Para comprender el misticismo que rodea a su figura es necesario conocer los años de inmigración que trajeron a Buenos Aires a doña Bertha Gardès y su pequeño hijo Carlos. La infancia del niño que con apenas 7 años se sentaba en la puerta de su casa a cantar y que en su adolescencia lo hacía en casa de familias del barrio del Abasto. Poco después se relacionó con matreros, malevos y compadritos. Su vida como inmigrante que triunfó en Europa y los Estados Unidos, que en pleno apogeo murió en un accidente fatal dando vida al mito.
La Buenos Aires pre gardeliana
Entre fines del siglo XIX y principios del XX ocurrieron fuertes migraciones con distintas intensidades y direcciones. Los principales polos fueron Argentina y los Estados Unidos. Nuestro país aceptó el mayor contingente inmigratorio en relación con su población estable, lo que provocó un impacto colosal desde la organización social e identidad colectiva.
La Buenos Aires moderna comienza a construirse sobre múltiples expresiones culturales y étnicas, con la lucha de una nueva comunidad en formación que añoraba lo perdido: los inmigrantes desde su tierra de ultramar y los nacidos en Buenos Aires desde la tranquilidad colonial de su gran aldea, inmersa en un continuo trastocar de valores, formas de vida, léxicos y arquitectura. Así nacía una nueva Buenos Aires cuyo proceso de integración fue exitoso y pacífico donde las pequeñas comunidades de inmigrantes se ayudaban entre sí y mantenían vigentes las costumbres de sus tierras natales.
La Capital Federal pasó de tener 7% de extranjeros, en 1895, a 50% en 1914. Sumados a los llegados de distintas provincias resulta que sólo un tercio de su población había nacido allí. En esa época el gaucho fue idealizado incluso como reflejo de las virtudes más nobles del ser humano: lealtad, hombría de bien, solidaridad, esfuerzo, sinceridad. En ese contexto, gran parte de la élite local promovió el arte nacional, las tradiciones argentinas, las danzas y los bailes autóctonos de las diferentes provincias, entre ellos el naciente tango.
El cambio de la geografía humana se dio de manera tan drástica y forzó la construcción de nuevas estructuras físicas y simbólicas, y surgieron nuevos paradigmas, comportamiento e ideales. Todos procesos no exentos de dolor y, contrariamente a lo que se afirma, el tango se reveló incapaz de ser soporte para la transmisión de ideas políticas.
Desde el tango se ventilaron conflictos de índole personal surgidos a partir de los choques culturales y sociales, trabajando sobre lo inconsciente y las emociones. Las historias contadas no se relacionaban con la problemática de la inmigración ni de la integración social, pero sí articularon esos conflictos: La Violeta o Giuseppe, el zapatero se refirieron a la inmigración de manera directa aunque fueron las menos en el conjunto de toda la producción tanguera.
Gardel: sus primeros pasos y el fenómeno
Para poder entender por qué el éxito de Gardel impactó en la gran aldea, es necesario contar su historia, similar a la del resto de los migrantes que, al cambiar de país, debieron adaptarse a un paisaje y modo de vida diferentes, y a las nuevas amistades.
Carlos y su madre Bertha Gardès llegaron a Buenos Aires para probar suerte, pero desde la mañana en que pisaron tierra argentina iniciaron una vida distinta y difícil: el pequeño Carlitos debió ser entregado al cuidado de las amigas de su madre para que ella pudiera dedicarse al extenuante oficio de planchadora.
Los hijos de Rosa Corrado de Franchini, que compartieron su infancia con Carlitos, aseguraron que “desde muy chiquito soñaba con ser cantor. Él mismo lo decía. Muchas veces, de noche, cuando se acostaba, lo veíamos en la cama con un pequeño palo, a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época, mientras decía: ¡Yo voy a ser un gran cantor!”.
Según esos relatos, su infancia toda fue así: “Pasamos por él más de un sobresalto. A los siete años se sentaba en las puertas de calle a cantar y enseguida lo rodeaba un mundo de muchachitos y por intermedio de ellos, muchas familias se lo llevaban a sus hogares durante días enteros”. Bertha aseguró que a los 12 años le pedía las llaves de la puerta de calle porque por las noches “tenía un programa”. A esa edad ya daba recitales amateurs en casas de familias u otros sitios.
Como la mayoría de los niños de la época, aquel muchachito morocho, peinado con raya al medio, bastante gordito y de andar desenfadado, pasaba gran parte de su tiempo en la calle, obsesionado en la búsqueda de la oportunidad de hacer algún dinero. A veces mezclándose con amistades no muy santas, que le ocasionaron dificultades con la policía.
En ese cacofónico mundo de contrastes, fue tomando contacto con el lunfardo, con payadores, con músicos de todo tipo y condición. El adolescente Gardel tenía una relación muy cercana con la familia de don Agustín Traverso, dueño de la fonda O´Rondemann, en especial con sus hijos: Constancio, Alberto “Gigio”, José “Cielito” y Félix “Felicín”.
