A 15 años de que el corazón de Rigo Tovar dejara de latir a causa de un paro cardiorespiratorio, su figura y su legado musical siguen vigentes, gracias a temas como Mi Matamoros querido, Mi amiga, mi esposa y mi amante o El sirenito, entre muchos otros que el cantante oriundo de Matamoros, Tamaulipas, logró colocar en el gusto del público que abarrotó plazas, arenas, auditorios y teatros de todo el país para verlo cantar en una época en la que la industria del entretenimiento exigía a las figuras de la música, entre otras cosas, la venta de millones de discos.
Rigoberto Tovar García nació el 29 de marzo de 1946, tuvo ocho hermanos y su madre le puso el nombre en honor a un trapecista del Circo Unión. Aunque posteriormente se convirtió en el artista que México recuerda -quien vendió más de 30 millones copias de sus 27 discos-, en sus inicios, tanto en Matamoros, como en Houston, trabajó en farmacias, fábricas y en oficios como tapicero, albañil, ayudante general, soldador, mesero o como intendente.
Aprendió inglés, italiano y francés, hasta alcanzar su sueño en la música, creando un género que combinaba la nostalgia con la modernidad.
En entrevista con Notimex, Pável Granados, director de la Fonoteca Nacional, consideró que se trata de un personaje icónico por su manera de ser, que marcó un estilo y una época en el periodo del presidente José López Portillo, a finales de los años 70 y principios de los 80, cuando se presentaba lo mismo en teatros del pueblo que en canchas de fútbol llanero.
“En México no había mucha infraestructura y él se imaginó los escenarios, puso tambos de metal para hacer una base y encima colocó madera con los músicos. Para sonorizar se le ocurrió poner postes a lo largo de la cancha y cables con bocinas encima.
“Se acordaba que en su Matamoros natal, los vendedores de helados tenían recipientes de aluminio con hielo seco, que hacía humo y quiso poner ese humo para causar expectativa y cierto misterio, finalmente una escalera inclinada atrás del escenario con un piso falso, que se quitaba para que él se pusiera abajo y sus ayudantes lo movieran para que pareciera que fuera ascendiendo”, cuenta el también historiador.
Rigo era productor de sí mismo, así que diseñaba y dibujaba su propia ropa, inspirado en los músicos del glam británico. Por eso su imagen es tan recordada: cabello largo y sus inseparables lentes oscuros marca Ray-Ban, que en parte no se quitaba por la retinitis pigmentosa que padecía y que le produciría ceguera.
“Era un hombre muy serio, con pocos amigos, más bien retraído, le gustaba estar en su casa, pero cuando subía al escenario eso cambiaba y tenía otra personalidad frente al cine y sobre los escenarios, con una vida personal bastante secreta, comenta Granados.
De ‘Mi Matamoros’ querido a la fama
El encargado de la Fonoteca asegura que Rigo Tovar “estaba destinado a la fama, como quienes están condenados a cierta soledad, a la desconfianza del mundo que los rodeaba. Es un personaje complejo, con muchos claroscuros porque se sabe muy poco de ciertos aspectos de su vida pero, al mismo tiempo, nos ejemplifica un México que estaba a 40 años de distancia”, argumentó Granados, quien viajó a dónde el cantante vivió para hablar con sus músicos y familia, con el propósito de escribir un libro.
En la cima de su popularidad, Rigo cometió algunos excesos y murió en la pobreza, pues aunque ganó mucho dinero también fue un mal administrador. Con varias mujeres -se dice que tiene 10 hijos- supo llegarle a la gente y no dejaba de recibir ropa interior en el escenario. Incluso se dio el lujo de grabar en Abbey Road, estudio de The Beatles.
“Fue ambicioso musicalmente y un día su guitarrista, César Alejandro, tocó con sinfónica y guitarra eléctrica, que era el sueño de Rigo. Le decía a sus músicos track por track que tenían que innovar, que fueran imaginativos. Cuando grabaron su primer disco como Rigo Tovar y su Costa Azul, antes de venir a la Ciudad de México, le faltaba un tema y su hermano le recordó un álbum de los años 50, era La sirenita, del compositor sinaloense Jaime Ignacio Peñuñuri”, recordó Granados.
