CARLOS SALAZAR, JONATHAN ÁVILA, LUIS HERRERA / Reporte Indigo
Es cierto: en los últimos 10 años se ha detenido a los principales capos mexicanos del narcotráfico, pero esto no se ha traducido en una disminución de la violencia en el país ni en un debilitamiento de los cárteles de la droga.
La estrategia de combatirlos todavía causa daños colaterales: miles de muertos en México, desapariciones y violaciones a los derechos humanos.
Fue el 11 de diciembre de 2006, a pocos días de que Calderón Hinojosa llegara a la presidencia, cuando su secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, acompañado por el gabinete de seguridad, anunció el comienzo de la “Operación conjunta Michoacán”, con más de 5 000 efectivos federales para combatir al crimen organizado en ese estado.
“Esto inmediatamente traerá la recuperación de los espacios públicos que la delincuencia organizada ha arrebatado; recuperación que acabará con la impunidad de los delincuentes”, dijo aquel día el jalisciense.
Diez años después suman hoy 172 876 homicidios dolosos en 2007-2016, según la estadística del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), y 28 937 personas en condición de desaparecidas, según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
“Ha sido una guerra catastrófica; una guerra, además, muy larga, que no parece tener fin, que sigue repitiendo sus peores síntomas. Es una de las grandes equivocaciones de nuestra historia reciente, y la estamos pagando muy caro”, dice el escritor e historiador Héctor Aguilar Camín.
Para el historiador Lorenzo Meyer, el expresidente Calderón intentó ganar legitimidad tras la cerrada elección del 2006 y consagrarse con el gobierno de Estados Unidos.
“Fue una manera rápida de adquirir legitimidad, estar al mando de una fuerza armada y ser visto como una persona dura, seria, que viene a salvar a la sociedad. Echó la moneda al aire y no le salió lo que él quería, y entonces la guerra se la heredó a Peña Nieto, que todavía no sabe qué hacer con ella y no sabemos los mexicanos qué hacer con ella. Se quieren cambiar los marcos jurídicos para que el Ejército y la Armada tengan mayor injerencia en los aspectos de seguridad. ¿Es eso un triunfo? ¿Es eso a lo que queríamos llegar? Creo que no”.
“Es una década infernal, absolutamente infernal, de una incapacidad del Estado por ser Estado. Este Estado, desde 2006 al 2016, es un Estado gobernado por delincuentes y criminales”, acusa el poeta y activista Javier Sicilia, quien fundó el Movimiento por la Paz.
Amplían actividades
Tras 10 años de combatir a los cárteles de la droga con el Ejército, la Marina y la Policía Federal, hoy en México hay más grupos de la delincuencia organizada.
Los cárteles han ampliado sus actividades ilícitas además del trasiego de la droga. Hoy secuestran, extorsionan, operan el tráfico ilegal de personas, la trata de blancas y roban combustible. Las autoridades han conseguido detener a integrantes de los grupos del narcotráfico, pero poco han podido hacer para golpear las estructuras financieras de los cárteles y sus redes de lavado.
“En principio es un saldo muy negativo. Hoy, a una década de que Felipe Calderón emprendió la guerra contra el narcotráfico, la sociedad se pregunta qué fue lo que realmente se combatió”, señala el periodista y escritor Ricardo Ravelo.
Debido a que cuentan con recursos financieros ilimitados y al no haber eliminado su protección política ni su base de respaldo social, paradójicamente, los cárteles se fortalecieron a la par de la guerra librada por el Estado.
“Fue necesaria”
Fernando Gómez Mont fue el tercer secretario de Gobernación en el sexenio de Felipe Calderón. Llegó al despacho de Bucareli después de la trágica muerte de Juan Camilo Mouriño, en noviembre de 2008, y renunció en julio de 2010.
El poco más de año y medio que estuvo al frente de la Segob fue la época en que se registró uno de los mayores índices de violencia y barbarie en el país.
El ex secretario de Gobernación asegura que estos repuntes en la violencia, que alcanzaron su punto más alto en 2010, fueron consecuencia de las acciones puntuales del Estado.
“Es una época muy dura en donde los índices suben porque se estaban subiendo las consecuencias de aplicar contenciones que no se habían aplicado con anterioridad, porque en mi opinión se había subestimado en los años anteriores el problema”.
La vía de la legalización
Existe una tendencia que ha crecido en los últimos años: despenalizar el uso de las drogas, lo cual podría ayudar a mitigar el problema de la violencia desatada por la lucha contra el narcotráfico.
El historiador Enrique Krauze está convencido de que la actual estrategia contra el narcotráfico ha sido una forma de obediencia hacia las líneas políticas dictadas por Estados Unidos, y que es momento de revisar la misma.
“Tenemos que irnos por la vía de la legalización de las drogas, y no podemos ser tan serviles con respecto a las líneas que nos ponen los Estados Unidos”, dice.