POR LUCÍA BURBANO / LONDRES, REINO UNIDO
Bajo el mandato de Hugo Chávez, Venezuela agregó una octava estrella a su bandera y cambió la dirección del caballo de su escudo porque alguien se percató de que corría al revés. El verde de la mexicana se ha oscurecido con el paso de los años, hasta alcanzar un tono similar al que emplean países islámicos como Paquistán. Y la de Sudáfrica, a pesar de ser una de las más aclamadas y admiradas, rompe con todos los cánones del “buen” diseño. Graham Bartram, vexilólogo jefe del Flag Institute en Londres, comparte, café en mano, todos los secretos de las banderas.
Bartram es escocés de origen, pero a los nueve años su familia se mudó a Accra, la capital de Ghana, el primer país de África subsahariana en lograr su independencia, en 1957. Los países empezaron a abrir embajadas y altos comisionados en su capital, ondeando banderas en su edificios desconocidas para el joven Bartram. “Nuestro círculo de amistades eran diplomáticos y estas banderas eran las de mis amigos japoneses, ghaneses, estadounidenses, holandeses…”, recuerda. El himno del país incluía en ese entonces los colores de su bandera en su letra: “rojo por la sangre de nuestros ancestros, dorado por la riqueza de los minerales y verde por la agricultura”, recita.
Su experiencia africana inició su fascinación por un símbolo nacional que define como “increíblemente poderoso, espiritual y peligroso, capaz de despertar todo tipo de emociones”. En países como Estados Unidos, consideran una ofensa que su bandera toque el suelo. También es la única del mundo que no se inclina ante las autoridades durante el desfile de los atletas olímpicos en las ceremonias de apertura.
La banderas se crearon como elementos decorativos en templos egipcios, y fueron los romanos los que empezaron a portarlas; asignaban un número o un símbolo a cada una con el propósito de distinguir las formaciones militares de su ejército. En el medievo tardío, empezaron a asociarse con personas o familias nobles, y hasta principios del siglo XIX, cuando nacen las primeras repúblicas, las banderas empleadas eran las de la realeza. Al desaparecer las monarquías, surgió la necesidad de diseñar un emblema que representara al país. “Las grandes ciudades-estado italianas como Venecia o Génova fueron de las primeras en emplearlas para indicar la procedencia de sus navieros”, dice el experto.
El diseño es lo de menos
Varios manuales de vexilología (disciplina que estudia las banderas) indican que una bandera debe ser lo suficiente sencilla para que un niño pueda reproducirla de memoria. Según Bartram, sin embargo, no existe un principio universal que dicte su eficacia. Los colores, por ejemplo, dependen de su significado en cada cultura. “En occidente, el negro se asocia a la muerte, mientras en oriente sucede con el blanco. Por eso no entienden que las novias occidentales vistan ese color el dia de su boda”, ejemplifica.
La forma rectangular se debe a que es la más aprovechable y práctica para colocar diseños, especialmente cuando se fabricaban a mano. 89 países emplean una medida de 2:3; y 54, medidas de 1:2. Existen excepciones como la de Nepal, formada por dos triángulos.
En cuanto a los símbolos, estos deben representar un concepto, no una reproducción. “Imagina que un país incluye un árbol frondoso en su emblema, cae un rayo y el árbol en cuestión se queda sin ramas. Por eso hay que estampar una idea, no la realidad”, dice Bartram. Existen varios símbolos nacionales que crean controversia. El de Finlandia, sin ir más lejos, es la esvástica, que adoptaron en 1918 antes de la irrupción del nacismo en Alemania.
Cada país es responsable de diseñar su propia bandera, y aunque pocos se animan a cambiarla a menos que se produzca una revolución, una descolonización o el fin de un estado monárquico, existen países que han organizado competiciones con el propósito de modificarla. Bartram recuerda dos casos, el de Nueva Zelanda, donde entre 2015 y 2016 celebraron dos referéndums. El primero, para elegir a cinco finalistas de entre más de 10 000 propuestas recibidas; y el segundo, para decidir entre la bandera existente y el nuevo diseño. Al final, los neozelandeses optaron por la existente.
