POR PATRICIA RETANA Y ELIZABETH PALACIOS
Escribir sobre cultura entraña riqueza en sí, seguida de la palabra “diversidad” adquiere un valor incalculable que va más allá de las etnias originales, pasa por nacionales o extranjeros, migrantes de aquí y del mundo; empresarios, académicos o funcionarios, todos unidos en ideas, tradiciones y costumbres que nos dan un toque de homogeneidad, eso si cada parte de la multiculturalidad nacional tiene algo que aportar en la transformación del entorno.
“Esta diversidad es un componente indispensable para reducir la pobreza y alcanzar la meta del desarrollo sostenible, gracias, entre otros, al dispositivo normativo, hoy día ya completo, elaborado en el ámbito cultural”, dice claramente la UNESCO en su corolario alusivo al tema.
El reto es vincular la capacidad creativa de cada pieza, con información que brinde acceso a herramientas, base de proyectos de impacto social atractivos para la iniciativa privada que al aplicarse coloquen al ciudadano como epicentro. En tanto, las instituciones públicas sencillamente tendrán la función de ser acompañantes sin trabas de la transformación de México.
“¿Qué pasaría si lográramos conectar a los Méxicos que somos con el México que queremos ser?”, pregunta Francisco Acuña Méndez, director ejecutivo y fundador de InTrust Global Investments, asesores en inversiones con conciencia social enfocados en proyectos de energía, agroindustria e infraestructura para América Latina. Acuña recibirá un reconocimiento otorgado por el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) por los alcances logrados en su programa de vinculación y aplicación.
INVERSIONES CON SENTIDO
Francisco Acuña también es fundador del INDI Fund, que se ha convertido en el primer vehículo financiero que promueve las inversiones en energía renovable y proyectos agroindustriales en México y América Latina. La filosofía, tanto de su consultora como de este fondo de capital privado, está basada en un solo concepto: la confianza en las poblaciones indígenas, las cuales son dueñas de las tierras donde serán asentados los megaproyectos que prometen desarrollo para la región latinoamericana.
La potencialidad del desarrollo de proyectos de energías renovables en las comunidades rurales e indígenas se amplía cuando los megaproyectos son diseñados desde una base social, afirma Acuña. “Se trata de que los habitantes de las regiones más ricas en recursos renovables sean socios de sus propios proyectos y no sólo rentistas de sus tierras, lo cual debe tener un reflejo en las ganancias del retorno social. Se trata de hacer proyectos replicables que financieramente sean sustentables, no filantrópicos”, profundiza.
Y es que, tal y como han demostrado los constantes conflictos entre las empresas trasnacionales desarrolladoras de proyectos de infraestructura y las comunidades indígenas o rurales que se ven afectadas por la llegada de estas, lograr acuerdos es muy complejo cuando de desarrollo e impacto socioambiental se trata.
Sin embargo, es el mismo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) quien asegura que estos acuerdos no sólo son posibles, sino deseables.
Justo por ello es que el BID reconoció, hace ya casi siete años, al proyecto INDI Fund de InTrust Global Investments con el premio Beyond Banking por ser el primer fondo de inversión que conecta capital privado internacional con proyectos estratégicos de energía renovable a través de alianzas con poblaciones indígenas y ejidatarios, en condiciones justas y de equidad.
Acuña nació en Sonora, estudió Derecho en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México y más tarde realizó posgrados en distintas universidades en Estados Unidos, entre las que destaca la Universidad de Harvard donde estudió un master en Administración Pública y Negocios Internacionales,
que más tarde complementó con una especialización en equidad e inversiones enfocadas en poblaciones indígenas y rurales. Asegura que su misión es animar el espíritu emprendedor de las personas indígenas y desarrollar las zonas rurales de la mano de los mercados globales mediante la generación sustentable de energía.
Y es que el impacto que tienen los megaproyectos de infraestructura en las comunidades va mucho más allá de los daños al medio ambiente. Por ello, los principios de sustentabilidad deben ampliarse y permear desde lo ambiental hacia lo social y lo económico, a través de cambiar el paradigma del gobierno corporativo en proyectos de gran escala, como pueden ser los de energía limpia, que es el rubro que más atrae a Acuña, quien también es miembro del consejo del Centro de Salud y Medio Ambiente Mundial en la Universidad de Harvard.
La realidad apunta a que gran parte del potencial de desarrollo del sector energético en América Latina está directa o indirectamente relacionado con las poblaciones indígenas o rurales que no sólo habitan un territorio, sino que son sus legítimas propietarias.
MODELO INNOVADOR
Lo que este fondo busca es convertir a los pobladores originarios en socios equitativos de los proyectos de infraestructura. Para lograrlo, el punto de partida es el consenso con las comunidades. Esto es el paso más importante, pues en los años que Francisco Acuña ha pasado trabajando en el campo ha aprendido que la única base que un proyecto puede tener para garantizar su sustentabilidad a largo plazo, es la confianza entre los involucrados.
