Revista Cambio

El “último samurái” de Brasil busca mantener viva la tradición en Sudamérica

Por Leonardo Benassatto y Gram Slattery

CURITIBA, Brasil, 19 feb (Reuters) – Desde afuera, la modesta casa de Edson Suemitsu se ve algo diferente a las de su vecindario de clase media en Curitiba, una tranquila ciudad del sur de Brasil.

Pero al cruzar las puertas se encuentra un frondoso jardín dominado por una enorme arco rojo japonés conocido como torii. En la cochera, es posible hallar frecuentemente a Suemitsu acuclillado ante una piedra de afilar o en su banco de trabajo, elaborando una más de las cientos de espadas que ha hecho a través de los años.

El fornido Suemitsu, de 61 años y cabello cano, dijo que se interesó por primera vez en la elaboración de katanas, un tipo de espada curva que utilizaban los samurais en el Japón feudal, cuando vio a su abuelo forjar hojas como herramienta para defenderse de las serpientes venenosas en su granja.

Al mudarse a Curitiba a fines de la década de 1960, aprendió el arte de hacer katanas, principalmente mediante ensayo y error, sostiene. A la larga, su trabajo ganó reconocimiento.

Suemitsu ha hecho cerca de 1.000 espadas en 42 años, que vende por precios que van desde 6.000 reales (1.400 dólares) a 20.000 reales. Afirma que tiene clientes de lugares tan lejanos como Egipto.

Como es el único forjador de katanas a tiempo completo del país, la prensa local lo ha apodado “el último samurái de Brasil”. A Suemitsu le divierte el título, aunque lo considera un poco engañoso, porque muchos descendientes de japoneses en Brasil tienen ancestros samuráis.

Entre los secretos para hacer katanas, dice Suemitsu, hay cualidades intangibles, como la fe. También dice que la herencia japonesa es esencial.

“Primero tienes que ser japonés, pensar como un japonés, tener un espíritu japonés. Si yo, como alguien con sangre japonesa, tratara de bailar samba, no funcionaría”, dijo, refiriéndose a la popular danza afrobrasileña. “Sería extraño”.

Suemitsu forja la hoja, hecha con acero austriaco, sobre una fragua con la llama al aire. Él pasa días afilando las espadas a mano sobre una piedra húmeda. Si trabaja todo el día y los fines de semana, puede fabricar tres al mes.

Aunque dice que no planea retirarse, le gustaría tener un sucesor, pero reconoce que su oficio podría morir con él.

“No sé si tendré sucesores porque el trabajo es muy complejo”, comenta. “No puede ser por el dinero, tiene que ser por el corazón”.

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(Reporte de Leonardo Benassatto y Gram Slattery; Editado en Español por Ricardo Figueroa)