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Chinampa en la ciudad

Un programa de conservación donde voluntarios y habitantes de Xochimilco se unen para llenarse los corazones de naturaleza, agricultura y criaturas mágicas aun en medio del monstruo urbano
22 de Mayo 2017
Especial
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POR ALEJANDRA DEL CASTILLO

Don Dionisio Eslava está parado de manera firme como un ahuejote frente a la estación Xochimilco del tren ligero; con la mochila al hombro espera a los voluntarios que vendrán este día a trabajar. Cuando el grupo está reunido, avanza por los laberintos de los barrios xochimilcas hasta llegar al embarcadero.

No es un embarcadero turístico y pronto los ojos lo descubrirán. Es un embarcadero de barrio para la gente que se transporta de sus hogares en las chinampas a tierra firme.

Cuando todos están abordo encaja su remo autóctono hasta el fondo y abre camino hacia el canal. Rema y platica. Espera conocer a sus visitantes, quiere saber de dónde vienen y qué esperan de la experiencia del día de voluntariado.

El camino es una estampa de lo que es la vida en las chinampas. Las casitas y la música que emana de cada una de ellas. Las familias que trabajan en sus tierras flotantes y saludan al pasar. La flora y la fauna del lugar.

Todos están ahí por los axolotes, esos seres únicos de esta región que aunque no parezca, todavía es parte de la gran Ciudad de México. Han venido porque saben que estos animalitos están en peligro de extinción, y lo están desde hace mucho tiempo.

Los axolotes son el corazón del proyecto Umbral Axochiatl, la organización que preside don Dionisio, junto con otros campesinos del lugar.

El axolote es una especie endémica exclusiva de la zona lacustre de Xochimilco, lleva información genética de la salamandra pero su característica principal es que se conserva en estado larvario toda su vida. Mantiene su cola y sus branquias, no sale a la tierra porque ha preferido permanecer en el fondo de estos canales.

EFECTO TILAPIA

En el orden del mundo, tal cual lo cuenta el efecto mariposa, basta batir las alas de ese pequeño insecto, para provocar un huracán en otra parte del planeta y justo así sucedió con la tilapia.

Es un pez africano mejor conocido como ‘mojarra’. Su introducción a los canales de Xochimilco sucedió en la década de los 70,  lo cual no tenía una mala intención, por el contrario, se había pensado que su presencia podría contribuir a limpiar los canales. Se creyó que incluirla en el ecosistema tendría beneficios comerciales, sin embargo generó un caos en el orden natural de Xochimilco. Así fue que la paz y el equilibrio ecológico se rompieron.

La tilapia y la carpa se convirtieron en los principales depredadores del axolote. Mientras dichas especies encontraron un gran lugar para vivir, alimentarse y reproducirse en ausencia de su depredador natural, la población de axolotes comenzó a disminuir al formar parte de su alimento.

Sin embargo, no es sólo ese el problema pues la tilapia, en busca de mejores condiciones para su reproducción, ha desgranado y erosionado las paredes de las chinampas al construir cuevas en sus límites, por lo que ya atenta asimismo contra la preservación de la chinampería.

AXOLOTE GUERRERO

Don Dionisio viene de una familia de campesinos hasta donde la memoria le da para recordar, tiene 64 años y en sus recuerdos todavía puede ver cómo corrían los hilos de agua entre los zurcos de la chinampa cuando sembraba junto a su padre. Un poco más atrás escucha las palabras de su abuela quien le decía que lo tenían todo, cuando en las noches salían a cuidar sus tierras. Entonces podía oler la vida y contemplar las chinampas blanqueadas de nube.

Él sabe que era diferente y que volver los pasos atrás requiere tiempo. El mismo tiempo que le da a una semilla para germinar y esperar que ofrezca una respuesta en la tierra. Don Dionisio también siembra conciencia. Quiere compartir la tierra, su magia y el sentido de pertenencia, sabe que el camino para volver es largo, pero como un hombre sabio que rinde tributo a sus ancestros está dispuesto a esperar.

