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Se busca arquitecto

Ignorada por las agencias humanitarias, la arquitectura quiere demostrar que puede jugar un papel importante en los retos que enfrenta un país con la llegada masiva de refugiados
31 de Octubre 2016
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Según el Reporte de 2015 del alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 33 972 personas se ven obligadas, a diario, a dejar su hogar debido a un conflicto. En total son 65.3 millones de personas desplazadas, 12.4 millones más que el año anterior. Un 25 % es acogido en uno de los casi 200 asentamientos provisionales que Naciones Unidas gestiona en todo el mundo.

Pero los años pasan y muchos han alcanzado una densidad poblacional equivalente a la de una ciudad. El campo de Daadab, en Kenia, cuenta con unos 350 000 habitantes, no muy lejos de los 464 000 de Edimburgo, la capital de Escocia.

Kilian Kleinschmidt, director del campo de refugiados de Zaatari, en Jordania, entre 2013 y 2014, afirma que estos asentamientos son “instalaciones donde se almacenan seres humanos en el que no intervienen especialistas del campo de la arquitectura”. Denuncia que los gobiernos usan estos campos como una forma simbólica de expresar que “tienen un problema”.

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¿Planear o diseñar?

En octubre, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) inauguró la exposición Insecurities: Tracing Displacement and Shelter (Inseguridades: Rastreo de desplazamiento y refugio) que estará abierta al público hasta enero de 2017.

“Intentamos dar respuesta, a través de la disciplina de la arquitectura, a lo que su- cede a diario no sólo en el Mediterráneo sino alrededor del mundo”, indica Sean Anderson, curador del MoMA. La estandarización de un único modelo, sin importar la climatología del lugar o el origen de sus habitantes, se halla en el centro del debate. Anderson explica que parte de la misión de la ACNUR consiste en implementar estrategias que den respuesta de forma inmediata a estas corrientes migratorias.

Esta urgencia justifica la homogeneidad de los campos, que da como resultado una estructura de hileras de tiendas de campaña colocadas en forma de cuadrícula. Es el plan hipodámico, ideado por urbanistas de la Antigua Roma para diseñar sus ciudades y concebido, según Anderson, para “controlar y ordenar a sus habitantes”.

Este sistema, explica Julia Slater en la publicación Urban Systems of the Refugee Camp (2014), tiene como principal inconveniente la rigidez, ya que el trazado no incentiva la socialización de sus habitantes.

Nasr Chamma, arquitecto y cofundador de la plataforma Architecture for Refugees realizó unas prácticas profesionales con ACNUR en los campos de Zaatari y Azraq, también en Jordania, entre septiembre de 2015 y marzo de 2016. El motivo era documentarse para su tesis doctoral titulada Rethinking Refugee Camp Design: from ‘Temporary’ Camps to Sus- tainable Settlements. Chamma era uno de los tres arquitectos presentes en Jordania –país que acoge 664 100 refugiados, la mayoría sirios– y analizó ambos campos “con ojo crítico”, precisa.

“Enfatizo la palabra diseño porque la planeación de los campos no contempla el diseño de espacios en su interior”, aclara. Su metodología consistió en analizar cuatro aspectos: el físico, el tejido humano, las condiciones económicas y las políticas llevadas a cabo por el Gobierno jordano.

Temporalidad

Chamma comparte que su principal conclusión se basa en un error conceptual: considerar estos campos como asentamientos temporales. La dificultad de predecir el final de un conflicto deriva en estancias prolongadas en espacios no concebidos para ello y sin las infraestructuras necesarias.
Los campos se sitúan en una región con condiciones climatológicas muy duras, pero que pueden paliarse si se utilizan principios arquitectónicos. Para protegerse de las tormentas de arena, ejemplifica, es necesario contar con una barrera de árboles, pero ninguno de los dos campos tiene un ápice de naturaleza.

Aunque sí hay posibilidad de mejorar las condiciones del refugio y pasar de alojarse en una tienda a una caravana o casa prefabricada; en el caso de Zaatari, el paso del tiempo hizo que sus 89 000 refugiados comenzaran a transformar su entorno replicando la estética de sus hogares.

Este fue el primer paso al que siguieron mercados y tiendas regentadas por refugiados en colaboración con los jordanos. Según Kleinschmidt, estos negocios generan 10 millones de euros al mes y emplean a unas 2 000 personas. “El mercado da apoyo a la economía local, pues los bienes se compran en ciudades próximas”, dice Chamma. “Los gobiernos receptores deberían pensar en qué pueden hacer los refugiados para mejorar su economía, no apartarlos ni dejarlos de lado como sucede ahora”, lamenta.

