Periodismo imprescindible Jueves 21 de Noviembre 2024

¿Qué culpa tengo yo?

La migración venezolana ya es “la peor de la historia latinoamericana” según la ONU. Y a consecuencia de la cantidad de venezolanos que está saliendo a cualquier país que los reciba, el problema de Venezuela ahora se convirtió en uno regional y hasta mundial
16 de Diciembre 2018
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“En el último año salieron de Venezuela 1.5 millones de personas. Esto no tiene precedentes en cualquier parte del mundo. En Siria salieron 6 millones de personas en un período de cuatro o cinco años. En Myanmar, un millón de rohinyás abandonaron el país, pero en casi diez años”, opina el director del Programa para la Región Andina, Norteamérica y el Caribe del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), Francisco Quintana. “El éxodo de venezolanos a países en América puede llegar a 4 millones de personas a fines de este año”, concluyó.

Yo mismo soy parte de esa estadística de venezolanos inmigrantes. Dejé Venezuela hace dos años. Vivir actualmente en ese país pienso que es perder tiempo, calidad de vida, estar expuesto a una terrible inseguridad y no saber qué servicio básico te va a faltar. La fuga de cerebros y de gente joven ha sido brutal. Por ejemplo: de mi entorno, de 30-40 personas, por poner un ejemplo, en Venezuela sólo me queda una persona conocida. La persona que era yo allá, mis contactos y estatus ya no existen. Es como si haber vivido en ese país sólo hubiera servido para perder algunos años de mi juventud.

Como yo, hay millones de venezolanos en el extranjero. Contacté a varios con el propósito de que me comentaran su experiencia al migrar.

Deyvid, 30 años

Tres años en EU

Dejar todo nunca es fácil. Todo lo que trabajé en Venezuela no valió de nada: mi carrera, lo que había logrado. Hubo momentos en los que en mi casa comíamos una vez al día. Nuestros salarios eran en bolívares y no nos alcanzaba para nada. El momento en el que decidí que era hora de dejar todo fue cuando vi a mi mamá llorar porque no podía darle comida a mi hermano menor.

Llegué a Florida a trabajar de lo que fuera: albañil, carpintero, lo que saliera. Con el dinero que empecé a ganar acá pude mantener a mi hermano menor y mamá, y me sobraba para yo vivir acá. Y claro, es bastante difícil al comienzo.

Llegué como turista, trabajé ilegalmente por muchos años, pero ya metí el asilo político. No he visto más a mi familia y eso es lo que realmente duele de todo esto. Ellos no tienen visa, así que es bastante difícil que vuelva a verlos hasta que arregle mi situación migratoria.

A veces siento que mi vida se convirtió en una constante búsqueda para cobrar y cobrar y que mi familia no esté mal. He engordado 20 kilos, la ansiedad y la nostalgia me han pegado bastante. Todas mis metas de vida y sueños que tenía no se van a hacer reales por ahora. ¿Y qué culpa tengo yo?

Yo era un niño cuando Hugo Chávez ganó. Yo no tengo la culpa de esto. Tengo 30 años, y casi todo lo que hago es estar en un loop raro para trabajar, hacer más dinero y tener un poco menos de culpa debido a que estoy lejos de mi familia. Mis mejores años se van a ir en esto: en sobrevivir y vivir en un lugar que no es mi casa por culpa de políticos.

Sé que soy un poco afortunado en comparación con muchos venezolanos que se han tenido que ir caminando a Lima, por ejemplo. Esto es algo que yo no escogí vivir, y hay muchísimos días en los que siento que no puedo más. Mi fuerza son mi hermanito y mi mamá.

Jorge, 35 años

Cinco años en Argentina

Siempre quise salir de Venezuela. Cada vez que platico sobre mi experiencia emigrando, digo que yo igualmente hubiese salido del país. Venezuela es un país muy conservador donde me sentía algo parecido a un alien: nadie entendía muy bien mi trabajo; y casi siempre tenía éxito, pero era con empresas extranjeras. Quizás tomé la situación del país como una excusa para por fin dar el paso y dejarlo.

Venezuela está viciada. Nada funciona, nada sirve. Si no conoces a alguien estás destinado a recurrir a la corrupción. Lo peor es que la gente se acostumbró a vivir así y piensan que esas son las condiciones de vida naturales para el ser humano. No conocen otra forma, ya las filas para comprar productos básicos y no conseguir medicinas, no poder caminar o tener una vida más o menos decente para ellos es una utopía o “eso sólo pasa en el extranjero”. Como si Venezuela fuese la casa de todo lo que está mal. “Acá somos corruptos, ladrones y afuera sí nos portamos bien”. Es un malinchismo terrible. Estamos muy apartados del mundo. La tecnología está en su peor momento, los avances, todo es complicadísimo. Es que, como siempre digo: “Si tienes que hacer una fila de tres horas con el fin de comprar papel sanitario, ¿cómo esperas poder comprarte un apartamento, tener una familia o cualquier cosa que se pueda hacer en todos los lugares del planeta?”.

El tema de la inseguridad también es grave. Somos el país más peligroso del mundo. Te matan por un iPhone. Es común que a las 8:00 p.m. no haya una sola alma en la calle. Todo vacío. ¿A quién le dan ganas de vivir en un lugar así?

Samantha, 26 años

Un año en Ecuador

Aguanté lo más que pude para salir de Venezuela. Tuve que dejar mi carrera de Medicina a la mitad. No había materiales con qué aprender decentemente, sentía que estaba perdiendo el tiempo en la universidad. Ahorré por dos años y pude comprar un pasaje para Quito. No conocía a nadie y aún no tengo relaciones a las que pueda llamar “amistades”. La soledad te pega. El no tener un trabajo estable y una vida medianamente normal también.

Aún estoy resolviendo mi estatus migratorio, entonces he tenido varios trabajos cortos: mesera, asistente administrativo e incluso he sido escort. No me avergüenza nada esto. Puedo pagar mi renta, comer, y a veces me he comprado ciertas cosas para sentirme mejor: que si ropa o algo así.

Viví el peor momento de mi vida acá en Quito: mi madre murió hace meses y no pude hacer absolutamente nada. No tenía dinero para mi pasaje. Mi mamá era la única familia directa que tenía, y pues no contaba con los recursos para ir a verla aunque sea el día de su muerte. Mi plan era en el segundo año traérmela, pero al final el tiempo no nos esperó.

Es duro, no te voy a mentir, y creo que lo más importante para nosotros [los inmigrantes] es la salud mental. Hay que estar muy activos con ella. Tratar que no nos gane la tristeza porque de esa forma no vamos a encontrar nada. No quisiera quedarme a vivir acá, pero mientras pueda estar trabajando de una forma legal lo voy a hacer. Mi arrepentimiento más grande fue haber dejado Medicina. Ojalá algún día pueda retomarla.

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