Revista Cambio

Legado innegable pero insuficiente

Por Josh Boak, Associated Press /Washington, D.C.

La prioridad de Barack Obama cuando asumió la presidencia fue revivir una economía estadounidense hecha añicos.
Hubo tropiezos y la recuperación fue lenta. Pero Obama cumplió el objetivo y deja una economía mucho más sólida que la que heredó. El desempleo, del 4.6%, es el más bajo en nueve años. La Bolsa de Valores sigue subiendo y 20.2 millones de personas que no tenían seguro médico hoy cuentan con uno. La nación, por otro lado, tomó el camino de las energías limpias: gas natural, eólica y solar.

Todos estos progresos, no obstante, no terminaron de cicatrizar las heridas de la crisis financiera del 2008.
Las encuestas llevadas a cabo después de las elecciones presidenciales de noviembre indicaron que casi dos tercios del electorado consideraba que la economía “no luce tan bien” o es directamente “floja”. Esos votantes apostaron por Donald Trump, un republicano que despotricó contra el estado de la economía y prometió dar marcha atrás con muchas de las políticas de Obama.

Los contrastes entre Obama y su sucesor ayudan a explicar por qué los progresos económicos de los últimos ocho años no han tenido eco en buena parte del país. Obama fijó políticas con una actitud fría y profesional, hablando a menudo con una determinación estoica, mientras que Trump recorrió el país arengando a la gente con discursos encendidos con los que se identificaron muchos votantes que piensan que la recuperación no los tuvo en cuenta.
“Los historiadores recordarán a Obama por sus políticas racionales, basadas en la evidencia”, opina el ex asesor económico del mandatario saliente Alan Kruger, “en contraste con el estilo más visceral y apasionado del presidente que lo precedió y del que lo sucederá”.

Enfrentado con la peor catástrofe económica desde la depresión de los años 30, Obama se enfocó en buscar soluciones, no en buscar culpables, y sus allegados están convencidos que la historia se lo reconocerá.
Los problemas económicos que se venían gestando desde hacía décadas estallaron durante la crisis del 2007 al 2009. La tarea de Obama se hizo más compleja todavía por la férrea oposición de la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos desde el 2011.

Trump sacó a la luz el malestar que todavía afectaba a muchos estadounidenses. Atribuyó los problemas que enfrenta la clase media a la mano de obra extranjera barata y a pactos comerciales nefastos para el país, según su visión.
El costo de las viviendas, las medicinas y la educación terciaria suben más rápido que los salarios y buena parte de la población ve disminuir su nivel de vida. Pocos confían en instituciones como el gobierno.

La campaña de Trump consideró que el bajo desempleo disimulaba otras debilidades de la economía. Obama promovió regulaciones para combatir el cambio climático y proteger a los trabajadores sin afectar el crecimiento económico, pero Trump dijo que esas regulaciones impidieron un crecimiento económico más acelerado.

Trump prometió dejar sin efecto el plan de salud de Obama y reemplazarlo por otro. Las acciones subieron ante la posibilidad de que el nuevo presidente anule algunas de las regulaciones de Wall Street aprobadas tras la crisis. El presidente electo espera bajar sustancialmente los impuestos, en tanto que Obama aumentó los de los más ricos.
Cuando asuma, Trump probablemente descubra que Obama le hizo un gran regalo al entregarle la economía en su actual estado. Trump no enfrenta ninguna de las graves circunstancias que se encontró Obama al llegar a la Casa Blanca y no necesita estabilizar de inmediato los mercados financieros mundiales.

Jason Furman, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, dice que las estadísticas de los ingresos del 2015 revelan que la brecha entre ricos y pobres se redujo levemente. Agregó que Obama hizo más que ningún otro presidente desde 1960 por transferir ingresos del 1% más rico al 99% restante a partir de políticas impositivas.

Furman opina que el pesimismo en torno a la economía es producto más bien de consideraciones políticas.
Asegura que los estadounidenses no han sido afectados por la desaceleración económica mundial y que “su comportamiento no refleja una gran ansiedad entorno al futuro ni incertidumbre sobre si podrán conservar sus empleos o no”.

“La gente tiene un gran prisma político a través del cual interpretan la información económica”, manifiesta Furman.
Durante la crisis, Obama tomó medidas a menudo impopulares para evitar que la economía se deteriorase más todavía y a regañadientes aportó 412 000 millones de dólares a entidades bancarias y financieras para evitar las consecuencias que hubiera tenido el cierre de esas firmas. El electorado observó con desazón cómo los ejecutivos bancarios cobraban suculentas compensaciones de siempre mientras se sucedían los embarcos hipotecarios.

El gobierno dispuso una serie de “estímulos” económicos por valor total de 836 000 millones de dólares que generó una recuperación más sólida que la de otras naciones industrializadas, según fuentes gubernamentales.
Obama también sacó adelante un plan de salud que es ampliamente criticado por los republicanos y que Trump dijo dejará sin efecto. Pero los allegados al actual mandatario confían en que el nuevo gobierno no será capaz de dejar sin cobertura médica a 20 millones de personas que accedieron a ese beneficio por primera vez y dicen que ese será uno de los grandes legados de Obama.

El programa de salud hizo que “para mucha gente ahora resulte inaceptable no tener cobertura médica”, dice Krueger. “Cualquier reforma tendrá que buscar la forma de preservar esa expansión de los beneficios”.