“Decidieron por ellos mismos lo que tenían que hacer, se rebelaron contra las tiendas, las hileras y las cocinas y baños comunales”, recuerda Kleinschmidt. El problema es que sin nociones de urbanismo el campo se tornó caótico, por lo que fue preciso implementar un sistema basa- do en la confianza mutua. “Nosotros nos volvimos más flexibles y ellos tuvieron que entender que no es posible cavar un agujero en cualquier lado”. El experto invitó al departamento de Planeación de la ciudad de Amsterdam a visitar el campo para trabajar en su rediseño en colaboración con los refugiados, pero su plan chocó con el gobierno jordano.

Estas iniciativas cambiaron el orden urbano de Zaatari. “Lo fascinante de Zaatari es su exterior no sigue la estructura de cuadrícula, mientras que su corazón, construido más recientemente, es extremadamente ordenado y rígido”, dice Anderson.

Kleinschmidt explica que la comunidad internacional gasta 100 millones de dólares en viviendas temporales, por lo que no sería descabellado invertir esta partida en construir sencillos apartamentos y mejorar la calidad de vida de sus ocupantes. Otro problema son las infraestructuras. La falta de planificación inicial deriva en soluciones poco sostenibles y costosas, como es el abastecimiento de agua, cuya improvisación y falta de sistema de desagüe conlleva una factura de 30 millones de dólares al año, según informa el experto. “Realizamos cálculos con las municipalidades de Amsterdam y Marsella y estimamos que por 10 millones podríamos instalar una red de tuberías de agua”, argumenta el experto.

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Cambiar el modelo

Kilian Kleinschmidt, que trabajó duran- te veinticinco años en ACNUR destinado en Kenia, Sri Lanka o Somalia, aboga por transformar el modelo humanitario y permitir la entrada de inversionistas privados. Desde que dejó la agencia internacional ha fundado dos consultorías que buscan incorporar tecnologías del siglo XXI e inversiones privadas al sector humanitario. “Si una empresa trae consigo una propuesta de inversión y creación de viviendas y puestos de trabajo, los gobiernos locales deberían facilitar la concesión de permisos laborales e integrar a los refugiados dentro de su tejido humano”, opina.

Para Chamma, la solución sería crear un campo transitorio, similar al modelo actual, capaz de absorber el primer flujo de refugiados. Al lado de este, implementar un asentamiento semipermanente con viviendas de diferentes tipologías diseñadas y construidas con ayuda de los refugiados para evitar la situación caótica vivida en Zaatari. “Deberíamos pensar en ellos como socios o incluso clientes”, argumenta. En caso de retornar a sus países de origen, estas viviendas podrían ser ocupadas por la comunidad local, así se aseguraría el valor de la inversión realizada.

Chamma afirma que otra consideración es la de mudar estos asentamientos, que en la actualidad se hallan en zonas fronterizas, e integrarlos en zonas de la periferia urbana. Desde su punto de vista, este sería un paso fundamental para lograr la integración de los refugiados en los países receptores.

Diseño de refugios

Sentado frente al televisor, donde observa imágenes del terremoto que destruyó Haití en 2010, el diseñador gráfico Paul Grey decidió actuar tras exasperarse por la lentitud de las autoridades en proveer a los haitianos de un refugio temporal digno. Empezó a diseñar RD Shelter, un vivienda temporal de policarbonato que es opaca, ligera, puede montarse con rapidez y ofrece protección contra el viento y el agua. Con el apoyo de Scottish Enterprise, la agencia de desarrollo económico del Gobierno de Escocia, Grey espera tener el prototipo listo en el primer cuarto del año que viene y poder empezar a construirlo y emplearlo en caso de emergencias. Confiesa que por el momento desconoce el funcionamiento protocolario para que las agencias humanitarias adquieran RD Shelter.

“Es complicado intervenir en estos contextos y muchas veces las necesidades son otras, como la construcción de escuelas o espacios sociales”, explica Sean Anderson. El problema, agrega, es el precio asociado al proceso de diseño, lo cual provoca que muchas organizaciones no puedan costear la compra de estas viviendas. La exposición del MoMA muestra varios prototipos, incluido Better Shelter diseñado por la Fundación IKEA. 500 de estas unidades se emplean en Iraq y 520 en Macedonia.

Un arquitecto que ha logrado implementar este modelo con éxito es Shigeru Ban. El ganador del premio Pritzker 2014 creó el modelo Paper Log house, que tras emplearse en India y Turquía hizo lo propio en Filipinas tras el paso del tifón Haiyan en 2013. Su diseño incluye particiones de papel que permiten acortar los tiempos de construcción y emplea materiales locales, como la madera de coco.

Para Chamma, estas propuestas provocan una disyuntiva, ya que al ser diseñadas de forma genérica y de antemano ocasiona que se desconozca quiénes van a ser los usuarios. La mejor solución, afirma, es involucrar a arquitectos locales con conocimientos de la zona e incluir a los refugiados ya que, al fin y al cabo, son quienes van a ocupar esas viviendas.

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