraño y lejano a la gente; muy difícil de entender”.
Hoy, dice, es otro el acercamiento. “A estos maravillosos escritores clásicos hay que sacarlos del nicho y acercarlos a la gente. Hoy tenemos que mirarlos de igual a igual, entender de dónde venían, saber cuáles eran los prejuicios que tenían y cómo se filtraban”. Lo que le gusta de Chéjov es la capacidad que tenía para plantear conflictos humanos profundos con sutileza y sencillez.
Maya, quien debutó en el cine con la película De la calle (Gerardo Tort, 2001), interpreta a Irina, la menor de las hermanas. “Su idea es que el trabajo reivindica, que es el objetivo. Yo no estoy de acuerdo con ella; sin embargo, entiendo lo que busca: algo más que no sea el lugar donde está. En ese sentido se parece a mí, aunque en las ideas concretas somos totalmente distintas. Irina todo el tiempo está buscando sentido, pero nunca lo encuentra, y es muy duro porque hay mucha gente que conocemos, en nuestras familias o compañeros, que tampoco lo encuentran. La búsqueda de sentido es de las búsquedas más importantes, y quisiera que se acordaran de que una vida vivida con sentido suma, potencia, inspira, transforma. Una vida vivida sin sentido es una vida triste, pobre, mediocre”.
Según Maya, esa búsqueda de sentido es permanente. “No es una pregunta que uno se haga y se responda. Es una pregunta que está constantemente revalidándose, recuestionándose a lo largo de la existencia. Cada personaje tiene su camino distinto. Siento que los personajes te eligen. Uno va creyendo que uno decide las cosas sobre su vida, pero la vida te enseña que probablemente no sea tan cierto. Creo que Irina me escogió a mí: en este momento de mi vida estoy volviendo a plantearme el sentido de por qué hago lo que hago, que ya tuve esta crisis hace siete años, cuando cumplí 30 y no quise trabajar con nadie. Irina viene a acompañar esta pregunta otra vez, a ayudarme a entender algo”.
Para ella, actualmente el teatro mexicano atraviesa un gran momento. “No se está haciendo con el objetivo de llenar las salas, sino por la necesidad de crear con libertad, de crear con sentido, de poner en ejercicio lo que han entendido que suma a su conciencia. Y eso se va uniendo a otras conciencias, y van creando no desde el deber ser, sino desde la esencia. Y lo ha provocado, creo, la 189”.
Por el contrario, apoyos similares al cine han producido un efecto en sentido inverso. “Los cineastas tienen una lucha con el ego muy importante, no saben qué quieren, dónde se ubican, están concentrados en las comedias y quieren mucha gente en las salas; a veces no importa cómo, sino qué. No me siento tan cercana a eso últimamente, es más una estrategia para llevar gente a las salas. Está muy bien, es válida y algo aprenderemos de eso, sin embargo no es como a mí me gusta hacer las cosas”.
El teatro, en cambio, “le habla directamente a la cara a la gente. Tenemos un teatro privilegiado; la ley vino a potenciar y a dar espacio a otros creadores y productores, mentes frescas, espíritus frescos, con ideas nuevas, que han venido a sumar, contrario al cine. El teatro hace mucha comedia, pero inteligente, profunda, interesante”.
Los creadores, sostiene Maya, “somos vehículos, somos receptores, dadores de entendimiento, de luz”.