Para que el axolote recupere y regrese a su hábitat no sólo hay que cuidar de él, controlar a la tilapia y la carpa; para devolverle su entorno natural se requiere trabajar la tierra y el agua, y muchas, muchas manos.

Cuando Dionisio atranca en la chinampa de educación ambiental, está listo para compartir que aquella chinampa estaba dormida, pero ya no. Que el trabajo con la tierra empezó cuando retiraron los montones de basura que la cubrían. Que prepararon la tierra con la desintegración de la vegetación acuática para comenzar a sembrar. Que el mejor lodo para sembrar no es ni güero ni muy negro, es cremoso. Que ya tienen un baño seco para generar fertilizante. Que todo crece natural, sin químicos ni fertilizantes externos. Que todo ahí es importante: las lombrices, los caracoles, las abejas y que esas pequeñas plantitas que se ven, pronto darán chile chinampero. Que también hay maíz, cebolla, margaritón, coliflor, brócoli y que trabajan en la conformación de un banco de semillas.

Explicará que la importancia de las chinampas es que sirven de filtros para que el agua llegue al subsuelo y que se convierten en sumideros naturales de carbono y por tanto son liberadoras de oxígeno. Y en todo este proceso, también generan alimento.

Pero la explicación y el conocimiento no bastan: hay que empezar a trabajar.

Nadie se queda sin hacer nada y para cada visita hay una actividad designada: preparar la tierra, sembrar, regar o limpiar el agua del canal a fin de que los axolotes vuelvan a ella en espacios reservados.

Don Dionisio no desperdicia ni un par de manos y aunque sabe que el campesino se siente abandonado en sus procesos, parece que los voluntarios inyectan en él la fuerza para trabajar todavía más duro.

En su labor, no sólo trabaja por el axolote y la chinampa, trabaja porque quiere que los voluntarios se lleven la chinampa a la ciudad. Entonces tiene conciencia de cuando la gente que lo acompaña hace contacto con los elementos: la tierra, el aire, el agua, el sol y a veces los invita a que se quiten los zapatos para que sientan el cosquilleo que produce la tierra cuando la planta de los pies se siembra en la chinampa.

Voluntarios van y vienen. Grupos escolares, activistas, boy scouts, universitarios o personas que se presentan por iniciativa personal. Algunos han hecho del trabajo en la chinampa un hábito, como una familia que vuelve cada quince días y que ha preparado la tierra, sembrado maíz y lo ha cosechado en dos ocasiones. Dice don Dionisio que ha visto cómo se organizan y estrechan un lazo fraterno entre la familia y con la tierra. También sabe que después de que los voluntarios vuelven tres o cuatro veces y comienzan a preguntar, están listos para que la chinampa se vaya a sus jardines, a los árboles de la banqueta o a sus macetas, porque parte del aprendizaje corresponde a la apropiación del conocimiento y a la conciencia de la biodiversidad.

La última parada del voluntariado es la estación biológica, ahí están los axolotes que se preparan para poblar de nuevo los canales. La visita es para conocerlos y hablar de ellos, reconocer su importancia y lo que representan en la identidad de un pueblo xochimilca orgulloso del camino que significa volver a sus raíces.

Parece que la visita al pequeño axolote es para decirle que hay mucho trabajo por hacer con la tierra si queremos que ellos vuelvan a los canales y a vivir de las chinampas.

Sembrar un árbol en la vida no es suficiente, la organización Umbral Axochiatl tiene un ejército de 11 mil ahuejotes para reforestar. Los ahuejotes son los árboles que anclan las chinampas en los bordes del canal.

Se necesitan muchas manos para el voluntariado y la reforestación.

Si estás interesado en participar, llama a don Dionisio: 044 55 6882 0974.

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