Este lunes la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de la Ciudad de México informó que Inés, la hipopótama más longeva de la capital, había fallecido durante la madrugada en el Zoológico San Juan de Aragón, lugar en el que habitaba.
De acuerdo con un comunicado, Inés comenzó a presentar problemas para desplazarse en su albergue, por lo que sus cuidadores la alimentaron en la boca y le administraron tratamiento, ya que la hipopótamo tenía una edad avanzada.
No obstante, a pesar de los esfuerzos de los médicos veterinarios, Inés falleció durante la madrugada.
La Sedema explicó en el comunicado que “al igual que los humanos, los animales envejecen y la vejez es un proceso natural que conlleva una serie de cambios físicos y metabólicos en la vida de los seres vivos”.
Lo anterior se debe a que Inés tenía 50 años de edad, dos décadas más que la mayoría de los hipopótamos en vida silvestre, ya que ellos llegan a vivir hasta 30 años; sin embargo, indicaron que fue gracias a los cuidados del zoológico que ella vivió más tiempo.
“Con el avance en los estudios de la medicina veterinaria, cada día se mejoran los cuidados y se prolonga la vida en los animales silvestres bajo cuidado humano en los zoológicos”, explicó la Sedema en el comunicado.
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Por este motivo, Inés, al ser un ejemplar de edad avanzada, presentaba ciertos padecimientos, como problemas en articulaciones y en la piel, por lo que recibía tratamiento médico.
Así, diario era supervisada y atendida por veterinarios, de acuerdo con Josué Chaparro Cedeño, cuidador de Inés, quien dijo en 2019, que se realizaban continuos chequeos médicos para cerciorarse de que la salud de la “abuelita Inés” estuviera bien.
Además, se le daba una alimentación específica: “una mezcla de alfalfa achicalada picada para que se le facilitara su ingestión, avena en hojuela, concentrado para herbívoros silvestres, salvado de trigo, grenetina y melaza, lo cual servía para darle un sabor dulce.
Inés, era madre de cuatro crías y de cariño, le decían, “viejita” o “abuelita”. Además, a ella le gustaba asomar su cabeza fuera del agua y luego sumergirla, ya que disfrutaba de la tranquilidad, pero siempre estaba alerta de lo que pasaba fuera de su hábitat.