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Cuando el sexo te come la vida

No cabe duda, todos disfrutamos esa pequeña muerte que nos trae un orgasmo, pero si ese placer ocupa toda tu atención e interfiere con el resto de tu vida, ¡cuidado!, podrías tener un problema de adicción.
30 de Octubre 2017
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POR JULIÁN VERÓN

Raúl tiene 40 años, es arquitecto, maneja el automóvil de sus sueños, y en su recámara en Miami se ve un cuadro con una playera firmada por Cristiano Ronaldo de la cual alardea constantemente. La última vez que tuvo una relación sentimental monógama fue a los 22 años; actualmente prefiere estar soltero que andar con una persona que no entienda su adicción: el sexo.

“Llevo ocho meses asistiendo a una especie de rehabilitación, son doce pasos y ya voy por el octavo. No te das cuenta del tipo de vida que llevas hasta que se cuela en tu día a día. Llegué a tener ocho o más parejas al mes, pero lo que siempre recuerdo es que no había forma de que alguna mujer me hiciera terminar. Si no me masturbaba con mis propias manos, no terminaba”, me dice.

El sexo es una de las drogas más potentes que existen, quizá la más fuerte. No hay alguna sustancia que pueda nublarnos el juicio más cabronamente que la posibilidad de coger. Podemos traicionar nuestros principios, parejas, creencias, o cualquier otra cosa, sólo por la posibilidad de satisfacer lo que pide nuestra carne y liberar a nuestro cuerpo, por minutos u horas, de toda las endorfinas que sean necesarias a fin de llegar al lugar más codiciado por todas las personas del mundo: el orgasmo.

“La neta jamás piensas que coger es una adicción, ya que en ningún lugar te lo advierten. Hay poca información al respecto y, obviamente, puede llegar a estigmatizarte. Me masturbaba entre ocho y diez veces al día. Para mí masturbarme era más necesario que ducharme, lo hacía por costumbre y no tenía importancia si tenía sexo real o no; yo sentía que tenía que llegar a mi casa y masturbarme hasta más no poder, y esta autosatisfacción compulsiva funcionaba en el cerebro de la misma forma que una droga”.

Todos disfrutamos el sexo, no cabe duda, sin embargo, ¿cuál es la diferencia entre ese placer y el no poder pensar en otra cosa que mojar tus genitales? Hemos oído hasta el cansancio que “todo en exceso es malo”, así que aunque odie esa frase con toda mi alma, lo cierto es que, en el momento en que coger sea lo único que nos interese y saque de la cama, tenemos un problema.

¿El mal de los insaciables? Podría llamarse así. Según el psicólogo Roberto Barrera, “es un desorden caracterizado por actitudes compulsivas y un deseo irresistible al sexo y no poder dejar de pensar en él. Al igual que cualquier sustancia que genere algún tipo de placer en el cuerpo, el sexo se comporta como una droga —si de adicción estamos hablando—, ya que lo que sentimos cuando tenemos sexo, refuerza que repitamos la conducta generadora. Así que, obviamente, el sexo logra un cambio de ánimo en los seres humanos, y por eso se utiliza cuando sentimos rechazo, soledad o dolor. Pero, como con cualquier otra droga, ese placer es momentáneo y sólo oculta una necesidad implícita”.

Raúl, por ejemplo, había dejado de disfrutar el sexo “amoroso” desde hace mucho tiempo. Incluso, si había algún tipo de amor o sentimiento incluido en la relación, sus ganas de tener sexo bajaban considerablemente.

“Recuerdo una vez que una de mis parejas me quiso abrazar y tratar cariñosamente, lo cual está bien para casi todo el mundo, pero a mí me causaba repele. Cada vez que me tocaba, yo automáticamente alejaba sus manos de mí, era como si me estuviesen golpeando. Ante cualquier tipo de afecto yo me alejaba, no quería nada parecido al amor. Llevaba sus manos directo a mi pene o a cualquier lugar que indicara una excitación sexual, y si no me la daba, pues me masturbaba al lado de ella hasta terminar. El objetivo siempre era terminar, sin importarme la relación o si ella estaba bien. Era algo más como una adicción animal que otra cosa”.

¿Cómo diferenciamos nuestras ganas de coger “más de lo normal” con un problema que interfiere con nuestra vida diaria? Casi todos nos masturbamos o vemos pornografía; y eso no nos quita más de diez o quince minutos y ya, seguimos con nuestras vidas, obligaciones y responsabilidades. Raúl admitió que tenía un problema y que necesitaba ayuda, sin embargo, no asistió a terapias sino hasta después de perder un trabajo. En una ocasión, su novia “formal” lo atrapó masturbándose con un video de una prostituta y él teniendo sexo.

“Para mí el sexo había dejado de ser algo relacionado con amor, era más un ejercicio, una manera de mantenerme ocupado y entretenido”, admite.

El terapeuta Meg Kaplan de la Universidad de Columbia, experto en hipersexualidad, asegura: “Cualquier deseo no satisfecho en el ser humano puede convertirse en obsesión, hasta desencadenar en ese punto. Incluso, vivimos en una sociedad que fabrica muchos deseos en los medios y publicidad, estamos llenos de deseos que probablemente sean inalcanzables para nosotros y esto hace que de alguna forma luchemos por cumplirlos”.

La mayoría de las personas que padecen algún tipo de desorden hipersexual sufrieron enormemente las consecuencias de su enfermedad. Según investigaciones del Journal of Sexual Medicine, 17 % perdió su empleo al menos una vez, 39 % terminó una relación amorosa, y 28 % contrajo alguna enfermedad de transmisión sexual. Raúl sufrió dos de estas consecuencias, ya que llegó al punto de perder un trabajo por masturbarse en el baño de la oficina, lo cual fue su punto de quiebre pues en ese momento decidió buscar ayuda profesional.

“Esto es una adicción real, y no sólo te afecta a ti sino también a tus seres queridos y familiares. Yo sentía que era incapaz de amar, que solamente me interesaba el sexo y nada más. Tríos, orgías, incluso probé coger con personas de mi mismo sexo, y transexuales, ya que al parecer nada me llenaba. Tenía un vacío absoluto dentro que necesitaba llenar con algo. El sexo para mí era como comer cuando estás triste, exactamente lo mismo. Apenas llegaba al orgasmo me sentía bien, aunque fuese sólo por un par de horas”.

Actualmente Raúl está en rehabilitación, y aconseja a cualquier persona que viva con esta enfermedad pedir ayuda, pues sabe de primera mano que es muy difícil aceptar que se necesita. “Me costó muchísimo entender que estoy enfermo. La adicción al sexo es real y puede joderte increíblemente la vida. Tus relaciones familiares, sentimentales, laborales, absolutamente todo. El sexo es algo hermoso que, usado de mal forma, puede convertirse en el peor karma posible. No tengan miedo a abrirse sobre esta enfermedad, es peor seguir ahogado en el agujero y no salir de él”.

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