Revista Cambio

Talibanes: futuro Afganistán no será semillero de radicales

WASHINGTON (AP) — La guerra más larga librada nunca por Estados Unidos cierra el círculo.

Washington comenzó a bombardear Afganistán tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 para acabar con los combatientes de Al Qaeda refugiados por los talibanes. Ahora, 18 años después, evitar que el país asiático vuelva a convertirse en una plataforma de lanzamiento para nuevos atentados contra Estados Unidos ocupa el centro de las conversaciones en marcha entre autoridades estadounidenses y los talibanes.

El enviado del presidente Donald Trump a las negociaciones dijo que está satisfecho con el compromiso de la milicia radical para evitar que las organizaciones terroristas internacionales empleen Afganistán como base para planear ataques globales. Incluso se habla de que un acuerdo negociado podría contemplar que los talibanes se unan a las fuerzas estadounidenses para combatir a los insurgentes del grupo extremista Estado Islámico, que son sus rivales y cuya presencia en las montañas del norte del país va en aumento.

“El mundo necesita estar seguro de que Afganistán no será una amenaza para la comunidad internacional”, manifestó el enviado, Zalmay Khalilzad, que nació en Afganistán y fungió como embajador estadounidense en el país. “Estamos satisfechos con el compromiso que hemos recibido (de los talibanes) sobre antiterrorismo”.

Pero no todos están tan convencidos.

Algunos afganos temen que el deseo de Trump de retirar a las tropas estadounidenses ignore las dudas sobre la sinceridad de los talibanes. Al inicio de las conversaciones, Hamdullah Mohib, asesor de seguridad nacional del presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, manifestó que contar con los radicales para controlar a los demás insurgentes sería como “tener gatos cuidando de la leche”.

El representante Michael Waltz, que realizó varias misiones de combate en Afganistán como agente de las fuerzas especiales, dijo que está contento porque los talibanes estén negociando, pero apunto que no sabe como podrá el país evitar ser un semillero de terroristas que quieren atacar a Estados Unidos.

“Tengo mis dudas, sobre la sinceridad de los talibanes en primer lugar”, apuntó Waltz, republicano de Florida. “Pero incluso aunque se crea eso (…) ¿Qué capacidad tendrán los talibanes para imponer lo que los 300.000 hombres del ejército afgano, las fuerzas de Estados Unidos y una coalición de ejércitos de todo el mundo siguen intentando hacer?”.

Hay mucho en juego.

El conflicto en Afganistán se ha cobrado la vida de más de 2.300 estadounidenses y cientos de miles de millones de dólares de los contribuyentes. Los talibanes controlan cerca de la mitad del país, aunque no las ciudades. Unos 14.000 soldados estadounidenses, además de otras fuerzas de la OTAN, siguen teniendo presencia allí. Altos cargos de inteligencia advirtieron que una retirada podría devolver a Afganistán a una época en la que la milicia controlaba un país que era un feudo de Al Qaeda.

Pese a que pasaron casi dos décadas de guerra, los grupos insurgentes continúan presentes en suelo afgano.

Un reporte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de abril de 2018 apuntó que Al Qaeda estaba “aliada estrechamente e integrada dentro de los talibanes”. Según el informe, los talibanes, que no tienen experiencia de atentados en el extranjero, brindan espacio operativo a unos 20 grupos terroristas con miles de miembros.

Un funcionario de inteligencia de Estados Unidos asentado en la capital afgana, Kabul, dijo a The Associated Press que Estado Islámico supone una amenaza aún mayor. El funcionario, que habló sobre terrorismo solo bajo condición de anonimato, dijo que los recientes atentados en Kabul eran “prácticas” para otros más importantes en el futuro. “Una de las esperanzas de un acuerdo negociado es que incluya a los talibanes en el gobierno y a la lucha contra EI”, agregó.

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Gannon informó desde Islamabad, Pakistán.