Este viernes se cumplen 178 años de la muerte de Leona Vicario, la única mujer honrada en México con funerales de Estado. Nacida en 1789 de una mexicana y un comerciante español, Leona creció con todas las comodidades y, cosa rara en una niña de la época, recibió una amplia educación.
Al morir sus padres en 1807 pasó a depender de su tío, que le permitió una cierta independencia pero que no autorizó que se casara con un estudiante, Andrés Quintana Roo, de quien Leona se había enamorado.
A partir de 1810 colaboró con Los Guadalupes, una red que ayudaba a los insurgentes transmitiendo información sobre los planes de las autoridades españolas, cobijando a fugitivos o dando apoyo económico.
En marzo de 1813 un mensaje interceptado por los españoles facilitó su captura. Leona fue apresada y condenada, siendo sus bienes incautados y ella enviada a prisión, pero allí estuvo pocas semanas porque tres insurgentes disfrazados de oficiales virreinales la ayudaron a fugarse.
Nuestra protagonista pudo entonces casarse con Andrés Quintana Roo, y juntos sirvieron a la insurgencia y tuvieron su primera hija. Durante este período Leona se convirtió en una de las primeras mujeres periodistas de México.
La pareja rechazó varias ofertas de indulto llegadas de la capital, pero en marzo de 1818 fueron capturados y, pensando en su hija, aceptaron el perdón. Lograda la independencia de México Leona vio como el Congreso de la República le compensaba por los bienes que le habían sido incautados, y continuó con su actividad periodística, poética y política. Cuatro días después de su muerte fue oficialmente declarada ‘Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria’.