Revista Cambio

Batallas invisibles

Por Rogelio Segoviano

Cuando a Lucía se le pregunta cuál ha sido el momento más doloroso que ha vivido en los últimos dos años, luego de que en el Hospital Juárez de México le fuera detectado un tumor cancerígeno en uno de sus senos, ella no tiene que pensarlo mucho: “En realidad no ha sido uno, sino dos los momentos más devastadores a los que me he enfrentado en este período –dice–; el primero fue, obviamente, cuando el doctor de la Unidad de Oncología me dijo que los estudios que me habían realizado le confirmaban que, efectivamente, tenía cáncer de mama. Aunque me dolió mucho la noticia y tenía unas ganas inmensas de llorar, me hice la fuerte y no lloré…”.

Si bien la mujer de 42 años trata de ocultar su fragilidad con una sonrisa discreta, continúa su relato con la voz entrecortada: “El segundo momento difícil que pasé fue un día cuando me estaba bañando en mi casa y, al lavarme el cabello, me quedé con un mechón bien grande en las manos. ¡Santo Dios, me estaba quedando pelona! Creo que en ese momento, al imaginarme sin pelo frente a mi familia y mis amigos, me terminó de caer el veinte de que el cáncer me estaba matando. Me derrumbé, literalmente. Mi esposo tuvo que entrar por mí a la bañera y sacarme en brazos. Estaba totalmente desconsolada. Lloré como dos días enteros…”.

Lucía confiesa que, por un momento, pasó por su mente la idea de no regresar a las quimioterapias en el hospital, pues desde que ella era niña uno de sus mayores orgullos era su larga y lacia melena oscura, “y yo no quería ser una mujer calva que le inspirara lástima a las demás personas”.

 

MÁS QUE ESTADÍSTICAS

Jeanette Terrazas es una actriz que no está dispuesta a convertirse en una estadística más. Es madre de una pequeña de once años y no quiere ser una de esas 15 mexicanas que cada día fallecen a consecuencia del cáncer de mama. Por ello, apenas le fue diagnosticada una mastitis en el seno derecho que se complicó poco a poco, de inmediato le preguntó a los doctores que la atendían cuáles eran las acciones que debía tomar para curarse. No dudó ni un segundo en someterse a un tratamiento de quimioterapia. Incluso, antes de que las radiaciones comenzaran a hacer mella en su imagen y condición física, ella misma decidió raparse la cabellera que ya alcanzaba los diez centímetros por debajo de su hombro.

La actriz de 37 años, quien ha trabajado en múltiples puestas en escena de la Compañía Nacional de Teatro, así como en la serie de televisión Los simuladores y en la película Ladies night, solo espera conservar la fortaleza que se requiere para continuar arriba del escenario, pues no le gustaría que sus interpretaciones sean mediocres ni que el público quede decepcionado por una mala obra de teatro.

“Hace apenas un mes y medio que me dieron la noticia, pero son los doctores los que dicen que tengo cáncer, porque yo me siento muy bien, yo digo que no tengo nada. Es más, quiero pensar que solo estoy en la preparación de un personaje con algún padecimiento grave para hacer una película o una obra de teatro”, dice Jeanette, quien espera que ningún productor o director se niegue a contratarla por verla rapada y, tal vez, un poco más demacrada, “pues finalmente con una peluca y un toquecito de maquillaje podemos arreglarlo”.

 

LAS HUELLAS DEL CÁNCER

Así como Lucía y Jeanette, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud, se estima que unas 19 000 mujeres en México son diagnosticadas cada año con cáncer de mama, y se suman al grupo de guerreras que no solo pelean contra esta terrible y mortal enfermedad, sino que también enfrentan las “huellas” y consecuencias (tangibles e intangibles) que dejan en sus vidas los agresivos tratamientos para erradicarla.

