POR LUCÍA BURBANO / NUEVA YORK, EU
Nació como una moneda alternativa a la banca tradicional, apoyada por la filosofía participativa, abierta y democrática que enarbolaron movimientos sociales del siglo XXI, como Occupy o el 15M. Ocho años después, el bitcoin se mantiene como la criptomoneda de referencia, cada vez más aceptada por jurisprudencias internacionales y con un número de usuarios que va en aumento. No obstante, su naturaleza virtual y sus características han atraído también a otro perfil que lo emplea en acciones delictivas llevadas a cabo en la red: los ciberdelincuentes.
CON MANZANAS
El bitcoin es un sistema de dinero electrónico, un protocolo y un software basado en la criptografía, o sea, en técnicas cifradas o codificadas que alteran las representaciones lingüísticas de ciertos mensajes con el fin de hacerlos ininteligibles a receptores no autorizados. Se creó con el objetivo de descentralizar los pagos entre usuarios, al eliminar la necesidad de la presencia de instituciones financieras en las transacciones. Su creador es (o son) “Satoshi Nakamoto” –seudónimo de un usuario aún por identificar– quien en noviembre de 2008 anunció, en la lista de correo Cryptography, que estaba trabajando en un nuevo sistema de dinero electrónico.
En su comunicado, describió al bitcoin como un sistema y una moneda “no dependiente de un servidor principal ni de terceras partes, una alternativa a los bancos tradicionales y a la opacidad con la que manejan nuestros ahorros y datos privados”.
El 11 de febrero de 2009, este mismo usuario publicó un mensaje en el portal P2P Foundation donde dio a conocer el sitio web oficial Bitcoin.org, las características fundamentales de este, su diseño e, incluso, el cliente inicial con el que comienza a participar en la red.
“Para mí fue una revelación. Cuando descubrí que existía un sistema monetario honesto que permitiría poner a raya a la Reserva Federal no lo pensé dos veces”, afirma Nick Spanos, fundador y director del Bitcoin Center en Nueva York y vinculado a esta cibermoneda desde sus inicios. El motivo por el cual Spanos afirma esto es que una de las características de esta moneda virtual es su carácter democrático, basada en una arquitectura distribuida. Los usuarios más avanzados –como Spanos, graduado en ciencias computacionales– colaboran en la red a cambio de bitcoins. Son los denominados mineros, personas encargadas de realizar los cálculos matemáticos que crean las monedas y verifican las transacciones entre usuarios.
Al bitcoin le acompaña una jerga muy particular. Las cuentas bancarias se denominan direcciones virtuales, compuestas por una clave pública –identifica la dirección y valida las firmas– y una privada –empleada con el propósito de firmar las transacciones. Los monederos almacenan las direcciones de bitcoin de un usuario que paga e ingresa por bienes y servicios, ejecutando transacciones que se agrupan en bloques que forman una cadena cronológica, equivalente a un registro público que gestionan y validan los mineros. Existe otra figura que es la del desarrollador, el encargado de optimizar y mantener este software en activo. Son además los que deciden la cuantía de las recompensas que reciben los mineros por su trabajo, aunque debe ser una mayoría de usuarios la que apruebe si esta es o no proporcional.
El sistema se basa en unos algoritmos de tal complejidad que, según Spanos, se equiparan a aquellos que emplea la Agencia de Seguridad de EU, y que convierten la arquitectura del bitcoin en “infranqueable” para los piratas informáticos.
VUELA VUELA
Según el reporte Global Cryptocurrency Benchmarking Study, publicado en 2017 por la Universidad de Cambridge, el bitcoin es la criptomoneda dominante, aunque la aparición de otras como ether o litecoin ha provocado un descenso de su domino del 86 % en 2015 al 72 % en marzo de este año. En julio de 2016 había 710 ciber monedas, y según los autores de este reporte, su valor de mercado se ha multiplicado por tres desde 2016; alcanzó los 25 billones de dólares en marzo de 2017.
Por su misma naturaleza, resulta complicado establecer el número exacto de usuarios, ya que es posible que un individuo cuente con varios monederos. Estimaciones de Coinbase y ARK Research realizadas a partir de sus bases de datos, cifran en 10 millones el número de personas que en 2016 tenían una cuenta en bitcoins. Este incremento de tráfico no ha menoscabado su seguridad, pero tal y como afirma Spanos, “sí se han tenido que realizar varias modificaciones en su arquitectura a fin de adaptar el sistema a este aumento de usuarios”.
Una peculiaridad del bitcoin es que se ha establecido un número tope de monedas que pueden estar en circulación, cifrada en 21 millones. El motivo de esta limitación, justifica Spanos, es que esta escasez mantiene su valor. “Como sucede con el oro, si algo es limitado conserva o incrementa su valía. Además, se evitan prácticas como la inflación”, explica el experto.