El otro país es Malawi, cuya bandera es roja, negra y verde con un semicírculo rojo en la franja superior. Al presidente Bingu wa Mutharika se le ocurrió en 2010 cambiarla porque argumentaba que parecía que el sol se ponía sobre el país y quería una bandera que representara a una nueva Malawi. Modificaron el semicírculo por un círculo blanco con rayos solares, pero la nueva bandera sólo fue oficial hasta 2012, cuando el nuevo gobierno decidió recuperar la antigua.
“La de Bangladesh, por ejemplo, es terrible. Es un círculo rojo sobre un fondo verde. En una escala de grises, ambos colores tienen el mismo tono, no existe contraste”, afirma Bartram. Sin embargo, agrega, a un bangladeshí esto le da igual y ama a su bandera de la misma manera que un japonés ama la suya. El sentimiento no distingue un diseño desastroso de uno excelente. “La bandera es un tótem tribal, es el emblema de nuestra tribu”, la define el experto.
Bartram ha asesorado a varios Estados en la creación de sus banderas. Para la de Bosnia y Herzegovina, por ejemplo, sugirió emplear tonalidades más fuertes de amarillo, blanco y azul “porque los originales eran demasiado apagados y buscábamos un azul de un tono similar al de la Unión Europea, ya que el país aspiraba a ser miembro algun día”. Para la de Tristan da Cunha, un pequeño archipiélago ubicado en la mitad sur del Atlántico, se reunió con el jefe de la isla porque no encontraban a alguien que diseñara, de forma fidedigna, la langosta local, que cuenta con cinco segmentos en la cola en vez de los siete de la langosta común. Al final, fue Bartram quien dibujó el crustáceo que hoy ondea en su bandera.
El arte del protocolo
Además de representar a un país, las banderas tienen otras funciones. Una de las más conocidas es cuando se colocan a media asta con el objetivo de declarar luto oficial. “Se izan a esta altura para dejar espacio a la bandera invisible de la muerte”, comparte Bartram. Hay un país en el mundo que no sigue este protocolo, Arabia Saudita. El motivo es que su bandera porta la inscripción del credo islámico “no existe dios pero Dios: Muhammad es el Mensajero de Dios”, por lo que los saudíes consideran que ni Alá ni Muhammad deben descender ante el fallecimiento de un mortal. ¿Qué sucede en el caso de que su bandera se encuentre izada junto a otras en un evento internacional? “En ese caso se quita porque no puede quedar por encima de las demás”, justifica el experto.
Bartram asesora al gobierno y a la casa real británica en asuntos relacionados con banderas. Con un tono jovial, comparte un ejemplo de cómo tuvo que solventar uns situación haciendo gala de una mano izquierda exquisita y, en algunos casos, tras romper las normas protocolarias, dos características que, explica, definen su profesión.
El relato transcurre en la celebración del 90 aniversario de Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II. Al ser capitán general de los marines, estos querían ofrecerle un desfile y un saludo. El dilema consistía en que la reina también asistía y en el Reino Unido sólo puede ondear una bandera de un miembro de la familia real a la vez, y cada miembro cuenta con la suya. Por rango, correspondía colocar la de la reina, sin embargo, se trataba de un homenaje a su marido. Intentando encajar el puzle, Bartram recurrió a otros cargos que ostentaba la monarca, en este caso, el de almirante jefe, para escoger esta bandera, que al ser personal pero no real, podía izarse junto a la de Felipe.
También existen errores, y el escenario más común donde ocurren es en los eventos deportivos internacionales. “Dos banderas que jamás, jamás, jamás hay que confundir son las de China y Taiwán, y las de las dos Coreas porque pueden traer repercusiones”, advierte Bartram.
Partido de fútbol inaugural de las olimpiadas de Londres de 2012 entre Corea del Norte y Colombia. En la televisión y en las pantallas del estadio se muestra a las jugadoras norcoreanas con la bandera… surcoreana. Como consecuencia, el partido comenzó una hora más tarde, y hasta el primer ministro David Cameron tuvo que pedir disculpas por el error. Las banderas son cosa seria.