De cómo Rigoberto Tovar García inventó a Rigo Tovar
La música de Rigo Tovar es divertida y, aunque primero conquistó a los trabajadores de las maquiladoras en la frontera mexicana con Estados Unidos, luego supo explorar con los nuevos medios y obtuvo recursos mercadotécnicos con la construcción de un personaje que hizo de su vida un acto de ficción.
“Nos deja la versión mexicana de lo que ha sido el inicio de los grandes fenómenos de masas. Creo que en alguna medida los personajes que vinieron después siguen siendo un Rigo Tovar sin saberlo, porque los ídolos populares de ahora que pueden ser Los Ángeles Azules, en el fondo le deben a él que haya sido el primero en confrontarse y usar a su favor a los medios masivos”, argumentó Granados.
Su música recuperó la nostalgia de los porros colombianos -como lo que escuchaban sus padres- y lo transformó con elementos de cumbia, rock, boleros, mariachi, guitarra eléctrica, percusiones y sintetizador, combinando música bailable con elementos de migración. Incluso se animó a retomar la música de concierto orquestal con el tema En las estepas del Asia central.
Un personaje tan popular no pudo separarse de la política y participó de cerca en la campaña política de José López Portillo. En opinión de Pavel Granados, su figura va más allá, pues su forma de vestir y presencia en el escenario habla de las clases en ascenso, la clase media mexicana y el proletariado.
“Muchos políticos se interesaron en el mundo popular de Rigo Tovar, estuvo rodeado de admiradores y el PRI se dio cuenta de eso. La campaña política de López Portillo no hubiera sido lo que fue si no es porque lo apoya Rigo Tovar; y la verdad es que se lo agradeció siempre, al grado de que en esas épocas fue que Felipe Cazals hizo películas con Rigo y fue el presidente quien le mandó a hacer un documental sobre su figura y uno puede ver cómo era tal la efervescencia del público”, dijo.
De los escenarios masivos a la soledad
Rigo Tovar también se convirtió en galán de cine al participar en cuatro películas: Rigo es amor, Vivir para amar, El gran triunfo y Memorias de un mojado. Incluso -a raíz de que un día tuvo que llegar al escenario y descender a este desde un helicóptero-, se creó el mito de que en Monterrey juntó más gente que el Papa Juan Pablo II, con 400 mil personas.
Pero la gloria no le duraría para siempre a Rigo, pues sumado a su retinitis pigmentosa también padeció de vitiligo y diabetes. “Cuando la ceguera era muy pronunciada fue a Inglaterra a intentar curarse. Descubrió que eran varias causas las que le generaban el mal que lo aquejaba y regresó muy triste porque no había sido posible encontrar una cura.
Sin embargo, llegó pensando que esa enfermedad no le iba a quitar el cariño de la gente, hizo que se multiplicara. Con su pelo largo, la ropa que se diseñaba y los lentes, hacía de él un personaje”, indicó Granados.
Rigo Tovar decidió retirarse de los escenarios y la música en 1995, pues su salud empeoró por su adicción a las drogas y la depresión, tras la pérdida de su madre -en 1974- y la muerte de su hermano, a causa del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Finalmente, fue el 27 de marzo de 2005 que México dijo adiós a los 58 años, día también el que empezó a escribirse el primer capítulo de una leyenda.
Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en las playas de su natal Matamoros, donde actualmente existe una calle con su nombre y un monumento. Su viuda, Isabel Tovar -a quien Rigo le llevaba 17 años- se ha dedicado a guardar las cosas de Rigo y su ropa, en el museo dedicado al músico.
“Es una mujer fantástica, es su principal admiradora. Ha sabido educar a sus hijos muy bien, se dedican a la música. El más chico es estudiante de violín, otro de sus hijos toca también. Es muy inteligente. Saber vivir con el personaje que fue él, requiere mucho carácter de Isabel”, finalizó Granados.