Por Émillian Brunet / Rennes, Francia
“…5, 4, 3, 2, 1, ¡Marine Le Pen se convierte en el octavo jefe de Estado de la Quinta República Francesa! ¡Es una bomba! ¡Es un sismo político sin precedente!”, anuncia a la usanza francesa un presentador en la televisión pública mientras aparecen a cuadro la imagen fija y pixelada del rostro de la candidata ultraderechista y el porcentaje de votos con el que ganaba el 7 de mayo la segunda y definitiva vuelta de la elección presidencial: 51.41 por ciento.
Primer acto
Dos horas después de la noticia, estallan en la Plaza de la Bastilla de París enfrentamientos entre manifestantes antifascistas y la policía, cuya ala más dura expresa en un comunicado su “obediencia” a la presidenta y promete acabar con las “zonas sin ley”, en referencia a los barrios difíciles con densa población musulmana. La cadena de radio privada RTL, la más escuchada del país, anuncia que el periodista condenado por racismo, Eric Zemmour, tendrá un programa diario de una hora.
Segundo acto
Pocos días más tarde, en la ceremonia de traspaso del Gobierno en el Palacio del Elíseo reina un ambiente fúnebre. Entre los jefes de Estado invitados, la canciller alemana Angela Merkel no puede ocultar su incomodidad. No asisten los presidentes de la Asamblea Nacional ni del Senado para mostrar su oposición al nuevo régimen ultranacionalista y antiinmigrante del Frente Nacional de Marine Le Pen.
Contrariado, un cronista narra en televisión el tradicional paseo presidencial tras la investidura; una escena que alguna vez pareció imposible: “Jamás nos hubiéramos imaginado vivir un momento como este: ver a Marine Le Pen recorrer la avenida de los Campos Elíseos en el vehículo presidencial descapotable y escoltada por la Guardia Republicana. El mundo entero observa, incrédulo, a la presidenta”.
Su primer encuentro internacional, con Angela Merkel en Berlín, es un desastre. La discusión concluye abruptamente:
—No vine para obedecer las exigencias de Europa –protesta, altiva, Le Pen.
Merkel le responde:
—Obedeciendo a Europa, como usted dice, no hace más que cumplir los compromisos asumidos por su país. La historia de Europa es sobre todo la historia franco-alemana… Renunciando a eso, no es a Europa a la que precipitará en el abismo, sino a su propio país.
Tercer acto
Le Pen designa como primer ministro a Gérard Longuet, un político vinculado a la derecha tradicional que desde los años 60 formó parte de los grupos de choque y de los grupúsculos de extrema derecha que configuraron al Frente Nacional, siendo incluso condenado por uso ilegal de armas. Más fácil de lo esperado, Longuet consigue formar un gabinete con figuras del partido de la derecha “democrática”, Los Republicanos, a quienes ofrece 6 de los 16 ministerios disponibles.
En las elecciones legislativas el Frente Nacional arrasa. Con una parte de la derecha “moderada” de su lado, obtiene una aplastante mayoría para imponer sus inauditas políticas. La presidenta ordena retirar las banderas de la Unión Europea de todos los edificios públicos y colocar en las oficinas un busto de Marianne –el símbolo patrio que representa la libertad y la razón encarnadas por una mujer–, pero con los rasgos faciales de ella misma.
Francia comienza así su descenso al autoritarismo y al caos social y económico…
En el relato del cómic La presidenta, el régimen de Le Pen ordena un reclutamiento masivo de agentes fronterizos y declara “delincuentes” a los inmigrantes sin papeles. En paralelo, instaura un Estado policiaco al decretar una “refundación” de la gendarmería, la creación de una nueva guardia nacional y, sobre todo, la implementación de un gigantesco sistema de espionaje por internet (una “tiranía digital”) contra toda la población.
