Por David Santa Cruz
El candidato se había declarado independiente. Denunciaba que había una crisis de los partidos políticos y se deslindaba de la élite. Luego anunciaría su disposición a encarnar las demandas de la sociedad y resolver personalmente los agravios y las frustraciones del pueblo. Su discurso sonaba así:
“La política no puede estar en manos de los partidos que nos llevaron al desastre”, “Una camarilla se ha apoderado de todo esto y no nos sentimos representados”, “Digo con mucho orgullo que soy el candidato de las clases medias y populares” y “Seré el portavoz de los sin voz”.
El personaje no es una ficción sino una representación estereotipada de un candidato independiente. La primera oración la dijo en 2015 el español Pablo Iglesias, líder de Podemos; la segunda, en febrero pasado el exsecretario ejecutivo de la CIDH y defensor de derechos humanos, el mexicano Emilio Álvarez Icaza; el tercer entrecomillado lo pronunció en 2016 el financiero y líder de En Marche!, Emmanuel Macrón, quien actualmente encabeza las encuestas para las próximas elecciones presidenciales en Francia y el último es de José Bové, activista antiglobalización, que se hizo famoso por contender a la presidencia del mismo país pero en 2007.
La oleada de candidatos independientes y outsiders de la política son la respuesta a una crisis de credibilidad de los partidos políticos y de la quebrantada relación entre el Estado y los ciudadanos, sin embargo está lejos de ser la renovación de las formas de hacer política o de la clase política, salvo algunas excepciones tan escasas y marginales que no bastan para ser tendencia, por mucho que nos emocionen.
Si bien el fenómeno de los candidatos independientes tuvo un auge global en la década de 1990, en México y en Francia hoy son tema de análisis: en el caso francés porque desde 1958 y en la historia de la 5a república no se había visto que un candidato sin partido tuviera posibilidades reales de ganar; en el caso mexicano porque en 2018 será la primera elección presidencial desde 1946 en la que no será requisito legal que un partido postule a los candidatos.
Según explica Jean François Prud’homme, investigador del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, los independientes son candidatos sin partido que en muchos casos se presentan como outsiders –personas que no pertenecen a la clase política–, algunos incluso manejan un discurso demagógico, pero no es una regla; lo que sí es una constante en todo el mundo es que hacen una fuerte crítica a los partidos políticos y a la clase política, misma que proponen renovar.
En un ensayo medular sobre los outsiders, el antropólogo y sociólogo peruano Julio Cotler asegura que los candidatos independientes las mayoría de las veces responden al discurso de las fuerzas neoconservadoras. Este bien podría ser el caso en Francia del puntero para las elecciones presidenciales Emmanuel Macron, cuyo discurso si bien no es anti clase política sí responde al de la ultra derechista Marine Le Pen, su más fuerte rival.
Movimiento mundial
En 1990 en Perú se alzó la voz de un personaje salido de la nada, un ingeniero agrónomo, ex rector de la Universidad Agraria de la Molina, que ganó las elecciones por encima del futuro premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa. Alberto Fujimori, a quien apodaban El Chino (aunque era de ascendencia japonesa) se mimetizó con las masas de Perú y formó Cambio 90, un partido político compuesto de pequeños empresarios e iglesias evangélicas. En su discurso criticaba a los viejos partidos y prometía una renovación moral.
Un año después, en 1991 en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas Boris Yeltsin renunciaba al Partido Comunista para proclamarse candidato independiente, así ganó la presidencia de Rusia, desde donde combatió el intento de golpe de Estado en contra del presidente de la URSS, Mijail Gorbachev. Posteriormente disolvió la Unión Soviética, convirtiéndose en el primer presidente de la Federación Rusa.
“Estos personajes responden a necesidades del electorado que el sistema no ha podido cubrir”, explica el politólogo de la Universidad de los Andes (Colombia), Alexander Díaz, “responden a demandas que aunque no nos gusten existen en un sector de la sociedad”, y como ejemplo pone los casos de Álvaro Uribe en Colombia quien renunció a su partido y formó su propio movimiento que lo llevó a la presidencia, o aún el caso de su némesis el venezolano Hugo Chávez. Ninguno de ellos, explica Diaz, crearon la crisis que los llevó al poder, sino que llegaron ahí por la crisis pues “encarnan algo que hay más allá de ellos”.
Justamente en esas crisis, que los partidos no supieron enfrentar, es donde desemboca el apoyo a los candidatos independientes, mismo que refleja el hartazgo del electorado y a decir del doctor Prud’homme termina por convertirse en un voto de castigo.
Sobre este discurso se han construido campañas muy exitosas, como fue la del movimiento español Podemos que se inició con las movilizaciones del 15 de mayo (15 M) de 2011 también conocidas como “los indignados”, donde el nieto del fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ambos de nombre Pablo Iglesias, encarnó las demandas contra la crisis financiera, la corrupción y el desempleo que azotaban al país. Con ello se rompió el bipartidismo de aquel país.
¿Necesitamos partidos?
En 1850 sólo había partidos políticos en Estados Unidos, un siglo después existían en todos los países que se asumían democráticos, hoy son considerados parte esencial de las democracias, aunque para muchos su ciclo se agota y han perdido la confianza de la sociedad. A decir de Ivonne Acuña, politóloga de la Universidad Iberoamericana, esto se debe a que los partidos se han cerrado a la participación ciudadana, utilizan al votante para acceder al poder y al final no representan las demandas del electorado.
Sin embargo, en la práctica la asociación de personas para lograr influir en la política todavía es necesaria, como pudo verlo el diputado local independiente, el mexicano Pedro Kumamoto, al intentar la aprobación de una ley federal para reducir el presupuesto a los partidos. La falta de un grupo parlamentario que lo apoyara impidió siquiera su discusión.
En Francia, el puntero en la actual contienda electoral, Emmanuel Macron, está consciente de que sin una estructura es imposible ganar la presidencia del país por lo que “está formando un partido”, comenta Gaspard Estrada, investigador de la universidad francesa Sciences Po. “No dispone de fondos públicos, sin embargo ha obtenido más donaciones privadas que ningún otro candidato”, explica Gaspard. Además Macrón solicitó un préstamo personal de 8 millones de euros sobre la base de que si obtiene 5 % de los votos el Estado francés se los reembolsará.
Es por ello que para el doctor Jean François Prud’homme, la candidatura de Emilio Álvarez Icaza a la presidencia de México será sólo testimonial si no construye un movimiento nacional, con una estructura sólida que lo impulse, de otra manera su mayor aporte será el de moralizar el discurso político.
Todos los analistas consultados coinciden en que la idea del candidato independiente debe ser matizada en función de su capacidad para liberarse de los compromisos adquiridos, ya que para ganar elecciones de alto perfil se necesitan apoyos reales por parte de grupos de poder, tanto económicos como políticos y sociales, de ahí que prefieran el término de “candidatos sin partido”.
Tampoco se les puede visualizar como no políticos, pues desde que ingresan a la contienda sus intenciones son políticas, por consiguiente tampoco se puede pensar que los movimientos que sirvieron como estructuras para llevarlos al poder no se conviertan en nuevos partidos que sustituyan a los anteriores, o que una vez alcanzado el poder resuelvan todas las demandas incumplidas por los políticos tradicionales.