En lo que llevamos del año, el valor de esta moneda virtual ha aumentado 172 %. A principios de junio, la unidad de bitcoin alcanzó los 2 967.48 dólares al cambio, su tope. Su valor se determina de la misma forma que otras monedas actuales y se puede calificar como una divisa fiduciaria, cuyo valor se basa en la confianza que la sociedad deposita en ella. No obstante, al tratarse de una divisa completamente diferente a las tradicionales y el hecho de no estar controlada por ninguna autoridad, provoca que esta confianza se sostenga en otros elementos, como los factores técnicos implícitos en su sistema.
“El valor de cambio respecto a cualquier otra divisa oficial aumentará conforme la sociedad acepte pagos con bitcoins, disminuyendo en caso contrario”, explica Asier Martínez, experto en ciberseguridad del Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (Incibe). El propio sitio web del bitcoin alerta esta volatilidad y advierte que un monedero no debe ser un fondo de ahorros, sino que debe gestionarse como un activo de alto riesgo.
Expertos justifican este auge por el boom reciente que ha experimentado en Asia, cuya demanda disparó en mayo la tasa de cambio hasta los 5 millones de wons surcoreanos –unos 4 500 dólares– por bitcoin. Ese mismo mes, Japón reconoció la criptomoneda como divisa oficial. La mayoría de las economías también la aceptan, pero en algunos países como Argentina o Rusia cuenta con importantes restricciones, y en otros como Tailandia se limitan las licencias de las casas de cambio que operan con ella. En 2013, el estado de California envió un comunicado a la Bitcoin Foundation en el cual le indicaba que estaba obligada a darse de alta como Transmisor de Dinero a fin de operar en dicho estado.
IDEAL PARA EL DELITO
Bitcoin ocupó portadas de todo el mundo el 12 de mayo de este año a raíz del ciberataque wannacry, que infectó entre 100 000 y 200 000 computadoras de 150 países, incluso las de instituciones y compañías como el Sistema de Salud Británico, Telefónica, FedEx o Renault. Los delincuentes bloquearon los archivos de los discos duros de estos corporativos mediante gusanos que se propagaron por correo electrónico o en enlaces web. El usuario recibió entonces un mensaje en la pantalla en el que se le pedía un rescate de entre 300 y 600 dólares –a realizar en bitcoins– a cambio de liberar los archivos encriptados. El hecho de que los bitcoins se gestionen de forma electrónica abre nuevas líneas de ataque para softwares malintencionados.
En 2014, Mt. Gox, la casa de cambio de bitcoins más popular y más grande del planeta, tuvo que cerrar al verse comprometida su seguridad, lo que supuso la pérdida de más de 400 millones de euros. Bitfinex, firma hongkonesa de gestión de monedas virtuales, sufrió un fallo de seguridad que permitió el robo de bitcoins valorado en unos 59 millones de euros.
“Aunque no hay que demonizar esta divisa, el bitcoin tiene varias características que son de gran utilidad para los usuarios, incluidos los ciberdelincuentes”, afirma Martínez. El experto destaca el hecho de que no sea necesario aportar información sensible –números de tarjeta de crédito–, que el dinero no pueda ser intervenido o las cuentas congeladas, o el punto que suscita mayor debate: el anonimato que garantiza su sistema criptográfico.
Este último no es totalmente cierto, y es el motivo que emplean los detractores de bitcoin con el propósito de atacar a la moneda. Sí existe el anonimato entre usuarios, sin embargo, todas las transacciones que se realizan en bitcoins son públicas, por lo tanto, las direcciones que depositan y reciben pagos pueden ser rastreadas. “Bitcoin es una moneda segura debido al sistema criptográfico que utiliza, si bien es importante tener en cuenta que no está respaldada por ninguna entidad, institución financiera o gobierno, y ese es su mayor riesgo”, agrega el experto. “Los casos de ciberdelincuencia con los que se la relaciona fueron consecuencia de fallos de seguridad en las plataformas y no en en el protocolo del sitio web de bitcoin”, afirma Martínez.
“Por otra parte, el hecho de que las transacciones y el saldo de cada cuenta sean públicas permite que los ciberdelincuentes hayan comenzado a utilizar otras divisas como monero o z-cash, que son incluso más opacas, ya que en el caso de esta última está basada en un protocolo de conocimiento cero o prueba de conocimiento nulo, por las siglas ZKP (Zero Knowledge Proof)”, aclara.
“Todavía espero que alguien me nombre una sola característica negativa del bitcoin”, reta Spanos al ser cuestionado sobre su uso fraudulento. Si hablamos de mal uso u opacidad, para el estadounidense esta criptomoneda no podrá competir jamás con divisas como el dólar. “Las transacciones de un bitcoin pueden ser rastreadas, pero apuesto a que desconoces la trayectoria que han realizado los billetes que han acabado en tu cartera”, cuestiona. “Tal vez no te gustaría descubrir para qué fueron empleados antes de caer en tus manos”, finaliza Spanos.