Para no perder ningún hilo de control, las autoridades arman un fichero con información privada susceptible de ser usada contra periodistas, activistas, artistas y cualquier persona considerada “enemigo de la nación”. En la misma línea, el Gobierno implanta a un radical afín a su ideología en la dirección de la principal televisora privada, y ahorca financieramente al servicio público de radio y televisión, e intenta lo mismo con los periódicos independientes.
Los discursos xenófobos y racistas se banalizan a todos los niveles y dejan de causar la misma vergüenza que antes.
La reintroducción del franco como moneda desencadena un fiasco económico y comercial total: se desploma el poder de compra y la competitividad empresarial, vuelan a otro lado las inversiones extranjeras, Francia comienza a perder mercados…
A pesar de la expulsión masiva de inmigrantes y la implementación del programa “Prioridad nacional” para los trabajadores franceses, el desempleo no para de crecer y hay penuria de mano de obra.
Los delirios de Le Pen y su camarilla de radicales que la rodean no tienen límites: ordena un censo de niños de países magrebíes en escuelas, impone un curso de moral y honores a la bandera una vez a la semana, elimina de los libros escolares el periodo del esclavismo y se reivindica el colonialismo francés. Más aún: saca a Francia de la OTAN, decide recuperar su influencia natural en sus “excolonias” y provoca un baño de sangre cuando rompe los acuerdos y ejecuta una brutal represión contra el movimiento independentista de Nueva Caledonia. Las protestas contra las deportaciones masivas de migrantes y el Gobierno se multiplican en todo el país. Hierve Francia.
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Los pasajes anteriores forman parte del aclamado cómic francés La Présidente (La presidenta), cuya trama imagina lo qué pasaría si Marine Le Pen, actual candidata del partido de extrema derecha Frente Nacional, saliera victoriosa de las elecciones. Al cierre de esta edición, faltaban pocas horas para que los franceses acudieran a las urnas para votar en la primera vuelta, programada para el 23 de abril. Le Pen seguía a la cabeza de las encuestas, por lo que será entonces el 7 de mayo, cuando en segunda vuelta se defina si lo que se plasma en este cómic será real o se quedará como una hipótesis.
La presidenta no es una sátira ni una burla, no del todo. Tampoco se inscribe en la categoría de propaganda. Se trata de un cómic de anticipación política con personajes y situaciones que se consideran posibles y que se inscribe en un nuevo género de la gráfica llamado “ciencia ficción cívica”. Basta leer el subtítulo del volumen para conocer el objetivo: “Usted no podrá decir que no lo sabía”.
“Quería sacar a la gente de una actitud de negación. Que dejara de pensar que Marine Le Pen jamás podrá ganar la elección algún día. La realidad es que el Frente Nacional es el partido mayoritario (desde que en las elecciones municipales de 2014 obtuvo casi 25 % de los votos) y los franceses se están tapando los ojos frente a ello”, asegura François Durpaire, historiador y autor de La presidenta.
Para el también especialista en diversidad cultural y medios de comunicación, el escenario del triunfo lepenista dejó de ser un disparate. Ahora, las encuestas revelan que lo que el historiador plasma en sus viñetas podría convertirse en realidad.
Tan posible es una victoria de Marine Le Pen que a finales de marzo Joseph Daul, eurodiputado galo y presidente del Partido Popular Europeo, reveló la creación en Europa de “comités especiales de alto nivel” que ya estarían diseñando escenarios bajo la hipótesis de que llegará un gobierno lepenista que podría cumplir con su principal promesa de campaña: sacar al país del euro y de la Unión Europea.
Presionados por actores financieros internacionales y el propio Banco Central Europeo, los bancos franceses igualmente han tenido que meterse a elaborar planes de respuesta ante un inesperado triunfo holgado de Le Pen en la primera vuelta y hasta de un eventual Frexit, según confesaron a la agencia británica Reuters, a condición del anonimato, altos ejecutivos.
