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El calentamiento global es desigual

Las 10 principales economías mundiales producen 72 % de las emisiones contaminantes, y el cambio climático aumenta la desigualdad aceleradamente. Así abatir la pobreza en regiones como América Latina será prácticamente imposible
12 de Junio 2017
Cortesía
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POR DAVID SANTA CRUZ

El calentamiento global es consecuencia del desarrollo industrial. Evidencia: las 10 principales economías mundiales producen el 72 % de las emisiones contaminantes globales. La paradoja es que los más afectados son los más pobres, aun dentro de los países desarrollados. El cambio climático está acrecentando la desigualdad a tal grado que, de continuar, será casi imposible abatir la pobreza en regiones como América Latina.

De acuerdo con The Climate Reality Project, organización creada por el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, los tres países que lideran la conversión a energías renovables son Suecia, Costa Rica y Nicaragua, un país que, por cierto, se negó a firmar el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Su argumento es que ellos producen apenas el 0.03 % de las emisiones contaminantes del planeta y en conjunto los 100 países más pobres producen alrededor del 3 % del total de emisiones de CO2. La postura de Nicaragua es que los 10 países más ricos son los que deben reducir significativamente sus emisiones. En la actualidad el aumento de la temperatura ronda los 0.8 ºC, sin embargo la evidencia científica apunta a que al ritmo actual es inevitable que aumente 1.5 ºC en relación a la etapa previa a la Revolución Industrial.

No obstante, hay sucesos que los científicos pensaban que sucederían al aumentar 2 ºC, como las sequías amazónicas de 2005 y 2010, el incremento en la frecuencia de huracanes en el Atlántico, y la pérdida del 90 % de los glaciares tropicales. Esto además genera problemas como la pérdida de cultivos en América Latina y la aparición de enfermedades tropicales donde antes no existían. Debido a esto para los pobres empeoran las condiciones de vida.

Pero no sólo eso, sino que la brecha de género se vuelve más evidente ya que las mujeres son particularmente vulnerables a los afectos del cambio climático, porque constituyen casi el 70 % de la población pobre del planeta, lo anterior de acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano 2007, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

 

PATADA DEL DESARROLLO

En el último tercio del siglo XIX el entonces presidente de Estados Unidos, Ulyses Grant, aseguró sobre el libre comercio: “Tras dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el libre comercio porque la protección ya no tiene nada que ofrecer. Muy bien, caballeros, mi conocimiento de nuestro país me lleva a pensar que en un par de siglos, cuando América haya obtenido todo lo posible de la protección, adoptará el libre comercio”.

Eso ya sucedió, y en el proceso se forzó a América Latina a pasar del proteccionismo que le permitiría desarrollarse al libre comercio con la promesa de que así llegaría al entonces primer mundo. Para ello se creo el llamado Consenso de Washington, que tuvo muy poco de consenso y mucho de Washington. Esta estrategia fue descrita en siglo XIX por el economista alemán Friedrich List, sobre cuyas ideas se fundó la Unión Europea: “Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás”. Dicha estrategia ha sido ampliamente analizada por el economista coreano Ha-Joon Chang.

En un inicio, el gobierno de China acusó a Estados Unidos y Europa de querer patear la escalera del desarrollo con el Acuerdo de París contra el cambio climático. Y es que dados los ritmos de crecimiento y de demanda de energía, el gigante asiático se había convertido en uno de los principales emisores de CO2 del planeta, aunado a que buena parte de sus plantas termoeléctricas funcionan con carbón.

Pero no sólo eso, además la demanda de materias primas en otros países se suma a su huella de carbono.

Los esfuerzos de China por realizar la convergencia a energías limpias son impresionantes, sin embargo hay que destacar que ya en 2012 el producto Iinterno bruto (PIB) de Chile era 20 % inferior al de la municipalidad de Shanghái e igual al de la municipalidad de Beijing. Y eso que Chile tiene el PIB más alto de América Latina.

 

LATAM SE CALIENTA

El problema de América Latina no son sólo las emisiones de carbono industriales, sino que está vinculado con el modelo de crecimiento “extractivo” de recursos naturales; en otras palabras, con la política de la región de ser proveedor de materias primas, en consecuencia tenemos entonces deforestación, minería a cielo abierto, contaminación de reservas acuíferas, extracción de recursos gasíferos con métodos no convencionales, agotamiento de suelos por uso de agroquímicos, entre otros perjuicios, señala Rubén Lo Vuolo en su informe para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) titulado Cambio climático, políticas ambientales y regímenes de protección social.

Eso sin contar que hablamos de una región donde reina la corrupción entre las instituciones, lo que debilita el entramado que se debería de encargar de mitigar la pobreza. Misma que atiende a otra gran paradoja económica, la llamada maldición de los recursos naturales donde los Estados son ricos en materia prima pero son pobres en institucionalidad, democracia y en el ingreso que tiene la población.

De acuerdo con el Potsdam Institute for Climate Impact Research and Climate Analytics, si la temperatura del planeta se eleva 2 ºC, el número de huracanes severos en América Latina aumentará 40 %; se vería amenazado el 70 % de la soya brasileña y el 45 % del maíz mexicano; mientras que el volumen de pesca del Caribe disminuiría hasta 50 por ciento.

Diversos estudios han demostrado que los países más desiguales son al mismo tiempo los que más muertes tienen frente a los desastres naturales, pero también sugieren que una fuerte institucionalidad puede atenuar los daños.

América Latina está obligada a frenar la sobrexplotación de sus recursos naturales y a presionar para que las naciones ricas del planeta reduzcan sus emisiones y eficienten su generación de energía, ya que por más que Nicaragua y Costa Rica sean un ejemplo a seguir, la realidad es que en el plano mundial sus esfuerzos son apenas una pequeña contribución.

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