Danaé recuerda que su madre era de las pocas mamás entre sus compañeros de la primaria que podía estar en casa y cuidaba de ellas todos los días. Si se le olvidaba su lunch, su mamá se lo llevaba a la escuela, si olvidaba la cartulina, su mamá se la llevaba en el recreo, aunque notaba que sus otros amiguitos no podían hacer lo mismo porque sus mamás estaban trabajando.
Ella creció y ahora reconoce que su madre, Elia, sí desempeñaba un trabajo. Quizá no en una oficina, sin jefes u horarios, sin embargo, cada día tenían algo diferente para desayunar, comer y cenar, además de que Elia era quien se encargaba de distribuir los gastos que Roberto, su papá, ganaba en una empresa.
“Excepto que mi mamá no tenía una cuenta bancaria, nunca cotizó en una Afore, su seguro social lo obtenía por matrimonio y no percibía un salario por todos los trabajos de administración, cuidados y producción de bienes materiales que hacía, pero sí era un trabajo y era arduo”, me dice Danaé.
Como Elia, muchas mujeres crecieron con el estigma de que debían ser las administradoras de su casa una vez que se casaran y tuvieran una familia, algunas eligieron no trabajar y otras simplemente no continuaron su carrera por falta de experiencia laboral o de no creerse capaces de hacerlo.
Cada vez más, las mujeres son una población económicamente activa y su participación en el ámbito laboral aumenta progresivamente, pero ha sido suficiente. Hasta 2018, 78 de cada 100 hombres son económicamente activos en México, mientras que 44 de cada 100 mujeres lo son.
Sin embargo, a pesar de que las mujeres en la etapa actual gozan de un posicionamiento social y económico relativamente superior a épocas pasadas, la persistencia de estereotipos de género opaca estos avances, opina Magalí Brosio, creadora del sitio argentino Economía Femini(s)ta.
“Así, aunque la cantidad de trabajadoras aumentó (si bien siempre desempeñándose en peores condiciones que los varones) y el aporte monetario de las mujeres al hogar es cada vez más visible, el campo de la economía sigue considerándose ‘cosa de hombres’”, me indica la economista y feminista.
Economía Femini(s)ta es una organización en Argentina que busca ofrecer información económica a todo el público a través de su página en Internet. En ese país, lideraron campañas (#MenstruAcción) sobre cómo la menstruación es un factor de desigualdad. Ante esto, la campaña logró dos proyectos de ley en el Congreso de la Nación de Argentina y 4 más a nivel local.
“En el último año lanzamos cursos online sobre filosofía y economía feminista, y sobre manejo de datos. Con ellos buscamos cerrar brechas en nuestra formación y contribuir a un mayor y más enriquecido debate de las cuestiones de género”, se lee en el sitio web.
Por su parte, Eufemia Basilio Morales, doctora en Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) afirma que, aunque las mujeres entran más al mercado laboral, parece que tienen un retroceso en el mercado financiero.
“Impacta de manera global porque al no tener accesos a activos o a la inclusión, finalmente es un retroceso, y si hablamos de la mujer, se abre la brecha de ingresos, de su empoderamiento, o deriva en que no pueda abrir su empresa, o acceder a créditos”, me explica la también investigadora del Instituto de Investigaciones Económica de la UNAM.
La doctora Eufemia también es directora general del sitio en línea Economentes, cuyo objetivo es difundir información económica actual con “un lenguaje claro y preciso para su entendimiento”.
Menciona que las condiciones laborales son un problema, porque si el plan de vida de una mujer incluye tener hijos o una familia y además cubren el trabajo doméstico o de cuidados, deben partirse en varios segmentos y eso afecta su economía
En el 2015, las mujeres tenían el 27 % de cuentas de ahorro para el retiro, mientras que el 41 % de la población masculina contaba con una.
Además, las decisiones económicas de mayor envergadura parecen continuar en el campo masculino, explica Magalí Brosio: es a ellos a quienes les corresponde pedir un préstamo hipotecario, cambiar el auto o comenzar un negocio.
“En ambos casos se trata de roles y estereotipos de género construidos y mantenidos a lo largo del tiempo que buscan mantener el status quo de las relaciones de poder al interior del hogar”.
En México, el valor del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados equivale a 4 663 948 pesos, lo que significa una participación respecto del PIB nacional (23.2 %) que equivale a lo mismo que varias actividades primarias en el país.
Políticas incluyentes
Apenas en 2016 el presidente Enrique Peña Nieto anunció una Estrategia Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) en la que buscaban específicamente cerrar la brecha de género, pues mientras que el 16 % de los hombres contestaron correctamente a la pregunta sobre el saldo de una inversión, sólo el 8 % de las mujeres respondieron.
Eufemia sugiere que las políticas de inclusión financiera deben enfocarse en que las mujeres puedan entrar a un mercado integral para la igualdad de género, promover un enfoque de ecosistemas para la articulación institucional y fomentar el espíritu empresarial de las mujeres.
También propone mejorar los sistemas de definición de segmentos empresariales y de información desagregada por sexo, con el propósito de optimizar la cuestión de género en cuanto estadísticas, y que se involucren las instituciones financieras para el emprendimiento.
“El poco acceso que se tiene a los instrumentos financieros podría catalogarse hasta como una falta de libertad económica, porque está el temor de no poder invertir, o no tener la capacidad”, finaliza.
Magalí añade que también debemos retomar términos teóricos si queremos una economía que contribuya a la igualdad y la justicia social.
“Es necesario repensar la ciencia económica tal y como la conocemos, y ponerla al servicio de esto y no de la acumulación capitalista en manos de unos pocos”.