POR JAVIER PÉREZ
El Hijo del Santo aparece vestido en un traje gris. Entra a su tienda de Tamaulipas, en la colonia Condesa, por la puerta principal, como si fuera un cliente más. Mide menos de 170 centímetros y se le ve muy vital. Aunque en 2013 sufrió una seria lesión en la médula espinal que lo hizo hablar de retiro, hoy se siente físicamente como en sus mejores momentos. Justo un día antes de la entrevista, entrenó fuerte con el también luchador profesional Último Guerrero y unos ocho jóvenes de 18 años. Estuvo dos horas en el ring sin poder decirles que ya se había cansado: el ejemplo por delante. Luego se fue a hacer trabajo de pesas.
Ahora que está por cumplir 35 años como luchador en activo y que combate esporádicamente, El Hijo del Santo sostiene, enfundado en la máscara plateada que volviera icónica su padre y de la que se asoma un mechón de cabello gris por la parte de atrás, que él ya no tiene nada que demostrar. Arriba del ring, su carrera basta para comprobarlo. “Mi labor era luchar, no era hacer cine ni otras cosas, sino luchar. Y si hubiera sido malo, aunque me hubiera llamado El Santo no la hubiera logrado”.
Pero hubo un tiempo en que tuvo que demostrarlo todo, y no fue fácil: literalmente estaba bajo la sombra paterna. Entonces pocos le auguraban un futuro promisorio.
“Tuve que soportar muchos comentarios, ofensas, tanto en periódicos como del público, pero yo sabía que arriba del ring era donde les iba a tapar la boca y así fue. Afortunadamente mi papá me dio los mejores consejos”. Entre las cosas que le dijo, le pidió que creyera en sí mismo, pues él ya le había dado su aprobación. “Eso me ayudó mucho, y con los años ese gran peso comenzó a quedar atrás, empezó a ser más ligera la carga y en este momento te puedo decir que ese peso ya no existe porque es muy claro quién es El Santo, lo que hizo El Santo, y El Hijo del Santo ha hecho una carrera no nada más en el ring, sino también en los medios. He hecho lo propio. Eso a mí me da la satisfacción de sentirme como un personaje, o como persona, que ha logrado lo que se ha propuesto. No fue fácil, pero lo logré”.
Dice que su hijo, quien lucha bajo el nombre de Santo Jr., tiene carga doble: “el peso de la sombra del abuelo y la del papá”.
Más allá de la lucha libre
El Hijo del Santo, a quien a ratos los ojos se le ponen llorosos pues tiene roto el tabique nasal y la presión de la máscara le molesta, ha intentado mantener viva la imagen de su padre. Adelantándose a la celebración por el centenario del nacimiento de El Santo, por ejemplo, consiguió que el año pasado se desplegara la imagen de su máscara cuando alguien, en cualquier parte del mundo, abría el buscador de Google. También puso su imagen como figura central de una exposición permanente en la estación Guerrero de la línea B del Metro de la Ciudad de México, que incluye algunos murales; la máscara apareció en un boleto conmemorativo del Metro y hay una exposición, “100 años 100 fotos”, en las rejas del Bosque de Chapultepec. Además, preparó una función de lucha libre justo el 23 de septiembre en Tulancingo, Hidalgo, precisamente en el aniversario del centenario.
Y desde hace unos años, ha instalado las tiendas de El Hijo del Santo en las que comercializa diferentes productos, lo mismo tazas, playeras y llaveros que pufs, espejos y bolsos, con la imagen de El Enmascarado de Plata; junto con su esposa Gabriela Obregón, El Hijo del Santo hizo una marca. “Nos fuimos dando cuenta de que la nobleza del personaje te permite llegar a todo tipo de público y de ambos sexos, de cualquier edad. Se honra a El Santo en las tiendas que tenemos porque cada vez que la gente entra, él está presente”. Para hacer los productos que comercializan, recurren a diferentes proveedores. “Nos interesa mucho apoyar a la gente que lo necesita”. Por ejemplo, sus productos de madera, como espejos y cajitas, los elabora un colectivo de mamás solteras.
–¿Cuál es su película favorita de El Santo?
–Operación 67. Me gusta mucho porque es donde El Santo se convierte de alguna manera en un Santo diferente porque deja la capa y las mallas para el ring y empieza a vestirse como un agente secreto, con sus cuellos de tortuga, sus trajes sport, y creo que ese Santo le dio una imagen diferente al personaje.
–¿A qué monstruo le hubiera gustado enfrentarse?
–A las mujeres vampiro. Regularmente la mayoría enfrentaba a un vampiro, pero que fueran mujeres cambió un poco esto. Aparte, tú ves la película y descubres que son mujeres muy bellas. Es uno de los personajes que me gustaría rescatar.
–Más allá de la máscara y del nombre, ¿cuál es la mejor herencia que le ha dejado su padre?
–Yo creo que mi educación. Y yo hablaría de los dos, de mis padres. Cuando naces en un seno familiar donde existen armonía y amor, y te inculcan valores, eso te sella para toda la vida.
–¿Por qué sólo hubo un Hijo del Santo?
–Fuimos diez hermanos, cinco hombres y cinco mujeres. Las mujeres estaban descartadas para ser luchadoras porque a mi papá no le hubiera gustado. Y mis hermanos porque no es fácil. El mayor me lleva casi 20 años. Yo estaba naciendo cuando él ya podría haber sido luchador. Pero no es fácil tomar un personaje que ya tiene una larga historia en el cine, la lucha, la historieta; implica disciplina y responsabilidad. No es fácil y agradezco mucho a mi papá porque él me eligió a mí.
–¿Ya está llegando el momento de pensar en el retiro?
–Sí, de hecho yo lucho eventualmente, ya no como antes. Antes era mi manera de vivir. Ahora gracias a Dios doy conferencias, tengo otras actividades que me generan dinero. Siempre he luchado por gusto, y hoy puedo decir literalmente que lo hago por el placer de subirme a un ring. Me hubiera fascinado subir al ring con El Santo de compañero, pero no se pudo. aunque si tengo la oportunidad de luchar de pareja con mi hijo y él conmigo, es una buena experiencia ver dos Santos en un ring.