Por DAVID McFADDEN / Associated Press
Con la cabeza erguida y sacando el pecho, unos 100 haitianos con uniformes de fatiga hacían saltos de tijera o desfilaban en un complejo abandonado por fuerzas de las Naciones Unidas una mañana reciente. Después de unos pocos ejercicios, no tenían mucho que hacer y buscaban algún lugar con sombra para refugiarse del calor.
En momentos en que las fuerzas de paz de la ONU se aprestan a irse de esta nación caribeña, este grupo es la avanzada de los esfuerzos de Haití por revivir una fuerza militar que desmanteló hace 22 años. Dista mucho de contar con unas fuerzas militares en serio, pero esta iniciativa entusiasma a algunos y preocupa a otros.
“Nos sentimos orgullosos de ser haitianos y queremos una nación más fuerte”, afirmó el teniente Ted Tesnor Wolsby, quien está a cargo de una brigada que se entrenó durante meses en Ecuador y que lo único que ha hecho por ahora es arreglar canales de irrigación o carreteras, cobrando sueldos de 318 dólares al mes para los principiantes.
Abundan los haitianos deseosos de reconstruir el Ejército, sobre todo entre los jóvenes que no tienen trabajo, pero la idea alarma a quienes recuerdan los tiempos de golpes militares y opresión.
“No es una buena idea, de eso no hay duda”, sostuvo Bobby Duval, ex astro de fútbol que fue detenido por el Ejército en 1976, torturado y mal alimentado durante 17 meses por denunciar abusos a los derechos humanos bajo el gobierno de Claude Baby Doc Duvalier.
Los líderes haitianos insisten en que es vital contar con fuerzas de seguridad tras el retiro en forma escalonada de los últimos 2 370 efectivos de las fuerzas de paz que quedan en el país. El Consejo de Seguridad de la ONU dispuso que para el 15 de octubre concluya una misión de paz que comenzó hace 13 años. A partir de esa fecha sólo permanecerán 1 275 policías que seguirán entrenando a los haitianos.
“Queremos unas fuerzas armadas nuevas, que se enfoquen en el desarrollo”, sostuvo el ministro de Defensa Herve Denis, quien dijo que el Gobierno estaba “muy preocupado” por la posibilidad de que surja un vacío de poder tras la partida de los efectivos de la ONU.
Las actitudes hacia la creación de unas nuevas fuerzas armadas son tan complejas como la historia de Haití, cuyo primer presidente elegido en comicios libres, Jean-Bertrand Aristide, en 1990, fue derrocado en un golpe militar luego de ocho meses en el poder.
Durante buena parte de la historia de Haití, el Ejército reprimió a la oposición política y fue un factor desestabilizador, que sostuvo a numerosos dictadores. Cuando los marines estadounidenses ocuparon Haití de 1915 a 1934, abolieron las fuerzas armadas y crearon una guardia nacional, que luego conformó las fuerzas armadas y consumió buena parte del presupuesto haitiano.
Durante una dinastía familiar de 29 años fundada por Francois Papa Doc Duvalier, el Ejército fue desplazado por los Tonton Macoutes, la temida milicia privada del régimen. Cuando su hijo Jean-Claude fue derrocado y se escapó a Francia en 1986, sobrevivió casi intacta una estructura de militares nombrados por Duvalier. Luego del derrocamiento de Aristide en un golpe militar en 1991, los soldados y fuerzas paramilitares mataron a unas 4 000 personas en los tres años siguientes.
Los actuales líderes haitianos proponen unas fuerzas armadas con tareas muy distintas: defender la democracia, ofrecer asistencia inmediata en casos de desastres naturales y combatir el tráfico de drogas y otras formas de contrabando.
Revivir un Ejército nacional ha sido el objetivo del partido Tet Kale desde que llegó al poder en el 2011. Desde que se postuló a la presidencia en las elecciones del 2010, Michel Martelly se comprometió a restaurar las fuerzas armadas con 3 500 efectivos. Poco antes de que concluyese su mandato en febrero del 2016, Martelly firmó discretamente un decreto para reconstruir un Ejército.
El gobierno de su sucesor Jovenel Moise quiere contar con 500 soldados para el año que viene. Pero ofrece sólo lineamientos muy generales en relación con unas fuerzas armadas capaces de vigilar las costas y controlar la frontera con la República Dominicana.
Robert Fatton, profesor de política de la Universidad de Virginia nacido en Haití y autor de The Roots of Haitian Despotism (Las raíces del despotismo haitiano), dice que cuesta imaginar una fuerza militar que no se involucre en la política en Haití.
“Siempre habrá la posibilidad de que sea un arma en manos del presidente o el primer ministro de turno. Y existe el peligro, obviamente, de que siga el rumbo de los militares de antes”, manifestó.
Si bien muchos haitianos están a favor del retorno de los militares a pesar de la incertidumbre acerca de quién va a pagar por esa fuerza, cuesta encontrar apoyo a esa idea entre los donantes internacionales que han aportado miles de millones de dólares para la creación de una policía nacional que hoy cuenta con 14 000 efectivos.
La enviada de la ONU a Haití, Sandra Honore, declaró el lunes 15 de abril que ese organismo “no está en posición de apoyar o contribuir a este plan del gobierno haitiano”.
Pero el presidente del Senado Youri Latortue, quien fuera teniente del Ejército en el pasado, dijo que el país planea mantener contactos bilaterales para tratar de convencer a los países que aportaron soldados de que dejen “equipo y helicópteros para que podamos seguir reforzando esta fuerza militar cuando la ONU se vaya”.
“Ese es mi llamado a la comunidad internacional”, agregó Denis. “No nos dejen crear un Ejército solos”.