Así, la premisa es que sea el INDI Fund, junto con las comunidades, el que determine cuáles son los proyectos viables que beneficien a ambas partes –desarrolladoras y pobladores–, y sólo si hay un consenso se pueden construir los mismos, usando el capital privado de riesgo.
Hay entonces una significativa diferencia entre el INDI Fund y otras iniciativas de corte filantrópico: en este modelo, se apuesta a que la producción de energía renovable tenga un retorno de inversión que sea compartido con las comunidades, las cuales además no sean despojadas de su patrimonio, ya que eso justamente es lo que aportan para entrar en una sociedad más equitativa, donde se comparten las ganancias y también los riesgos, como en todo buen negocio.
“Nosotros lo que decimos es que a los indígenas no se les tiene que tratar ni mejor ni peor, se les tiene que dar un trato igual, porque ellos también son inversionistas”, explica Francisco Acuña, abogado con licencia en el estado de Nueva York y en México.
Y es que, en la lógica de este fondo de inversión, las comunidades rurales e indígenas serán socias con aportación en especie. Así, se valora un porcentaje sustancial de su tierra (la cual nunca deja de ser de su propiedad) y de su trabajo, y esa es la base del porcentaje que tendrán durante toda la vida del proyecto, tal como si estuvieran comprando acciones.
El inversionista, a su vez, tomará el riesgo de un proyecto desde cero, incluyendo, en ocasiones, el capital de trabajo, el equipo, la transferencia de tecnología y la comercialización. Los inversionistas desarrollarían la cadena productiva y las comunidades participarían en todo el proceso, así no serían inversionistas pasivos.
REALIDAD DESIGUAL
121 millones de mexicanos conforman el territorio, 80 % de ellos viven en comunidades rurales. Si se consiguiera que en una primera etapa se activara apenas el 5 % y participara en la transformación de sus comunidades, el impacto social sería incalculable. “Para lograrlo bastaría con acercar la información y el conocimiento a los interesados, luego transferir tecnología y aplicarla”, apunta el especialista.
“Los proyectos encaminados a generar energías limpias son un vehículo de entre los muchos existentes en estos varios Méxicos. Sí, parece que son muchos y muy diferentes. Está el ‘México global’, ese que participa en tratados internacionales y el otro; el de las comunidades menores a 2 000 habitantes, ahí donde no hay crecimiento, es justo donde existe mucho talento desaprovechado”.
Hace años que Francisco Acuña concluyó que lo que esos dos Méxicos tan distintos y lejanos entre sí necesitan es construir puentes y por ello creó este fondo.
RECETA DE MERITOCRACIA
No es un secreto que en nuestro país la escalabilidad social es casi imposible. Acuña asegura que esto se debe a que nadie se enfoca en apoyar a la gente con talento pues vivimos en una sociedad en la que “el apellido es lo que pesa”, por encima de las competencias.
“El punto es aprovechar la diversidad cultural para que cada líder de proyecto o carrera tome posesión de sus capacidades y las ejerza”.
Y para detectar ese talento oculto en las regiones rurales más marginadas, Francisco Acuña ahora también se ha involucrado en un proyecto vinculado con el sector educativo.
“Tenemos una herramienta a corto plazo, nos bastarían dos años con la participación comprometida del 5 % de los docentes mexicanos, concentrados en zonas distinguidas por su problemática; Michoacán, Guerrero, Zacatecas, Oaxaca, donde se implantarían las plataformas sociales a través de convocatorias, concursos y sistemas verdaderamente atractivos por sus incentivos. Aquellos que se unan recibirían apoyos, alianzas y beneficios; creo en el éxito que se contagia, como ejemplo los líderes que están corriendo sus proyectos en Oaxaca y las cooperativas, en Sinaloa con el movimiento de ejidatarios”.
Y es que, a juicio de este sonorense, cuando la discusión educativa se incline hacia el trabajo, cuando se tome la decisión de afrontar realmente el reto de la desigualdad y aprovechar las betas de liderazgo, el rol de empatía y responsabilidad social conducirá a fortalecer un entramado social y financiero, donde cada vez más inversionistas apoyen en paralelo con la intervención de las instituciones educativas, justo en la identificación y formación de talentos. El papel del sector público también se vuelve clave pues es muy importante que se brinde libre acceso a la información existente de cada megaproyecto, para partir de una base de confianza plena.
“Crear una sociedad de iguales, basada en la equidad para desarrollar un proyecto en común sobre los cimientos de confianza, esa es la apuesta, un modelo que se formula de abajo hacia arriba con grandes y contagiosos impactos. En México no se tiene registro de alianzas entre sectores populares edificadas desde arriba, porque así no es como ocurren las cosas, estas se tienen que fundamentar desde la proximidad, desde la empatía, lejos del proteccionismo y por supuesto del egoísmo”. ¿Suena muy bueno para ser verdad no?, le pregunto a Francisco antes de despedirme y responde sin titubeos: “Claro que soy optimista. Lo soy porque he visto el cambio”.