Revista Cambio

Brigadas desde Europa

POR ÉMILIEN BRUNET / BRUSELAS, BÉLGICA

Marco Pulido siente una gran impotencia. Quisiera estar cargando cubetas con cascajo, levantando escombros, intentando salvar vidas en los inmuebles que se cayeron en la Ciudad de México a consecuencia del fuerte sismo del 19 de septiembre que enlutó al país entero.

Pero no es posible: el arquitecto y empresario mexicano reside en Gante, Bélgica, a miles de kilómetros de distancia.

El terremoto ocurrió cuando en Europa eran pasadas las 8 de la noche. Desde el momento que se conoció la noticia gracias a las redes sociales, en Francia, Alemania, Holanda, España, Suiza… miles de mexicanos como Pulido se volcaron a tratar de informarse de lo que sucedía y cómo podían ayudar desde tan lejos.

Entre los mexicanos, lo primero que hicieron fue preguntarse cómo estaban sus familiares en México. Sin embargo, inmediatamente después la pregunta que surgió fue cómo solidarizarse. Lo más práctico fue el envío de donativos económicos.

Principalmente, a través de las páginas de Facebook de la comunidad mexicana en Europa, comenzaron rápidamente a circular las ligas a las organizaciones “serias” que reciben fondos del extranjero (Cruz Roja, Los Topos o Unicef).

Fue hasta entrada la mañana del día siguiente que las embajadas de México en los países europeos difundieron la página de Internet “Cómo ayudar MX” y sus redes sociales.

Como sea, a los mexicanos de este lado del Atlántico no les bastó la solidaridad individual, y han convocado también a esfuerzos colectivos con el propósito de canalizar una mayor cantidad de ayuda.

Por ejemplo, en Bruselas el mariachi Sabor a México y otro de música tradicional de Veracruz convocaron a un concierto para recaudar fondos; en Madrid, los paisanos avisaron que se instalarían en la Puerta del Sol a fin de juntar ayuda; en Berlín, se llevó a cabo una operación similar bajo la torre de televisión de Alexanderplatz dos días después del terremoto… y así se ha repetido en varias ciudades europeas. El ánimo y la emoción se desbordaron.

La lejanía geográfica en momentos tan difíciles conlleva un singular inconveniente para los mexicanos: la angustia se lleva casi en solitario.

A pesar de la tragedia, quienes están tan retirados de México deben seguir con sus vidas cotidianas: asisten a su trabajo o a la escuela con el corazón desgarrado, con la mente transportada a su tierra, y sin poder compartir un abrazo o su inmensa tristeza con otros que la cargan igual.

“Con ciertas amistades europeas me siento bastante acompañada. Me preguntan cómo se encuentra mi familia y amigos de México. Pero en general no se comenta el tema o se evita”, opina la mexicana Fany Albavera, comerciante radicada en Bruselas.

Y es que la compasión de los europeos tiene límites comprensibles. Ni ediciones especiales ni coberturas de fondo en los medios de comunicación, salvo ciertas excepciones. La noticia se propagó con la suficiente importancia para que prácticamente todos los europeos se enteraran de la catástrofe, pero hasta ahí.

El estudiante Rodrigo Rodríguez se enteró del sismo por WhatsApp y siguió directamente a los medios mexicanos. Platica que cuando sintonizó la televisión belga, un sismólogo ofreció una explicación “superficial”.

La noticia perdió fuerza en la mayoría de los medios europeos y volvieron a dominar las noticias locales o, a nivel internacional, el incendiario discurso de Donald Trump y el de los mandatarios europeos durante la Asamblea General de Naciones Unidas.

No obstante, eso no fue trascendente pues, sin importar lo que digan o no los medios en Europa, para los mexicanos, contando a aquellos que viven fuera de México, el mundo paró en seco la tarde del 19 de septiembre de 2017.