“Los pacientes con cáncer, principalmente las mujeres, deben tener siempre dos tratamientos, uno para curarles la enfermedad y otro, igual de necesario, para curarles el espíritu y levantarles el ánimo. Ambos tratamientos deben ir de la mano si es que queremos sacarlos adelante”, dice el oncólogo Gerardo Castorena, director de las Clínicas de Diagnóstico de Cáncer de Mama del Hospital ABC, de la Ciudad de México.

El especialista señala que pasar por un tratamiento de quimioterapia no es nada sencillo, pues los pacientes sufren los efectos secundarios de la enfermedad, tales como fatiga, náuseas, vómitos, lesiones en la boca y mucho dolor. Por ende, tienden a sufrir cambios en el ánimo, y pueden sentirse angustiados o deprimidos. “Y aunque parezca increíble o un detalle muy banal, la caída del cabello causada por la quimioterapia resulta uno de los efectos secundarios más terribles, principalmente para ellas –insiste el doctor Castorena–. Esta es la evidencia física que más les recuerda que están enfermas de cáncer. En consecuencia, en muchas ocasiones esa situación les genera problemas psicológicos que suelen ser más graves que la aparición de los síntomas”.

El cáncer es una enfermedad que se presenta de muchas formas y afecta a millones de personas en el mundo, dice por su parte Irene Posadas Urtusuástegui, directora de Relaciones Públicas del Fucam, la institución más efectiva en la lucha contra el cáncer de mama en nuestro país, con un índice de recuperación de 96 % de las pacientes cuando la enfermedad es detectada en etapa temprana. Para ella, “son muchísimas las personas que recurren a los tratamientos de quimioterapia y sufren de esta alopecia (caída del cabello), provocando en ellas graves cambios en su concepto de imagen corporal y autoestima. Y aunque en la mayoría de los casos el cabello vuelve a crecer con normalidad una vez superado el tratamiento de quimioterapia, no deja de ser un inconveniente estético que afecta la autoestima de quien lo padece”.

Posadas Urtusuástegui señala que si bien el tratamiento contra la enfermedad es lo fundamental, porque de eso depende la vida de las pacientes, lograr que también se vean y se sientan bien con ellas mismas es de vital importancia en su recuperación, de ahí que en Fucam implementen un programa llamado Oncología Integral, mediante el cual se brinda la atención médica necesaria para cada caso, y además se ofrece desde apoyo psicológico y emocional, hasta cursos de maquillaje, nutrición y diseño de imagen, entre otros. “Aunque han sido casos muy aislados, hemos tenido algunas pacientes que se han resistido a tomar sus quimioterapias por el miedo a verse ante el espejo sin cabello; y por más que les expliques que es por su bien y que se trata de algo temporal, es muy difícil hacerlas cambiar de opinión. De verdad, no te imaginas lo valioso que es para una mujer su cabellera, y lo duro que es ver cómo la pierden”.

 

EL VALOR DE UNA PELUCA

Tanto el doctor Castorena como la vocera del Fucam, coinciden en que para la mayoría de las personas que reciben quimioterapia resulta invaluable tener una peluca oncológica, elaborada con cabello natural, pues ese simple objeto es un gran bálsamo para mejorar su estado de ánimo, pero desafortunadamente no todas las pacientes con cáncer cuentan con los recursos económicos suficientes para comprarlas, pues una cabellera postiza de buena calidad llega a costar entre 6 000 y 15 000 pesos, según el estilo, el color y el largo que se requiera.

“En el Fucam atendemos anualmente a más de 900 nuevas pacientes. Para ser exactos, el año pasado fueron 933, un promedio de 80 consultas al día, y la mayoría de personas a las que atendemos son mujeres de muy bajos recursos que no siempre van a poder comprarse una peluca oncológica, es por eso que agradecemos a las organizaciones sociales y a los grupos de voluntarias que nos ayudan con la donación de estos productos –dice Irene Posadas–. Solo basta ver el rostro de felicidad en cada una de estas mujeres cuando reciben su peluca oncológica. Es como si les dieran oro molido, o tal vez algo más importante, porque es un regalo a su femineidad”.

