Periodismo imprescindible Domingo 22 de Diciembre 2024

Itinerario por la historia electoral

Hasta hace unos años, las elecciones en México no eran nada de lo que hoy conocemos, incluso fueron organizadas por el partido gobernante, pero después hubo avances que terminaron con capítulos bochornosos, como cuando sólo hubo un candidato a la presidencia
23 de Junio 2018
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En el actual proceso electoral se viven diversos avances democráticos, como las candidaturas independientes o la posibilidad de votar desde el extranjero, pero todo ha sido parte de un largo y lento proceso de avance democrático que ha vivido México.

Aunque antes ya se habían registrado algunos cambios, como el voto femenino que se llevó a cabo por primera vez el 3 de julio de 1955, la democracia mexicana no empezó a cambiar sino hasta el último cuarto del siglo XX.

Temas que hoy parecen normales, como votar con una credencial que tiene foto y firma, ver un debate presidencial o que diferentes partidos puedan ganar una gubernatura o la presidencia, eran inimaginables hace unos años.

La única opción

En la elección presidencial de 1976, el priista José López Portillo se impuso con un contundente 91.9 % de los votos, y no porque haya aplastado a su rival, sino porque simplemente ¡no tuvo rival!

Sí, el priista –amigo desde la niñez de su predecesor, Luis Echeverría, quien lo designó como candidato mediante el muy común “dedazo”– compitió contra sí mismo en esas elecciones.

Dos de los partidos “opositores” que había en México (claro, entre comillas) en ese entonces, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular Socialista (PPS), se aliaron al Partido Revolucionario Institucional para presentar a López Portillo como su candidato.

Otro partido, el Partido Comunista Mexicano, había postulado al líder ferrocarrilero Valentín Campa (un personaje histórico de la izquierda en México), quien obtuvo unos 900 000 votos (alrededor del 5 %), aunque no fueron válidos debido a que ni él ni su partido contaban con registro oficial.

A pesar de todo esto, López Portillo recorrió el país haciendo campaña política durante más de seis meses, como si de verdad hubiera tenido que realizarla para ganar votos. Al final, la participación de los votantes en esa elección fue de 68.97 % del padrón, una cifra  similar a la de otros procesos electorales posteriores.

Primeras encuestas

Hasta antes de las elecciones de 1988, en México no había sondeos electorales que indicaran cómo se iba desarrollando la contienda federal durante las campañas, básicamente porque en los procesos previos no existían dudas de quién iba a ganar. Siempre ganaba el candidato priista.

Es por eso que, comparado con países como el Reino Unido o Estados Unidos, que tienen una larga tradición de casi 100 años en el tema, las encuestas electorales en México nacieron hace tres décadas, lo cual influye en que pocas personas las comprendan del todo y, debido a otros antecedentes de carácter político, también desconfíen de ellas.

El penoso capítulo del proceso electoral que concluyó con la victoria de López Portillo provocó también el inicio de una serie de cambios de fondo en la estructura democrática del país, los cuales, en 1988, derivaron en una mayor participación de nuevas fuerzas políticas, generando una contienda en donde el PRI, cuyo candidato era Carlos Salinas de Gortari, de verdad vio una competencia en personajes como el panista Manuel Clouthier del Rincón y, sobre todo, en el expriista Cuauhtémoc Cárdenas, quien se postuló por una coalición de partidos de izquierda (todavía no fundaba el Partido de la Revolución Democrática).

En ese contexto, los mexicanos pudieron ver por primera vez cómo un medio de información –Televisa– se aliaba con la prestigiada encuestadora Gallup con el propósito de difundir un sondeo electoral presidencial que, contrario a lo que un amplio sector del país pensaba (especialmente en lugares como la Ciudad de México), le seguía dando la ventaja al PRI con un 56 por ciento.

Al final, después de que pasaron varios días para dar a conocer los resultados definitivos de la elección y tras capítulos históricos como “la caída del sistema” –que alimentaba las sospechas de un fraude electoral–, se dio a conocer que Salinas habría ganado con 50.36 % de los votos, seguido de Cárdenas, quien habría obtenido 31.12 %, de acuerdo con la versión oficial.

