Por JAVIER PÉREZ
Ahmed ben Tahar Galai, vicepresidente de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos, es una persona amable y sonriente a quien difícilmente se vería como un férreo defensor de los derechos humanos a simple vista. Pero tras su mirada apacible se encuentra el hombre que jugó un papel importante en la lucha social que a lo largo de los años se fue afianzando en su natal Túnez y que desembocó, en enero de 2011, en la llamada Revolución de los Jazmines que derrocó el gobierno de Zine El Abidine Ben Ali. Su organización pertenece al Cuarteto de Diálogo Nacional Tunecino, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2015. Esta asociación trabaja arduamente por hacer valer sus derechos y llevar a Túnez, un país del norte de África, hacia la construcción de una democracia libre y transparente.
Ahmed dice que la semilla que lo hizo brotar hacia la lucha por los derechos humanos se la inculcó su padre desde pequeño. “Era musulmán y nos inculcó un islam de valores, de respeto, de justicia y equidad y amor al prójimo. Un islam muy diferente al que se ve ahora en los medios con los extremistas y terroristas –cuenta en una charla durante su pasada visita a México con motivo del Hay Festival. Es muy importante que alguien tenga sus valores bien desde la infancia”.
A los 20 años Ahmed ya estaba involucrado en los movimientos sociales pro defensa de los derechos humanos. De hecho, en esa época estuvo en prisión, donde conoció a mucha gente que como él fue encarcelada debido a la represión que ejercía la dictadura de Ben Ali. Le dieron una pena de año y medio por escribir por la libertad y la igualdad. Ese momento ha marcado su lucha.
“El día que entré, nos metieron a diez personas dentro de un baño pequeño y empezamos a gritar con fuerza ‘Les dimos miedo, les dimos miedo’, porque normalmente nos hubieran puesto una pena muy grande. Y seguimos con esa fuerza pues querían que firmáramos la gracia para absolvernos. Pero nunca firmamos nada y al final nos dejaron ir a los cuatro meses y medio, cuando nuestra pena era mayor. Eso nos dio la fuerza para combatir la injusticia y lo que estaba pasando”.
Ahmed siguió su lucha, primero con movimientos estudiantiles; luego su espectro se amplió. “Tenía mucha convicción de continuar la lucha por los derechos humanos, de luchar contra la tortura y todo eso que hace padecer a cierta gente”.
Migrantes y Trump
Actualmente, uno de los focos principales de la lucha de Ahmed ben Tahar Galai por los derechos humanos se concentra en los migrantes. Él, por ejemplo, participa en las búsquedas de personas desaparecidas en su intento por pasar de África a Europa cruzando el mar Mediterráneo. Ahmed identifica un problema común en todo el mundo ante la migración: la cantidad de muertes que ha habido. Según un registro suyo, en los últimos 14 años ha habido 42 mil migrantes muertos en el mundo. Para él, eso ya es el saldo de una guerra. Y lo es, sostiene, por el tipo de políticas que aplican tanto países ricos como pobres contra los migrantes, que hasta incluyen medidas militares.
“Pero cerrar las fronteras no va a parar la migración. La gente va a seguir migrando porque no sale de su país para hacer un viaje de placer. Huye de la muerte. Las principales razones de la migración son la pobreza y los conflictos armados. Los dos mensajes principales para los países ricos son: no se quejen, porque reciben la menor parte de los refugiados (sólo 20%; el resto se va a los países en desarrollo); segundo, si cierran sus fronteras, lo único que va a pasar es que la gente muera en sus puertas”.
Preguntar su postura frente a las declaraciones de Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, era casi obligado, considerando la conocida postura anti-inmigrante del candidato y la reiterada propuesta que ha manifestado en sus actos de campaña de constuir un muro en la frontera con México.
“Podría entrar en una polémica diplomática, pero voy a citar lo que han dicho los propios estadounidenses: él es un enfermo mental. Si Estados Unidos quiere cerrar sus fronteras, así como ha hecho Israel, pues no estará bien. Aunque consiguiera construir un muro con alambre de púas, eso no va a parar el flujo migratorio, lo único que va a aumentar es el sufrimiento de los migrantes. Esto puede hacer que los votantes de Estados Unidos no lo elijan como presidente”.
Sin embargo, para Ahmed ben Tahar Galai el riesgo de que Trump gane la presidencia va mucho más allá de si puede o no erigir un muro fronterizo.
“Si eso llegara a suceder, sería una gran pérdida para la humanidad. Ya se vivió con el gobierno de Bush, su política creó una guerra en Irak y sus consecuencias todavía son visibles en la actualidad. A mí lo que más me preocupa es que una persona como él va a destinar los recursos financieros y el poder nuclear de una potencia como Estados Unidos para generar más lugares en guerra, más tráfico de armas, en lugar de que se invierta en el desarrollo de los países que más lo necesitan. Creo que va a aumentar la brecha entre los países si alguien como él llega al poder. Él va a asegurarse de cuidar solamente a su país, de complacer a su electorado de derecha, aunque la gente de Estados Unidos duerma tranquila sabiendo que todo el mundo esté en guerra”.
Ahmed ben Tahar Galai ha dicho en repetidas ocasiones que los países más ricos piden a los países pobres que ayuden a contener la migración, que sean “países de protección”, como es el caso de Turquía. Pero, ¿cuál es el riesgo que puede tener un país como México si acepta una política de contención impuesta por Estados Unidos? La respuesta es contundente:
“Por este rol de ser gendarme en tu propio país, por la presión de los países ricos, los han hecho hasta firmar tratados donde aplican programas de readmisión: yo los atrapo en mi país y te los regreso y los tienes que admitir. La consecuencia de que México se adhiriera a un tratado de este tipo crearía muchísima violencia en el país en primer lugar, y demostraría que agacha la cabeza ante las políticas de Estados Unidos y no tendría ninguna palanca para negociar nada en el futuro. Y sería un ejemplo de poca solidaridad de parte de México a nivel Latinoamérica”.
Así, para el defensor de derechos humanos tunecino, la política migratoria no es un tema que pueda tomarse a la ligera pues una mala decisión, además de generar presión en la política interna de un país y tensión en la relación entre el Estado y la sociedad civil, provocaría una caída severa para México dentro de la escala del índice de desarrollo humano, un impacto directo contra la democracia misma.