Por: Roger Vela
Un mustang azul ingresa deslumbrante por el pasillo principal. Los rayos del sol que dejan pasar las nubes chocan con la reluciente pintura de su carrocería. Decenas de personas lo miran. El lujoso vehículo contrasta con lo gris del paisaje. En él viene Mario, en la parte trasera, dentro un féretro hecho de madera. Hoy es su entierro.
Entre aplausos y lágrimas, sus familiares bajan su ataúd. Alguien coloca una playera del Cruz Azul –el equipo de sus amores– sobre la caja. Después de unas palabras religiosas que buscan consolar a los dolientes y de chorros de agua bendita, inicia la etapa más emotiva del funeral.
Delicadamente, los trabajadores del panteón bajan el cuerpo a un agujero equilibrando el ataúd mediante lazos. De pronto, el silencio del camposanto, que a veces es interrumpido por sollozos, es destrozado por la música de Pearl Jam, la banda favorita de Mario. Suena la canción “Man of the hour”.
Hugo, el mejor amigo de Mario, y la última persona entre sus conocidos que lo vio horas antes de morir en un accidente automovilístico, preparó un playlist con las canciones que ahora rinden honor a su amigo. Los asistentes arrojan flores, puños de tierra y plumillas de guitarrista al hueco que recibe a Mario. Suena “Just Breathe”, de Pearl Jam.
La música de la banda de Seattle, emitida a través de una pequeña bocina conectada a un iPod, envuelve el ambiente y se convierte en el soundtrack perfecto para despedir al muchacho que estudiaba Psicología en la UNAM. En las próximas horas, sonará San Pascualito Rey, Silvio Rodríguez y Panteón Rococó. El ruido no se apagará hasta que se vaya el último de los asistentes al entierro en este cementerio de Iztapalapa.
—Tú sabes que estás triste pero que no puedes romper con esa barrera. Necesitas un detonante que te deje sacar lo que traes. Eso fue Peral Jam.
—¿La música te unió con Mario?
—Cuando se muere alguien es difícil, cuando se muere uno de tus contemporáneos es peor. La mayoría de las relaciones entre los jóvenes comienza con un “¿qué música te gusta?”, a partir de ahí se forja una amistad. Decidí que sonara Pearl Jam para no caer en el cliché de las canciones de siempre, ya sabes, esas como “Amor eterno” o “Las golondrinas”. A mi casi no me gustaba Pearl Jam, pero a partir de ese día me hice fan porque esa banda simboliza la unión con mi mejor amigo.
Un mes después, Hugo hizo un pequeño homenaje a Mario con un dibujo. Sobre un fondo blanco, pintados de negro aparece Julio Cortázar, el superhombre de Nietzsche, Freud, “Jeremy” –el perro de Mario–, un jugador del Cruz Azul, una partícula de alcohol, una playera con el Che Guevara y otra del equipo Arsenal, un músico llamado Nono Tarado, Silvio Rodríguez montado en un unicornio, Jimi Hendrix y, por supuesto, ambos amigos en el centro de la imagen entre logos de la banda lidereda por Eddie Vedder.
PARA TODOS LOS GUSTOS
El entierro de Mario tuvo la particularidad de haber sido acompañado con rock, sin embargo, es común ver a músicos norteños en los cementerios acercarse a las personas que sepultan a algún ser querido. Tienen un repertorio variado de canciones, tristes y alegres. También es frecuente que los familiares de un difunto contraten a mariachis con el propósito de amenizar un velorio o un entierro.
En algunos barrios, es el rap el género que acompaña a aquellos que han muerto. Sus amigos improvisan rimas mientras los velan, y cuentan anécdotas de sus vivencias. En contraste, en muchas comunidades indígenas, los fallecidos son acompañados al panteón mientras suenan trompetas, saxofones, trombones, bombos y tarolas.
En México, la relación entre la música y la muerte se ha tejido desde tiempos prehispánicos. La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas explica que en la cosmovisión de los pueblos indígenas la muerte ocupa un lugar especial que se refleja en distintas manifestaciones festivas, rituales y en la vida cotidiana. “A partir de esta cosmovisión, se han creado géneros musicales, cantos e instrumentos que toman vida en las distintas ocasiones rituales y festivas”.
En este país la música está conectada con la muerte, y no se puede aceptar la segunda sin la primera. Es casi imposible recordar a un ser querido muerto sin una canción. Incluso es común escuchar a amigos y familiares decir: “Que me pongan esa cuando me muera”. No hay panteón en el que no suene una canción de cualquier género a fin de despedir a un difunto. Parece que con las melodías se trata de apagar un poco la tristeza.
A Mario le faltó una semana de vida. Ocho días después subiría a un avión rumbo a Chile para ver a Pearl Jam en el Festival Lollapalooza. No lo consiguió, pero sí logró ser despedido como se merecía.