Elecciones calificadas

Entre 1958 y 1990 (no quiere decir que antes haya sido muy diferente), la organización y el control de los procesos electorales del país corría a cargo de un órgano llamado “Comisión Federal Electoral”, y formaba parte de la Secretaría de Gobernación. Sí, el gobierno federal organizaba las elecciones.

Esa comisión estaba formada por un representante del presidente de la República, uno de la Cámara de Diputados, otro de la Cámara de Senadores, uno más de cada partido político participante y un notario público seleccionado por ellos mismos. La presidencia de este órgano corría a cargo del secretario de Gobernación.

Si se toma en cuenta que prácticamente 100 % de los legisladores, funcionarios y el presidente de la República pertenecían al mismo partido, se puede decir que las autoridades electorales eran juez y parte en la elección.

Sus atribuciones eran grandes: interpretaban y aplicaban la legislación electoral, o hasta resolvían las apelaciones que se presentaran y atendían cualquier conflicto que surgiera, además de repartir los tiempos de radio y televisión.

Pero tras los inéditos problemas que se presentaron en la elección de 1988 y por algunos requisitos impuestos para que México pudiera integrar un Tratado de Libre Comercio, desde la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (y el Congreso, en donde la oposición tuvo importantes avances) se impulsaron las reformas a la Constitución que fueron aprobadas en 1989.

Así se creó una nueva legislación electoral, el Código federal de instituciones y procedimientos electorales (Cofipe) que hizo que en 1990 se constituyera el Instituto Federal Electoral (IFE).

El IFE era ahora un organismo público y autónomo que se encargaría de organizar las elecciones federales. Es decir, el gobierno ya no regulaba ni calificaba los procesos electorales.

Uno de los avances más importantes del IFE fue la creación de la credencial para votar, la cual se convirtió también en la primera identificación oficial en México (antes había que identificarse con documentos como la Cartilla Militar, en el caso de los varones, o hasta la Fe de Bautismo para todas las personas). La credencial de elector se utilizó por primera vez en unas elecciones presidenciales en 1994.

Gubernatura de oposición

En los años 80, el norte del país vivió capítulos electorales intensos con el avance de la oposición, representada principalmente por el Partido Acción Nacional, que recogió el enfado de diversos sectores sociales provocado por las intensas crisis económicas que se vivieron durante esos años.

Tras varios procesos electorales llenos de irregularidades, como el de Chihuahua en 1986 que terminó con un triunfo del PRI que provocó diversas protestas, como acciones de “desobediencia civil”, poco a poco la oposición se fue abriendo camino en esa zona del país.

Finalmente, en 1989, el panista Ernesto Rufo Appel se convirtió en el primer gobernador del país que no pertenecía al PRI tras ganar las elecciones en Baja California.

El primer debate

La noche del 12 de mayo de 1994, los mexicanos vieron por televisión, durante 98 minutos, el primer debate presidencial realizado en el país.

Ernesto Zedillo, del PRI; Diego Fernández de Cevallos, del PAN, y Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, participaron en ese debate moderado por la periodista Mayté Noriega, y que se llevó a cabo en el hoy cerrado Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad, en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.

El primero que propuso que se llevara a cabo un debate televisivo, al estilo de los que se organizaban en Estados Unidos, fue el candidato priista Luis Donaldo Colosio en noviembre de 1993; sin embargo, el 23 de marzo del siguiente año fue asesinado durante un acto de campaña en Tijuana.

Cárdenas también había propuesto un debate, por lo que la idea permaneció. Aunque en esa contienda había otros cuatro candidatos presidenciales más (Jorge González Torres, del Partido Verde Ecologista; Cecilia Soto, del Partido de Trabajo; Pablo Emilio Madero, de la Unión Nacional Opositora, y Rafael Aguilar Talamantes, del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional), solamente participaron los tres partidos “grandes”.

Al revisar estos momentos de la historia reciente de México, es evidente que las elecciones no han sido siempre como hoy las conocemos. Aunque todavía falta mucho por avanzar, la buena noticia es que parece que el país ya superó algunos de los peores momentos de su democracia.

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