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Respeto para dar vida

Existe en Argentina un hospital público maternal modelo, completamente gratuito, en el cual las mujeres pueden elegir cómo, dónde y con quién ser atendidas al momento de dar a luz a sus hijos e hijas
08 de Mayo 2017
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POR: DIEGO JEMIO / BUENOS AIRES, ARGENTINA

 

“¿Bailamos un ratito?”, le sugirió Samantha Dispari a su pareja Santiago Fina. Él aceptó con la sonrisa más ancha del mundo. Fueron al salón de su casa en Merlo, una ciudad a 42 kilómetros al oeste de Buenos Aires. Ella estaba feliz por volver a sentir el tango en el cuerpo, a sólo dos días de haber tenido a su primer hijo: León.

Antes de dar a luz y antes de la sinfonía de entrecasa de esa bella escena, Samantha tenía varios miedos, pero hubo uno que encabezaba la lista: un desgarro del bebé o de ella. “Yo necesito el cuerpo para trabajar”, dice la joven de 26 años, que junto a su pareja baila tango de manera profesional, además de dar clases en la capital mundial de esa música.

De esa forma, Samantha conoció el trabajo del sanatorio de Maternidad Estela de Carlotto, un hospital maternal provincial de baja complejidad, pensado para atender a mujeres embarazadas, niñas y niños recién nacidos. El establecimiento, de atención pública y gratuita, está ubicado en Moreno, al oeste de la provincia de Buenos Aires, cerca de su casa. El lugar trabaja en línea con la Ley Nacional de Parto Respetado Nº 25 929, la cual establece que las madres pueden elegir cómo, dónde y con quién parir, acompañadas por el equipo de salud durante todo el proceso del nacimiento. De esa forma, se busca evitar prácticas invasivas que no sean realmente necesarias.

Samantha y Santiago comenzaron a ir a las charlas preparto a fin de conocer el lugar y la gente, con la idea de tener un parto natural. “En las clínicas y hospitales del resto de la provincia, las mujeres son acostadas y esa es la única posición posible. No te dan otra oportunidad. No es algo natural por la fuerza de gravedad ni por otras cuestiones comprobadas. En las charlas, nos dimos cuenta de que este lugar era otra cosa: las chicas son superamorosas, desde la partera hasta las psicólogas. Es un equipo multidisciplinario”, agrega.

Cuando Samantha entró en trabajo de parto, sabía que debía respetar el protocolo de la institución. Los médicos esperan hasta 24 horas con el objetivo de intervenir mediante una inducción. Ella entró el 5 de abril a las 3:30 de la mañana, con contracciones cada cinco minutos. Entonces, le sugirieron que caminara a fin de acelerar el proceso. Luego llegaron las contracciones cada tres minutos. A las 6:00 de la mañana, fue ingresada a la habitación. “Las enfermeras venían a tranquilizarme. Me decían que respirara tranquila. En un momento de tanto nervio, no sabes lo terapéutico que es escuchar a alguien tranquilo”.

Luego llegó la partera, a la que Samantha conocía desde las charlas de preparto, otro detalle tranquilizador para la paciente. Ella le dio una pelota de esferodinamia a fin de que estuviera más cómoda. A las 10 de la mañana hizo los primeros pujos e ingresó a la sala de partos. Cerca de las once de la mañana dio esos gritos desgarradores, que nunca son como los que representan en las películas sino en un tono más animal, más de las entrañas –nunca tan cabal la palabra. Luego de ocho horas de trabajo de parto, sentada en una camilla y con Santiago siempre al lado, Samantha parió a León.

Una vez que nació, las parteras se lo pusieron encima, sin cortar el cordón umbilical hasta que terminara de latir, algo clave a fin de no interrumpir el pasaje de hierro de la placenta. Posteriormente le preguntaron a Santiago si quería cortarlo; él asintió, se puso unos guantes e hizo el corte. Fue el papá quien llevó al recién nacido al área de neonatología, algo jamás pensado en un hospital regular donde eso lo hace una enfermera y que se vuelve angustiante para los padres.

Las acciones de la Maternidad Estela de Carlotto, que también trabaja con consultorios, talleres y consejerías de salud sexual, tienen una relación directa con la salud de las madres, los bebés y las familias. Entre 2014 y 2016, se acompañaron alrededor de 3 000 nacimientos, de los cuales 87 % ocurrieron de forma natural, sin ningún tipo de medicación ni cesáreas. 96 % de las mujeres estuvieron acompañadas por personas de su vínculo que ellas eligieron: parejas, mujeres, amigas, madres e incluso hijos.

Samantha estuvo todo el tiempo con Santiago. A las 48 horas del parto, madre e hijo recibieron el alta. “Es la única maternidad pública en la provincia de Buenos Aires que valora al bebé y a la madre. Nos cuidan y no van a hacer nada que no quieras. Nadie te puede obligar a tener a tu hijo en una posición que no quieras. No te pueden maniatar. Hay lugares en los que llegan a atarte las piernas o deciden por vos la opción de ponerte una inyección epidural. Acá se relaja las contracciones con agua caliente y masajes. Siendo primeriza, tenés un miedo y una incertidumbre impresionantes. Supe de otros casos en los que las cosas no fueron tan simples, que terminaron en cesárea o con el bebé saliendo con fórceps. Pero jamás será la primera alternativa”

Después de tener a León, Samantha no tuvo dolores ni problemas para moverse. En todo el embarazo, nunca dejó de bailar. Y a los dos días, con León dormido, ella pudo invitar a su pareja a dar los primeros pasos.

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