Para el oncólogo Castorena, quien anualmente encabeza la campaña del Hospital ABC a fin de convencer a la gente para que done su cabellera con el objetivo de elaborar pelucas médicas –las cuales serán obsequiadas a pacientes de diversas instituciones asistenciales, clínicas y hospitales–, dice que si bien cada vez más personas se solidarizan y se suman a la iniciativa del ABC, todavía están lejos de reunir las pelucas oncológicas que se requieren.

“En la campaña de este año, con el cabello que amablemente la gente vino a donar, logramos hacer 200 pelucas oncológicas –dice Gerardo Castorena–. En el ABC estamos muy contentos porque es un número importante, nunca antes habíamos regalado tantas, pero apenas es el uno o dos por ciento de todas las que se requieren en México”. Cabe señalar que otro de los donantes importantes de este tipo de artículos, es la Fundación Teletón mediantesu Fábrica de Pelucas, la cual elabora y distribuye entre la población con cáncer casi 1 500 pelucas anuales.

El doctor Castorena añade que uno de los logros secundarios de la campaña de donación de cabello es que también se refuerza la idea de la autoexploración en las mujeres, lo cual ayuda a detectar en fase temprana el cáncer de mama, que sumado a otras campañas del sector Salud ha elevado a una media nacional de 65 % de la curación total de la enfermedad.

 

NO ES SOLO CABELLO

“Estar a gusto con uno mismo es fundamental a la hora de enfrentar al cáncer. Para las mujeres el aspecto físico y el cuidado capilar son importantes para sentirse seguras y afrontar con entereza esta difícil etapa. Aquí llega el momento de pensar en el uso de una peluca oncológica y prepararse para usarla. Aunque crean que solo se la pondrán por unos meses, lo cierto es que recuperar la imagen que desean les llevará casi un año”, comenta Natalia Rodríguez, estilista y fabricante de pelucas oncológicas con más de 20 años de experiencia.

“Elaborar una peluca de este tipo no es una tarea fácil –explica Natalia–, pues debido a que con las quimioterapias el cuero cabelludo está en un estado muy sensible, las pelucas deben ser totalmente lisas al contacto, para no raspar ni causar comezón. Además, es importante que sean muy ligeras y que su diseño sea anatómico, para que se acomode perfectamente a la forma de la cabeza, sin apretar. La idea es que las pacientes puedan usarla durante todo el día, sin que esto les ocasione cansancio o molestia alguna”.

El proceso de elaboración de una peluca médica inicia con la donación de cabello, el cual debe medir por lo menos 25 centímetros de largo, tiene que estar limpio y seco y, de preferencia, no debe estar decolorado. Una vez cepillado se deja en coletas, las cuales se lavan y desinfectan, luego se clasifican en tamaños y tonos para armar lotes. El siguiente paso es hacer cortinas de cabello para comenzar con el tejido manual, cabello por cabello. Cuando están terminadas las cortinas se toma el gorrito y se cosen a este por capas hasta dar forma a la peluca. En la última etapa se vuelve a lavar el cabello y con tijeras se le da el estilo final.

Dice Natalia Rodríguez que se debe saber diferenciar entre una peluca oncológica y otras diseñadas para ser utilizadas como disfraces, en caracterizaciones o en el mundo de la moda, pues es muy sencillo que las personas que no conocen del tema confíen en lo que les dice un vendedor y sean engañadas. “Muchas veces estas pelucas están mal diseñadas, son pesadas, incómodas e inseguras –se lamenta Natalia–. Y lo peor es que los resortes de la base aprietan muy fuerte la cabeza del paciente, generándoles terribles dolores de cabeza, y eso no se vale, porque ya mucho tienen con llevar a cuestas su enfermedad y con haberse quedado pelonas”.

 

25

centímetros de largo debe tener, como mínimo, el cabello de un donador

15 000

pesos es el precio que llega a alcanzar una peluca oncológica

194 686

nuevos casos de cáncer se registraron en 2015

3.5 MDP

para la investigación de la detección temprana de cáncer de mama

959 000

pesos al programa para elevar la calidad de vida de las mujeres a quienes les fue practicada una mastectomía