En el Abasto tallaba el payador José Betinotti —autor de Pobre mi madre querida— que escuchaba al jovencito con verdadero cariño y que en 1904 abrió el café Paulín donde acudía mucha gente para oírles cantar un contrapunto o una payada. Betinotti sabía que su partenaire era incapaz de expresarse por improvisaciones y para hacerle salir del compromiso con agilidad elaboró espontáneamente estos versos: ¡Los que me escuchen a mí sabrán el hondo gemir de mi alma sentimental. Pero de otros el sentir lo sabe sólo decir el canto de ese Zorzal! Acto seguido señaló al muchacho ofreciéndole la guitarra y dándole pie para que tomara el instrumento y cantara una de sus estudiadas canciones. A partir de aquella anécdota se populariza su mote El Zorzal o El Zorzal criollo.
Otras grandes influencia para Gardel fueron el uruguayo Arturo De Navas, su gran maestro, y el Gabino “el Negro” Ezeiza, a quien siempre consideró como el mejor cantor de Argentina. También tenía amistad con los primeros bailarines de tango: El Cachafaz, Tarila, El Escoberito, El “Flaco” Alippi y el “Negro” Pavura. Ellos y sus parejas crearon la coreografía que hoy se sigue bailando. Entonces la letra del tango era divertida, provocadora y en la mayoría de los casos, muy soez.
Eran tiempos bravos y Carlitos fue trabando amistad con todo tipo de matreros, malevos, compadritos y personajes variopintos que luego poblarían las letras de sus tangos: “El pardo Agusto”, “El Cordobés”, “El Morocho Aldao”, “El Noy”, algunos de los mencionados por Enrique Cadícamo en el tango homenaje compuesto en 1936.
Una noche de 1911, se produce un encuentro significativo con el cantor José Razzano en la casa del pianista Gigena, detrás del Mercado de Abasto. Aquella reunión dio sus frutos y años más tarde nacía el dúo Gardel-Razzano. El auge del dúo, comienza en diciembre de 1913 en el Armenonville, de allí al teatro, a las giras por toda Argentina, Uruguay, Brasil y Chile… ¡Rumbo a la fama!
En 1917, Carlitos incorpora un nuevo estilo en el tango y populariza los versos del tango Percanta que me amuraste, sobre la melodía de Lita, más tarde titulado definitivamente Mi noche triste. Comienza a dar sentimiento y emoción a la forma de cantar el tango, dando vida a un nuevo género musical: el tango canción.
El 9 de abril de ese año, junto a su inseparable compañero Razzano inicia las grabaciones para la discográfica Max Glücksmann (luego Nacional, luego Nacional Odeón). Los primeros discos salen a la venta en julio e impulsan la difusión del dúo cuya fama comenzaba a crecer. En 1920 están en pleno apogeo: trabajan incansablemente, viajan al interior y a Uruguay. Tres años después llegan a España y desde entonces el tango se enseñoreó en la garganta de Gardel, afirmando su prestigio de intérprete excepcional. Para 1925, habían grabado más de 350 matrices y publicado 171 discos.
En ese año, el dúo se deshace porque Razzano tiene problemas en la garganta que le impiden cantar. Gardel continúa su carrera en solitario mientras su compañero lo acompaña como manager o representante. Siguen compartiendo los gastos y las ganancias como si nada hubiera cambiado, pero, en realidad, cambió todo.
La tecnología discográfica sigue evolucionando y en 1926, Gardel vuelve a grabar muchas de sus canciones exitosas en el nuevo sistema de discos eléctricos que otorgaban una mejor calidad en el audio de reproducción.
En junio de 1927, a bordo del “Conte Verde”, Gardel viaja al Europa por tercera vez: después de una etapa consagratoria en España intenta la conquista en París y el año 1928 se torna en el más fructífero de su carrera hasta entonces. Ya es un hombre de mundo, atrayente y popular. Su nombre está en las más importantes carteleras de París y “su” tango conquista a los franceses desde cada escenario.
Desde allí, su fama llega al resto del mundo occidental. Se avivan las contenidas emociones de inmigrantes y despierta en los criollos el orgullo de pertenecer a esta incipiente comunidad rioplatense. Gardel era el catalizador que unía a todos bajo una cultura en común.
La llegada al cine y la consagración internacional
El cine sonoro comercial nace New York en 1927, pronto la novedosa tecnología llega a Buenos Aires y Gardel ve en ella una oportunidad en el avance de la industria cinematográfica. Antes, había actuado en el film mudo Flor de durazno, rodado en septiembre de 1917.
El 1 de octubre de 1930, Gardel, Razzano y Francisco Canaro constituyen “Unión Argentina”, Sociedad Difusora de Obras Musicales y Cinematográficas.
Poco después, filman quince sketches que le sirven a Gardel como promoción de sus canciones. Once de esos encuadres musicales se estrenan al año siguiente como complemento de la película Luces de la ciudad, de Charles Chaplin.
Pero Gardel buscaba ingresar a escena por la puerta grande. Sabía que el cine podía proyectar su imagen y su voz a todos los rincones del planeta por lo que llevó esas cintas a Europa, donde movería todos los hilos hasta hacerse un lugar en el podio de la cinematografía universal. Y a ese proyecto abocaría todos sus esfuerzos futuros.
