Revista Cambio

Escudos 
de la Dignidad

Había una vez un mundo de princesas y príncipes que fueron maltratados y abandonados en los bosques a la merced de brujas y monstruos. Julia se asomó a este mundo, para salvar a estos niños, con la dulce mirada de un hada. Pero eso no era suficiente, la misión requería más fuerza que la de monstruos, brujas y dragones que abusaban de los pequeños, quienes vivían atemorizados. Por eso Julia decidió quitarse el traje de hada y transformarse en una escudera mayor a fin de salirse de las páginas de los cuentos de dolor y dar vida a una nueva historia donde las niñas y los niños se vuelven poderosos y se transforman también en escuderos, para defender su dignidad.

Años atrás, cuando aún era un hada (aunque para hablar con los adultos se disfrazaba de psicóloga), Julia conoció las historias de niños y niñas que habían sido maltratados y abusados, y no pudo evitar que conocer la tristeza de estos pequeños le apachurrara el corazón.

Fue entonces que Julia pensó, pensó y pensó mucho. Primero creía que necesitaría una pócima mágica que hiciera más fuerte la voz delgadita y suave de los pequeños. Sin embargo a fin de vencer dragones y monstruos tan grandes, la magia no sería suficiente. Las niñas y los niños tenían que dar una batalla, difícil pero frontal, por eso Julia tenía que prepararlos. Entonces nacieron los escuderos de la dignidad, es decir, pequeños que son capaces de identificar los abusos en su contra, que sienten la confianza para denunciarlos y también la valentía de ponerse a salvo.

Este cuento es verdadero y ocurre en el mundo real, sólo que Julia Borbolla es en realidad psicóloga clínica cuyo trabajo es hacer psicodiagnóstico y brindar apoyo emocional a niños, niñas y adolescentes. 

Un recuerdo viene a su mente cuando piensa en los orígenes de los escuderos de la dignidad: en su práctica profesional encontró a un niño que había sido quemado, pero no había sido un dragón con su boca de fuego del mundo mágico. Lo triste es que fueron sus padres los que con una plancha lastimaron al pequeño “porque se había portado mal”.

El recuerdo era muy poderoso, y lo era mucho más cuando el pequeño asumía que él se merecía ese castigo. “Nadie puede volver a casa con tranquilidad cuando sabe que esas cosas les pasan a los niños y las niñas de este país”, dice Julia mientras la voz aún se le quiebra.

Por eso decidió transformarse en una escudera mayor, pues si los niños y niñas no tienen el concepto de dignidad ni herramientas para protegerse a sí mismos, tampoco van a proteger a nadie más ni a sentir culpa por dañar a otros cuando sean mayores.

El concepto de dignidad es muy abstracto e idear un sistema con el propósito de trabajar la autoprotección de los niños y las niñas era todo un reto, pero Julia no se detendría hasta conformar un batallón de pequeños escuderos.

Julia Borbolla sólo es una escudera cuando está en el mágico mundo que ha creado a fin de que las y los pequeños se sientan seguros para contar sus historias de dolor. Como otras mujeres, al salir de trabajar, Julia es esposa, madre y abuela. Hace más de 35 años trabaja con niñas, niños y adolescentes; su experiencia le ha permitido saber que la ayuda y atención psicológica en México es un lujo, cuando no debería serlo porque es una evidente necesidad.

Por ello, un día decidió que además de tener su consultorio, necesitaba llevar la fuerza del programa Escudo de la Dignidad, que dirige ella misma, a más y más pequeños. Así vio la luz Antenas por los Niños. Gracias a esta, Julia puede llevar ayuda a hospitales, centros comunitarios y a las procuradurías de justicia donde hay niñas y niños que fueron víctimas o testigos de algún tipo de delito.

Los pequeños escuderos de la dignidad saben una cosa muy importante: “Cada uno es único e importante y nadie le debe dañar. Lo más valioso que tienen es su voz y por muy chiquito que cada uno sea, esa voz es su mayor arma de defensa”.

UNIVERSO DE TRASTADAS

En el universo de los escuderos no hay delitos, pero sí acciones que apachurran su corazón, porque por mucho que no comprendan la acción del abuso como tal, ellas y ellos sí pueden reconocer y sentir cuando algo no está bien.

¿Pero qué son las trastadas? “Insultarte, golpearte, enseñar o tocar tus genitales o forzarte a algo que apachurre tu corazón”, es lo que les explica Julia a las y los pequeños escuderos en proceso de formación.

¿Y quién puede hacer trastadas? Los papás, las mamás, los hermanos, los tíos, los abuelos, los profesores, los que trabajan en las escuelas… Todos podemos hacer trastadas.

Algunos escuderos se preparan con el objetivo de identificar una trastada, mas otros ya han vivido alguna situación de abuso. Para los primeros, Escudo de la Dignidad representa la oportunidad de que un pequeño tenga herramientas que le permitan identificar el abuso y ponerse a salvo, para los otros significa la posibilidad de contar con la atención que los proteja y recibir toda la ayuda psicoemocional necesaria a fin de que su vida no esté determinada por el abuso ya perpetrado en su contra.

Un escudero que reconoce una trastada sabe que debe contárselo a quien lo pueda proteger, alejarse y pedir ayuda, y lo más importante es decir “No”, gritarlo muy fuerte de modo que todos lo escuchen.

Los escuderos no pueden hacer trastadas y cada uno tiene su credencial como inspector de trastadas. Aquí nadie se salva de la trastaditis, porque niños y niñas cuando están empoderados se desviven por señalar cualquier clase de trastadas que sucedan a su alrededor. Estos escuderos aprenden que las trastadas no están bien. Son las personas adultas del futuro, las mismas que construirán una sociedad más respetuosa en algunos años.

En ocasiones, ser escudero de la dignidad no resulta tan fácil. Julia recuerda a un padre decirle: “Yo quiero mucho a mi hija pero mi disciplina es con golpes y ya sabe que es porque la quiero”. Entonces la escudera mayor desea profundamente que la niña no se case con alguien que “la quiera” tanto como su padre.

Nada detiene a Julia. Por su trabajo sabe que existe una generación educada con golpes, y que la siguiente vive en el extremo porque también recibe a familias que acuden en busca de ayuda porque son los niños y las niñas quienes golpean a sus padres. Entonces, lo que debe hacerse es equilibrar una situación que es como un péndulo. La idea es lograr que se estabilice en el centro en lugar de ir de extremo a extremo.

CON LAS ANTENAS LISTAS

Además de Escudo de la Dignidad, Julia Borbolla ha diseñado a Antenas, un títere virtual que funciona en tiempo real para hablar con los pequeños. Este títere es de gran ayuda al momento de denunciar, tomar declaraciones en hospitales, ministerios públicos, procuradurías de justicia y las fiscalías especializadas en delitos sexuales. Antenas no es un humano, es un terapeuta que viene de Antenópolis y puede hablar con niños y niñas sobre cualquier tema. Alguna vez, en un hospital, un pequeño le contó a Antenas que estaba ahí por su hermanito. Sus padres habían llegado a urgencias diciendo que el bebé se había caído de la cuna. El diagnóstico indicaba fractura múltiple de cráneo. Gracias a Antenas, el hermanito mayor denunció: “Mi papá reteborracho lo azotó contra el piso”.  Al día de hoy, Antenas trabaja en los hospitales pediátricos de Iztapalapa y Tacubaya, y pronto también llegará al hospital de Legaria, para junto con los escuderos vencer a  todos los monstruos, brujas y dragones que dañen a la niñez. 

Por: Alejandra del Castillo