El 13 de octubre de 1933, el poeta español Federico García Lorca pisó el Hotel Castelar horas antes de ir al Teatro Avenida. Su amiga Lola Membrives lo había invitado a ver Bodas de sangre, escrita por el poeta ese mismo año y en la actualidad una de las obras más célebres de su producción. Su plan era quedarse en el país dos semanas. Pero se quedó seis meses: “Buenos Aires tiene algo vivo y personal, algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina”.
Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, tal su nombre completo había nacido en un pueblito de Andalucía en 1898 y llegó a ser el poeta español de mayor influencia del siglo XX. Este viernes 5 de junio se cumplen 122 años de su nacimiento.
Perteneciente a la llamada Generación del 27, que agrupaba a poetas españoles, García Lorca tuvo su madurez como poeta entre 1924 y 1927, al mismo tiempo que vivía una crisis personal –“una de las más hondas de mi vida”–, que lo empujó a hacer un viaje a Nueva York en 1929: quería alejarse de las críticas que había recibido por parte de Salvador Dalí y de Luis Buñuel a su Romancero gitano, de gran éxito en ese entonces, y buscaba también despegarse de “la gitanería”.
El escritor Federico García Lorca recitando uno de sus poemas por radio, en su visita a Buenos Aires, en 1933. / EFE
“Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje que tú sabes bien no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me va echando cadenas”, le escribió al poeta y crítico literario Jorge Guillén. Pero, sobre todo, quería reponerse de un desamor: se había separado de Emilio Aladrén, un escultor con quien había mantenido una relación afectiva.
El poeta y dramaturgo Federico García Lorca, autor de “La casa de Bernarda Alba” y “Yerma”.
En Nueva York, “una de las experiencias más útiles de mi vida”, quedó sorprendido por la economía capitalista, así como por el trato a los negros. Sus impresiones fueron plasmadas en Poeta en Nueva York, que se publicó recién cuatro años después de su muerte y donde expresaba “la esclavitud dolorosa del hombre y máquina juntos”. De Nueva York, viajó a La Habana y luego de vuelta a Madrid.
García Lorca en el Teatro Avenida.
En 1933 fue invitado por la compañía de Lola Membrives al estreno en Buenos Aires de Bodas de sangre, que cosechó gran éxito de público. De regreso a España, en 1934, escribió Yerma y La casa de Bernarda Alba, entre otras obras. Pero se empieza a vivir un clima de violencia e intolerancia que antecede a la Guerra Civil: García Lorca era considerado un enemigo por su amistad con personalidades del progresismo, al tiempo que lo empezaron a perseguir por su homosexualidad.
14 de octubre de 1933. Federico García Lorca en Buenos Aires. Con Eva Franco en los ensayos de “La niña boba”. / Archivo La Razón
Él decía sentirse “católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico”. Fue acusado de “ser espía de los rusos, estar en contacto con éstos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual”, lo que le valió primero la prisión y luego el fusilamiento.
El monolito en memoria a Federico García Lorca, en el paraje de Fuente Grande de Alfacar (Granada).
Hace ocho años, el Hotel Castelar, ubicado en Avenida de Mayo 1152 e ideado por el arquitecto italiano Mario Palanti, recreó, con ambientación de los años 30, la habitación 704 donde durmió el andaluz y donde pasó su estadía en estas tierras en las que hasta tuvo un encuentro con Carlos Gardel. El Hotel anunció su cierre a principios de mayo producto de la crisis por coronavirus: sin huéspedes, sin ingresos y sin poder pagarles a los empleados.
La habitación 704 que ocupó García Lorca en el Hotel Castelar. / JM Foglia
La habitación que ocupó García Lorca estaba ubicada en el séptimo piso del hotel y fue utilizada por pasajeros hasta 2003. Incluso la hermana de García Lorca la ocupó especialmente cada vez que visitó el país.
Los personajes de La casa de Bernarda Alba y de La zapatera prodigiosa recibían a los visitantes desde la pared del hall que antecedía al cuarto. También había un original del Romancero gitano traído especialmente desde España para decorar el ambiente al que se sumaba un reloj parado a las 17, hora en que comenzó la Guerra Civil Española. En el contexto de ese enfrentamiento lo asesinaron; se desconoce la fecha exacta porque sus restos nunca fueron recuperados al ser enterrados en una fosa común.
Recortes de época en el escritorio de la habitación 704 del Hotel Castelar. / JM Foglia
En la habitación del Castelar había láminas explicativas, fotos y copias de su partida de nacimiento y de su bautismo. De su paso por Buenos Aires se recuerdan cuatro conferencias por Radio Stentor, que emitía desde el subsuelo del hotel, donde también se hacía la peña “Signo”. Pero, curiosamente, hasta el momento, no se han encontrado registros sonoros con su voz, su “voz gitana”. Allí conoció a Pablo Neruda, a Alfonsina Storni y a Juana de Ibarbourou, entre otros.
Asesinato Dos voces de madrugada en Riverside Drive*
¿Cómo fue?
-Una grieta en la mejilla.
¡Eso es todo!
Una uña que aprieta el tallo.
Un alfiler que bucea hasta encontrar las raicillas del grito.
Y el mar deja de moverse.
-¿Cómo, cómo fue?
-Así.
-¡Déjame! ¿De esa manera?
-Sí.
El corazón salió solo.
-¡Ay, ay de mí!