Por KEN THOMAS y LISA LERER / Washington / Associated Press
E l presidente saliente reflexionó en tono sombrío sobre la fragilidad de la democracia e imploró a los estadounidenses que rechacen la retórica política corrosiva. Catorce horas más tarde, el próximo presidente ofreció una desafiante y frenética rueda de prensa en su lujosa torre neoyorquina en la que despreció a sus críticos, insultó a varios periodistas y comparó a los agentes de inteligencia del país con nazis.
El discurso de despedida que dio el martes por la noche el presidente Barack Obama en su ciudad, Chicago, y la rueda de prensa ofrecida el miércoles por la mañana por el presidente electo Donald Trump dejaron en evidencia el brusco cambio presidencial en Estados Unidos, y ofrecieron un atisbo de cuánto cambiará la Casa Blanca a partir de esta semana.
“Los historiadores estudiarán este periodo de la despedida de Obama y la rueda de prensa de Trump. Son casi piezas de un mismo conjunto en diferentes estilos”, señaló Douglas Brinkley, historiador especializado en presidentes en la Universidad de Rice. “Todo el mundo dice que Obama y Trump son totalmente diferentes y se puede ver por qué”.
Las diferencias ideológicas, por supuesto, no han sido ningún secreto. Trump basó su campaña en desmontar casi todas las iniciativas importantes de Obama. Sin embargo estas apariciones consecutivas ante la cámara mostraron diferencias en tono y estilo que dejaron pocas dudas respecto a que los estadounidenses enfrentan un cambio sin precedentes en la historia reciente.
Es un giro –de la reserva a la agresividad, de lo controlado a lo totalmente impredecible, de lo prudente a la ausencia de filtros– que hizo a algunos estadounidenses añorar la era de Obama antes de que termine oficialmente, mientras otros celebraban como refrescante la llegada de un presidente mucho menos preocupado con encajar en las viejas ideas de lo que es “presidencial”.
“Dicen que no es presidencial llamar a estos importantes líderes de empresas”, dijo en diciembre Trump ante una multitud en Indianapolis, tras negociar un acuerdo con una firma de aparatos de aire acondicionado para que mantuviera sus empleos en el estado, una maniobra que muchos economistas criticaron como una política económica nacional inviable. “Creo que es muy presidencial. Y si no es presidencial, está bien. Está bien. Porque en realidad me gusta hacerlo”.
Durante semanas, los votantes se preguntaron si Trump ajustaría su estilo propenso a la improvisación para adaptarse a las rígidas y considerables responsabilidades de la Casa Blanca. Otros mandatarios han descrito su primera entrada en la Oficina Oval como presidentes como una experiencia que les hizo pensar y les dejó claro su papel como custodios del legado histórico del país.
Pero en las semanas tras su inesperada victoria, Trump ha dado pocas señales de vivir esa transformación. Sus primeras acciones han roto con décadas de protocolo diplomático, ha puesto a prueba antiguas normas de ética, ha desafiado las convenciones sobre el acceso a la prensa y ha continuado con su combativo y personal estilo de ataques en Twitter y en persona.
El miércoles sugirió que las filtraciones de agencias de inteligencia del país eran “una desgracia” y comparó ese comportamiento con las acciones de la “Alemania nazi”. También chocó con reporteros concretos, tachó a un corresponsal de CNN de “grosero” y “terrible”, y acusó a la cadena de difundir “noticias falsas”.
Obama también criticó a los medios en su discurso, aunque a su manera.
“Cada vez más, nos vemos tan seguros en nuestras burbujas que empezamos a aceptar solo información, sea verdadera o no, que encaja con nuestras opiniones, en lugar de basar nuestras opiniones en las pruebas que están ahí”, dijo Obama.
Brinkley, el historiador de Rice, señaló que este no es el primer gran cambio de presidencia que experimenta el país. El discurso de despedida del presidente Dwight D. Eisenhower en enero de 1961 se emitió en televisión en blanco y negro, mientras que el desfile en la investidura del presidente John F. Kennedy unos días más tarde fue emitido por primera vez en color por la NBC, lo cual mostró un cambio simbólico de generación de la década en blanco y negro de 1950 al technicolor de la década de 1960.
“Eso es un juego de niños comparado con las claras diferencias de sustituir al cerebral Obama por el descarado Trump”, señaló.
El entusiasmo de Donald Trump a la hora de romper las normas no escritas de las comunicaciones presidenciales hace sus ruedas de prensa más animadas, aunque también caóticas. El presidente electo que tomará posesión el próximo viernes, dejó caer una serie de noticias sobre personal y políticas casi de pasada, mencionando a su candidato a dirigir el Departamento de Asuntos de Veteranos, revelando su plazo para nominar a un juez del Supremo y ofreciendo planes a medio esbozar para revocar la ley de seguro médico.
En otra ruptura del protocolo, se negó a publicar su declaración de impuestos y afirmó que su victoria demuestra que a los estadounidenses no les preocupa ese asunto. “Verán, los únicos a los que preocupan mis declaraciones fiscales son los reporteros, ¿de acuerdo? Son los únicos que lo piden”, dijo.
Trump apuesta por un lado a que los estadounidenses deseen esa clase de cambio y por otro a que haya pocos inconvenientes políticos a su rompedora estrategia de presidencia. Es demasiado pronto para comprobar esa teoría.
El miércoles habló con condescendencia sobre el senador de South Carolina Lindsey Graham, uno de sus exrivales de las primarias republicanas y que ahora está en posición de poner trabas a los planes legislativos de Trump en el Congreso.
En su discurso de despedida en Chicago, Obama se mantuvo fiel a su estilo calculado. Dio las gracias a los estadounidenses por hacer de él “un presidente mejor” y “un hombre mejor” e introdujo su lema en una frase claramente dirigida a los libros de historia.
Solo hizo una referencia a Trump y reprendió con amabilidad al público cuando empezó a abuchear ante la mención del próximo presidente. “No, no, no, no”, dijo Obama. El “sello característico” de la democracia del país, afirmó, es “el traspaso pacífico del poder de un presidente al siguiente”.