Así llega la primera posibilidad de participar en un largometraje de la Paramount, en París. Las luces de Buenos Aires fue el primer film, pero no lo tuvo como protagonista. Error que asumen los productores que sí le dan el papel principal en Espérame, de 1932, que también le dio tiempo para cantar, pero el guión no era bueno y el elenco tampoco aunque las apariciones musicales y actorales de Gardel justificaban todo. Desde entonces, sus películas son un éxito sin precedentes en toda América: el público pide que se repitan, dos o tres veces, las escenas donde canta.
Poco después se asocia con Alfredo Le Pera para que le escriba los guiones y las letras de las canciones. Actúa junto a Imperio Argentina en el corto La casa es seria y en el largometraje Melodía de arrabal, que se convierte en un gran éxito. La Paramount encuentra en Gardel la posibilidad de crecer en el mercado hispano y lo invita a trabajar en los Estados Unidos. En poco tiempo será considerado el sucesor de Rodolfo Valentino. Viaja con Le Pera y crean la sociedad “Éxito Producciones”.
En 1934 comienzan a rodar en New York: la primera experiencia exitosa es Cuesta abajo, sigue la comedia El tango en Broadway; en 1935 filma Tango bar y su mejor película, El día que me quieras, estrenada de manera póstuma. También participa con dos números musicales en el film Cazadores de estrellas.
Las apariciones de Gardel en el cine dan forma definitiva al prototipo de argentino triunfador y crea el modelo en el que nuevas generaciones de argentinos se inspirarán. A ello se suma una gira continental y deslumbra en todas las ciudades donde se presentó, lo que cimentó aún más su fama.
Gardel muere en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, en un accidente de avión. Desde entonces es eterno y su figura sigue siendo tal como lo era hasta el momento en que pereció en ese infierno de fuego y de sangre; con la frescura de su voz en los discos, con la “pinta” y la sonrisa de sus fotos… ¡A nadie se le ocurriría imaginarlo de otra manera!
Los fieles amigos que murieron en la misma hoguera fueron Alfredo Le Pera, Guillermo Desiderio Barbieri, Domingo Riverol, José Corpas Moreno, entre otros que siguieron su fatal destino. Se salvó, con graves quemaduras, José María Aguilar, quien falleció en Buenos Aires, años más tarde.
El Mito de Gardel y el deseo de sus seguidores: descansar al lado del ídolo
Trascender es inherente de la existencia del ser humano. Las religiones y la historia surgen en primera instancia para explicar o dar sentido a lo inexplicable, llenando el vacío del desconocimiento, basados en la necesidad fisiológica que tiene cualquier ser humano de cerrar un hecho o explicar un acontecimiento para dar sentido a su existencia. En segunda instancia, continuar su especie o descendencia y parte de ella contiene el sentimiento de pertenencia a una especie o sociedad que pueda y sepa transmitir los rasgos inherentes a la misma, a la siguiente generación.
Carlos Gardel entendió y logró establecer la base de la identidad nacional y la sociedad de la época, integrada en su mayoría por inmigrantes. Otorgó el sentimiento y el orgullo de pertenencia a esa sociedad, distinta de la que habían venido y es de ahí que su muerte trágica estableció el mito. Sumado a ello, el sentimiento de identidad de las clases populares de donde surgió y el reconocimiento de las clases más altas —tras su triunfo en Europa y Estados Unidos— para dar forma a una nueva identidad cultural a todos los argentinos.
Gardel fue el catalizador que unió al inmigrante con esta nueva tierra, pero también parte de nuestra vida, en forma consciente o no, porque cualquiera podía ser considerado Gardel. “¡Sos Gardel!” es la expresión que cualquiera usa si las circunstancias son favorecedoras o “¡Andá a cantarle a Gardel!”, es otra expresión. Gardel ocupa así el espacio del superhéroe idolatrado que nos permite encontrar el punto de apoyo para sentirnos parte de una sociedad. A su corta carrera le sucede el mito, la construcción de su imagen como un fuera de este mundo.
Con la instalación del mausoleo en el Cementerio de la Chacarita, en 1938, coronado por una estatua tamaño real, sus fieles admiradores se nutren de su éxito, forjando su historia en la de Gardel, viviendo sus recuerdos como propios, aunque, en la mayoría de los casos por sus edades, nunca lo conocieron, pero aún así sus historias están atadas a él.
Orgullosos lo recuerdan y, continuando con la tradición de los últimos 85 años, sus seguidores viven un día como él. Cada 24 de junio, en recuerdo de aquel trágico final, interpretan sus canciones, intercambian anécdotas y vivencias junto al Zorzal. Así confirman la importancia de Gardel en sus vidas haciéndolo parte de sus propias historias. Esta pasión llega incluso al deseo de querer descansar después de muertos a su lado en el interior del mausoleo. Su figura eterna se encuentra, para todos ellos, un escalón por encima del de los hombres y un peldaño anterior al de Dios.