Incluso los servicios de inteligencia galos estudian cómo proteger a las instituciones o el orden constitucional con un gobierno del Frente Nacional, según ha informado el diario Le Monde.
CABALLO DE TROYA
El cómic de Durpaire no nació ayer. En noviembre de 2015 publicó el primer tomo. El segundo, bajo el título Totalitario, apareció en octubre de 2016 y el tercero, La ola, acaba de salir a la venta en marzo pasado. Para su realización gráfica se apoyó en el veterano dibujante Farid Boudjellal, conocido por su trabajo con temáticas sociales como la inmigración y la pobreza.
Pero el historiador, que al principio quería escribir un libro político, también se rodeó de un equipo de reconocidos expertos en materia de política nacional, relaciones exteriores y economía, con lo cual la obra consigue hilar una narración precisa y creíble de sucesos con diálogos que parecerían verídicos.
El autor estructuró su historia a partir del propio programa electoral de la candidata del Frente Nacional. Y justo por eso dan escalofrío sus proyecciones para el país que, hasta ahora, se ha jactado de defender siempre “la libertad, la igualdad y la fraternidad”.
Durpaire piensa que Le Pen ganará, a menos que los electores galos se vuelquen a votar y venzan el abstencionismo. Pero hay algo peor que advierte: “Ella es sólo el Caballo de Troya de una extrema derecha francesa todavía más dura. Detrás del discurso ‘desdiabolizado’ de Le Pen (su discurso xenófobo y nacionalista se volvió “normal”) se ocultan los intereses de los antiguos militantes del (grupo de choque estudiantil) GUD (Groupe Union Défense) de los años 60 o del bloque identitario –que quiere una Francia blanca–, quienes forman parte de su círculo de allegados”.
Para tales personajes, concluye, “la victoria de Le Pen significaría una primera fase de su plan: penetrar el Gobierno y luego tomar el Elíseo, tomar el poder”.
LA CARRERA POR EL ELISEO
Al comenzar la carrera electoral, quien se enfilaba a convertirse en el próximo presidente era el candidato republicano, François Fillon, pero su campaña se desfondó cuando en la prensa fue revelado que había otorgado empleos ficticios a su esposa y a sus hijos, por lo que en marzo pasado fue imputado por presunto desvío de fondos públicos y apropiación indebida.
Fue entonces que apareció la gran sorpresa: Emannuel Macron, que fue ministro de Economía del actual gobierno socialista y quien dejó ese partido para fundar el movimiento por la presidencia En Marche!, con un programa “centrista” que ha captado el apoyo de figuras políticas de derecha e izquierda y que registró un ascenso vertiginoso en las encuestas, sobre todo porque Benoît Hamon, el candidato socialista, jamás despegó y fue víctima de la impopularidad del presidente François Hollande y de las profundas divisiones al seno de su partido. Mucho mejor posicionado que él estuvo Jean-Luc Mélenchon, candidato del movimiento “Francia insumisa”, con un programa de izquierda radical que cuestiona la pertenencia de Francia a la OTAN, al euro y a la Unión Europea, para la que pugna por una “refundación”.
Marine Le Pen arrastra sus escándalos político-judiciales, entre ellos uno de financiamiento ilegal que compromete a colaboradores suyos y otro por haber contratado también ilegalmente a empleados de su partido en Francia con dinero que recibió para su trabajo como diputada del Parlamento Europeo.
Sin embargo, el impacto no se notó severamente en los sondeos. Hasta el pasado 17 de abril, estos mostraban resultados cerrados en la primera vuelta: a la delantera, Macron obtendría entre 22 y 24.5 % de los votos; detrás iría Le Pen, con una votación de entre 22 y 23 %; y muy cerca Fillon y Mélenchon, en un rango de entre 18.5 y 20 por ciento.
Probablemente, cuando esta edición se encuentre en sus manos, ya será noticia que Le Pen enfrentará a Macron en la segunda vuelta, pero siempre puede haber sorpresas cuando de política se trata.